jornada de reflexió preelectoral a Pakistan (17-II-08)

Pakistán es el único estado musulmán dotado de armas nucleares, además de ser el segundo más poblado, con unos 170 millones de habitantes, de los cuales sólo 81 millones están registrados para votar. Pakistán ocupa una posición estratégica por su influencia en Afganistán, su vecindad con Irán, su alianza con China y su actual distensión con India.

Pakistán llega hoy a la cita con las urnas tras un año de infarto, en que se ha consumado el divorcio entre la opinión pública y el régimen de Pervez Musharraf.

Tres partidos (el oficialista PML-Q y los opositores PPP y PML-N) se presentan como capaces de articular una mayoría parlamentaria. La victoria de estos dos últimos - que se da por segura si un pucherazo no lo impide- debería abrir las puertas de la transición. O, dicho de otro modo, de una democracia emancipada de la tutela del ejército.

Sin duda, el principal aspirante es el Partido Popular de Pakistán (PPP), cuya candidata, Benazir Bhutto, fue asesinada el pasado 27 de diciembre tras un mitin, en un atentado que sigue levantando indignación y suspicacias entre los pakistaníes.

El líder sobrevenido del PPP es el viudo de Bhutto, el controvertido Asif Ali Zardari - aunque su hijo, Bilawal, sea formalmente el nuevo líder del partido-. Mientras, el supuesto aspirante del PPP al puesto de primer ministro, Amin Fahim, apenas consigue hacerse un hueco en los carteles copados por los vivos y los muertos de la familia Bhutto.

El segundo aspirante es la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N), liderada por Nawaz Sharif. Al igual que Bhutto, Sharif regresó a finales del año pasado a Pakistán, tras arduas negociaciones y después de ocho años de exilio. Ambos fueron primeros ministros en dos ocasiones, siendo sus mandatos recortados, de forma más o menos encubierta, por la intervención de la jerarquía militar.

La tercera en liza es la también denominada Liga Musulmana de Pakistán (PML-Q), una fuerza política orquestada en su día por el general Musharraf para legitimar parlamentariamente su golpe de estado de 1999, que destituyó a Nawaz Sharif. Las últimas elecciones - manipuladas, según los observadores- permitieron en el 2002 que el PML-Q formara una exigua mayoría con el partido de los refugiados de India - el MQM, potente en Karachi- y, puntualmente, con fuerzas islamistas, que han llegado a su apogeo electoral bajo la dictadura de Musharraf. Aun así, la coalición islamista MMA alcanzó entonces apenas el 10% de los sufragios, porcentaje que deberá bajar ahora, una vez desmembrada.

Sólo algunas fuerzas políticas menores, como la que encabeza el antiguo capitán de la selección de cricket, Imran Jan, o los nacionalistas baluchis, han decidido llevar hasta el final su boicot a los comicios.

En cualquier caso, la sobredosis de acontecimientos históricos vividos en los últimos cuatro meses - regreso de líderes del exilio, estado de excepción, destitución del presidente del Supremo, ola de atentados suicidas y magnicidio- ha terminado por enfriar las ilusiones y alimentar los temores. Miedo físico, en primer lugar, a acudir a las urnas - o a cualquier acto político- por la ola de atentados suicidas y la posible erupción de violencia partidista, que en el caso del melting pot pakistaní, Karachi, es también interétnica. "Nuestros padres nos han dicho que hoy no salgamos de casa", asegura Zishan, un alumno de la Escuela Nacional de Artes Interpretativas de Karachi, algo corroborado por sus compañeros. "Yo por lo menos saldré a votar", tercia el profesor de música, algo estupefacto ante la pasividad de sus alumnos.

Qazim Zia, líder parlamentario del PPP en Punjab - provincia que alberga a más de la mitad de los pakistaníes- declara a La Vanguardia que el taimado aplazamiento de las elecciones, tras el asesinato de Bhutto, "sólo ha restado algo de ímpetu" a la ola de simpatía sobre la que cabalgaba el PPP. En su opinión, lo que impide que se masque el preludio de un cambio histórico "es la ausencia de Benazir Bhutto". "Su presencia era la clave para materializar las esperanzas. Por desgracia, el PPP y Pakistán deberemos estar varios años sin una figura así".

18-II-08, J.J. Baños, lavanguardia