´Slobo. Una biografía no autorizada de Milosevic´, Paco Veiga

“Slobo. Una biografía no autorizada de Milosevic"
Debate, 2004, 579 pgs.

“Milosevic es como cualquiera de nuestros vecinos o conocidos”: entrevista a Francisco Veiga, que publica una biografía del político serbio. LV, Plàcid García-Planas, 10/05/2004


Francisco Veiga (Madrid, 1958) tiene una clara tarjeta de presentación: en los últimos 10 años ha sido el historiador que más claves nos ha dado en lengua española para entender los Balcanes. Profesor de Historia Contemporánea en la UAB, de sus varios libros –traducidos al búlgaro, serbio o rumano– destacan las dos ediciones de “La trampa balcánica” . Veiga publica ahora “Slobo. Una biografía no autorizada de Milosevic” (Debate).

–¿Cómo un político marcadamente yugoslavista y americanizado como Milosevic pudo convertirse en destructor de Yugoslavia y bestia negra de Occidente?

–Milosevic ascendió en el poder conforme intentaba afrontar desafíos que quedaban sin resolver. Primero intentó controlar el Partido Comunista a escala federal, pero se hundió el telón de acero y, en su afán por seguir en el poder, decidió competir, al frente del Partido Socialista, aliándose con determinados partidos nacionalistas. Al fin y al cabo no era una línea política tan original, ¿verdad? El problema vino con la desintegración de Yugoslavia: Serbia era la única república que no sacaba nada de todo eso. Y Milosevic buscó ofrecer a los serbios alguna forma de beneficio. Creyó encontrarlo en el reparto de Bosnia, a medias con Croacia.

–Desde Europa y Estados Unidos algunas cosas no debieron de hacerse demasiado bien cuando pudo mantenerse tanto tiempo en el poder.

–Sólo a partir de 1998 los norteamericanos se lanzaron a derrocar a Milosevic, ya en plena crisis de Kosovo. Y lo hicieron a conciencia, montando una fabulosa campaña de manipulación política desde Budapest. Pero, en realidad, Slobo fue víctima de esa exagerada confianza en sí mismo que posee y de errores como el de enfrentarse a demasiados problemas al mismo tiempo. Al final parecía un jugador de ajedrez enzarzado en una serie de partidas simultáneas.

–¿Por qué se ha criminalizado tanto a Milosevic y tan poco a Tudjman, el líder que independizó Croacia?

–Inicialmente, las potencias occidentales no tenían demasiados prejuicios contra Milosevic. De hecho, en 1995 él surgió como triunfador de la conferencia de Dayton que terminó con la guerra de Bosnia. Holbrooke lo describe en sus memorias como el gran salvador de esas problemáticas conversaciones. Pero las cosas se torcieron para él a raíz de la guerra de Kosovo. Otra cosa eran los serbios de Bosnia, que incluso se le fueron de las manos a Milosevic ya en 1993. La prensa occidental no solía establecer diferencias, pero la diplomacia, los servicios de inteligencia y los “policy makers” sí lo hacían. En relación con Tudjman, se le consideró aliado de Occidente porque anteriormente había apoyado a Eslovenia, y se asimiló a ambas repúblicas en el mismo saco. A Eslovenia la jugada le salió bien, como vimos el pasado 1 de mayo; a Croacia, no tanto. Además, no lo olvidemos, Alemania apostó fuerte por Croacia y Tudjman. Pero Tudjman y Milosevic compartieron importantes pecados, detallados en mi libro. A estas alturas ya no es ningún secreto y sólo lo ignoran los que no quieren enterarse.

–Usted califica el juicio del TPIY contra Milosevic de “colonial y meramente aleccionador”. ¿Cómo debería ser el juicio?

–Una cosa es la estrategia procesal y otro el organismo que la aplica. El TPIY es una institución honorable y necesaria, pero el juicio de Slobo se enfocó con un impropio ruido de fondo, mezcla de música de feria y letanía aleccionadora, con un carácter político bastante claro. El proceso tenía que haber sido mucho más técnico, con pruebas documentales y testigos más sólidos. Slobo sacó su mejor faceta de abogado picapleitos y pilló a contrapelo a algunos protagonistas del juicio. Pero a pesar de una estrategia de pactos nada claros y de la oportuna manera en que nuestros medias lo han ocultado bajo la alfombra, creo que al final terminará siendo una causa más técnica y el prestigio del TPIY saldrá ganando.

–¿Después de sumergirse en la figura de Milosevic, qué es lo que más le ha fascinado del personaje?

–Milosevic no posee una personalidad fascinante, y eso es precisamente lo interesante de su biografía, que intenta explicar la forma en que un hombre de apariencia gris, como cualquiera de nuestros compañeros de trabajo, vecinos o conocidos, comienza a escalar en el mundillo político y termina por convertirse en un influyente Maquiavelo. Slobo es un personaje de nuestra época, cercano a nuestra cultura y nuestro ámbito cotidiano, y por ello elegí su diminutivo como título para el libro.