´Borroso catalejo de Montjuïc´, Baltasar Porcel

Perfecto que el castillo de Montjuïc esté, al fin, en manos de Barcelona. Aunque se pueda objetar que perteneciendo antes al Ministerio de Defensa, y siendo Catalunya parte de España, todo paraba en lo mismo. Pero es falso, Montjuïc ni defendió a la ciudad frente a cualquier agresión, fue una siniestra plataforma de opresión española y de su militarismo.

Además, dicha milicia fracasó en los Países Bajos, en los siglos XVIII y XIX en Hispanoamérica, como frente a Francia e Inglaterra. Y al fin esta tuvo que salvarla de Napoleón… La especialidad militar moderna aquí han sido las guerras civiles, la propia masacre y la de la población. Cuadro en el que se sitúa el famoso bombardeo de 1842 desde Montjuïc sobre la ciudad, con Espartero, los liberales y demás ralea. Pero rebajar la historia a demagogia emboba. Y ahí no sólo rugió "España". En ese cañoneo estuvo el joven oficial Juan Prim, convertido en villano ante sus paisanos. Y cuando la guerra de Separación de España, con Pau Claris, la tropa local y la francesa infligieron una dura derrota en Montjuïc al ejército de Felipe IV. ¿Ha sido la única victoria del nacionalismo cuatribarrado contra el otro?

Y es cierto que, a caballo del 1900, en Montjuïc la justicia española encerró a centenares de obreros, y a mucho intelectual, el padre del filólogo Joan Coromines entre ellos. Con lo que combatió el movimiento sindical, el anarquismo y el terrorismo. Pero también las bombas de la calle de Canvis Nous y del Liceu, la Semana Trágica, levantaron en Barcelona una ola de protestas y venganza por parte de la burguesía, la política conservadora, mucho pueblo, la Iglesia.

Aunque luego, con Maura, los procesos fueran trucados, pero no los fusilamientos de Ferrer i Guàrdia, etcétera. Odiados ellos también por nuestra clase en el poder. Actitudes ambas que originaron durante la Guerra Civil desastres a mansalva, que culminaron con el fusilamiento de Companys. O sea, que confluyeron también en Montjuïc notables intereses catalanes, fieles a pactar represiones u ordenamientos con el Estado sito en Madrid.

Por ello, resulta tópico, comodón e inútil que ahora se dedique Montjuïc a lo que aquí se llama "cultura de la paz", sarta de charlas y jolgorios a veces bien intencionados, y otros menester de vividores abocados al pesebre de la Administración y Govern. Como si estos desearan distraer a la gente de actitudes y asuntos más serios.

Y no aludo a la paz, sino al verbalismo. ¿Por qué, alcalde Hereu, no hacer de Montjuïc un centro de reflexión sobre Catalunya y la guerra, las de Jaume I y Pere IV, de 1714...? Y sobre las ventajas que ha obtenido económicamente el país con el colonialismo hispano, el abismo de 1914 y hoy chupando en cualquier sitio. O sea, concretarnos ante el espejo, antes de atisbar el mundo con un catalejo averiado.

18-VI-08, Baltasar Porcel, lavanguardia