´Política ¿exterior? española´, Xavier Rubert de Ventós

Escribo desde la clínica de la doctora Cynthia Maung, justo en la frontera de Tailandia y Birmania. Aquí es donde vienen a curarse, sobrevivir o morir toda clase de pobres, desplazados, heridos de bala o tullidos por las minas sembradas por la junta birmana, la misma que quema los poblados y las cosechas de los karen, que por miles viven escondidos en la selva. La mayoría de los ingresados tienen simplemente el dengue o la malaria, como el niño que tengo a mi lado, con los ojos extrañamente abiertos, demasiado abiertos, ya cristalinos.

En una esquina, al otro extremo, se encuentran tres embarazadas infectadas o gangrenadas por la caña que utilizaron allá en la selva para desembarazarse, y que han conseguido atravesar la frontera hasta llegar a la clínica. Un buen número de los pacientes son heridos de bala. Las mujeres más afortunadas llegan sólo con los moratones de palizas domésticas.


doctora Cynthia Maung

La doctora Cynthia ha ganado este año el Premi Internacional Catalunya junto a Aung San Suu Kyi, que lleva más de 12 años detenida sin juicio y a la que le han prorrogado la detención aún por otro año. Dos mujeres: la heroína de la resistencia junto a la heroína de la asistencia. Pero no voy a hablar aquí de lo que ya cuentan los periódicos: el levantamiento de 1988, la revuelta de los monjes en septiembre o el ciclón del Irauady con más de 150.000 muertos y desaparecidos.

Una de las actividades más pintorescas - y heroicas- organizada por la doctora es la creación de un equipo de "enfermeros de mochila" que se juegan la vida (ocho han sido fusilados este año) cruzando clandestinamente la frontera y penetrando en la selva birmana para curar a los desplazados que viven allí escondidos y no están en condiciones de llegar por sí mismos a la clínica. Una clínica o lo que queramos llamar a esas casonas convertidas en una comunidad; en un enternecedor complejo de hospital, orfanato, guardería, geriátrico, tanatorio y fábrica de piernas protésicas.

La doctora es la imagen misma del antihéroe (de hecho, el único atrevimiento que mostró fue dejarse llevar en moto por mí desde su casa hasta la clínica). Su actividad tampoco tiene ninguna aureola especial; es más bien un prodigio de normalidad, de banalidad incluso; un testimonio de ese "pequeño heroísmo" de las mujeres tan bien descrito por San Suu Kyi en Libres del miedo escribe San Suu Kyi- sino el miedo; el miedo a la cárcel, a la tortura, a perder los amigos, a quedar mal, al aislamiento, a sentirse eclipsado". "Y una de las formas más nocivas de este miedo - precisa aún- es la que se viste de sentido común o de prudencia y que condena como fatales los pequeños actos de valor cotidiano que permiten mantener la dignidad".

Más allá - o más acá- de los grandiosos "Conflicto" o "Alianza de Civilizaciones", ambas mujeres parecen estar construyendo desde el Oriente un pequeño puente de inteligencia y complicidad que conectaría de algún modo con el discurso de Vaclav Havel, Elias Canetti o Primo Levi.

Pero al fin lo que hoy escribo no son más que "palabras, palabras, palabras". Y aquí, en la clínica, todo sigue su ritmo sereno e impecable, como la agonía del niño con los ojos abiertos y que han dejado de ser brillantes para hacerse más glaucos. Aquí no parece haber espacio para exhibir principios, imaginar revoluciones o dar rienda suelta a las toneladas chinnoisserie sentimental que traemos puesta. Aquí los niños mueren justo como del árbol caen hojas aún tiernas o como la noche sigue al día sin apenas transición, casi de repente, aquí en el trópico.

Pero terminar en este punto mi escrito sería una muestra más del patetismo, que esas dos mujeres rechazan. De modo que prefiero acabar describiendo un hecho mucho más liviano, apenas un poco triste y ciertamente más polémico. El boletín de la Burma Campaign U. K.del mes de abril nos recuerda que la Unión Europea anda todavía dividida en torno a la cuestión birmana. Algunos países como Noruega, Dinamarca o Gran Bretaña han solicitado mayores presiones políticas y económicas sobre la junta militar del general Than Shwe. Otros, como Polonia, Francia o España, han propuesto por el contrario la reducción de las medidas de presión ya existentes ante el peligro de que la caída de la junta pudiera representar un peligro para la unidad de un país formado por pueblos y etnias distintas. Y ello a pesar de que Suu Kyi es el único político aceptado por todos ellos. ¿A qué se deben pues estas diferencias? "La oposición de Francia - explica el boletín- es atribuible a que Total Oil, la mayor compañía francesa, es uno de los principales inversores en Birmania". De la posición española, sin embargo, no dice nada.

¿Será que si Francia tiene Total Oil, para la que sería un mal negocio, España tiene Catalunya, para la que podría ser, como lo eran Croacia o Kosovo, un mal ejemplo?

¿Hasta cuándo los catalanes y castellanos van a tener que seguir siendo procroatas o proserbios ex officio?¿Y hasta cuándo podrán los países valorar objetivamente los conflictos internacionales sin ver en ellos el reflejo de sus problemas, el test Roschard de su propia cocina?

26-VI-08, Xavier Rubert de Ventós, filósofo, profesor universitario, escritor, lavanguardia