erradicació bombes de dispersió

Delegados de 111 países se pusieron de acuerdo este miércoles respecto de un proyecto de convención que “prohíbe en toda circunstancia la fabricación, utilización y comercialización” de las llamadas bombas de racimo. El ministro irlandés de Relaciones Exteriores, anfitrión de la Conferencia celebrada en Dublín, informó que la convención será firmada oficialmente el próximo diciembre en Oslo, y entrará en vigencia cuando los primeros 30 estados firmantes la hayan ratificado. La Convención fija un plazo de ocho años para que los países que poseen arsenales del arma proscrita, procedan a su destrucción.

El acuerdo fue posible gracias al cambio de la posición tradicional de Gran Bretaña, cuyo gobierno se había negado a proscribir armas que han sido utilizadas en la guerra de Irak, pero también en las recientes operaciones militares de Israel en Líbano. Sin embargo, la convención no concierne a los grandes arsenales de Estados Unidos, Rusia, China, Israel, Pakistán e India. Se calcula que sólo Estados Unidos cuenta con más de mil millones de bombas en su arsenal de bombas de racimo. Washington ha expresado su adhesión a las consideraciones humanitarias de la Conferencia de Dublín, pero el presidente George Bush ha afirmado que la nueva generación de bombas de fragmentación (que estallan poco tiempo después de haber sido disparadas) priva de sentido a los motivos de la prohibición. El senador de Vermont Patrick Leahy, presidente del Comité Judicial del Senado afirmó que “toda persona informada debe reconocer la devastación indiscriminada y la amenaza a civiles que representan estas bombas” y concluyó con optimismo que “el futuro presidente estadounidense tendrá entre sus principales tareas la de reintroducir Estados Unidos en la escena internacional y terminar con la actitud unilateral que ha perjudicado nuestra imagen y nuestro liderazgo”. Sin embargo, entre los candidatos presidenciales, sólo Barack Obama votó en 2006 a favor de la prohibición.

Los promotores de la convención sostienen que pese al boicot de algunas potencias, sus alcances morales contribuirán a impedir o reducir su uso, de la misma manera que sucedió con las minas antipersonales.