suspicącies i tensió en campanya electoral

Pakistán ha retomado con más escepticismo que entusiasmo la campaña electoral que voló por los aires el pasado 27 de diciembre, con el asesinato de la candidata favorita, Benazir Bhutto, del Partido Popular de Pakistán (PPP). En una sola semana de mítines, bajo excepcionales medidas de seguridad, los líderes políticos deben recomponer su discurso y sus distancias relativas, alteradas por la onda expansiva del magnicidio. Está por ver si la ola de solidaridad que despertó el sacrificio de Bhutto se traduce en la marea de votos que se veía venir o si el avieso aplazamiento de las elecciones ha reducido su alcance. Sobre todo, a medida que el rostro de Benazir Bhutto, que todavía sonríe en los carteles, va siendo sustituido en televisión por el de su viudo, el controvertido Asif Ali Zardari, nuevo hombre fuerte del partido.

Extraña campaña en la que los carteles más ubicuos son los de una difunta, Bhutto, y los de un resucitado político, Nawaz Sharif, que ni siquiera es candidato al tener cuentas pendientes con la justicia. Algo parecido sucede con Zardari, que, aunque ha hecho algún amago de aspirar a primer ministro, ni siquiera podrá ser diputado por los cargos de corrupción pendientes.

Unos y otros demuestran que la cultura política pakistaní sigue siendo feudal. Si el PPP es de los Bhutto, la Liga Musulmana de Pakistán-N (de Nawaz) es de los Sharif. El hermano de Nawaz, Shabaz Sharif, histriónico ex primer ministro del Punjab, acentúa estos días el perfil nacionalista del PML-N (más conservador y dado a componendas con los islamistas que el PPP). El tercer gran partido en liza, la Liga Musulmana de Pakistán-Q, que apoya a Musharraf, también está dominado por un apellido, los Chaudhry. Pero, si no lo remedia un fraude, esta formación de circunstancias, que ha dado cobertura parlamentaria a la dictablanda de Musharraf, será el gran perjudicado por el asesinato de Bhutto.

El aplazamiento de las elecciones ha permitido que varios actores aprovechen para mover ficha. El Gobierno provisional ha mostrado su parcialidad reduciendo el coste de los combustibles por debajo de los precios de mercado, mientras que la oposición habla de fraude preelectoral. El caudillo talibán Baitulah Mehsud - según el testigo protegido, el inductor del supuesto atentado abortado en Barcelona- ha declarado una tregua unilateral al ejército pakistaní en Waziristán del Sur. Aunque en otras zonas el jaque al régimen sigue. Ayer, un nuevo atentado suicida, esta vez contra un candidato político, causó ocho muertos en Waziristán del Norte. En la misma región pastún se anunciaba ayer el secuestro del embajador pakistaní en Afganistán.

Lo que no ha cambiado es el arresto domiciliario del depuesto presidente del Tribunal Supremo, Iftijar Chaudhry, bestia negra del golpista Musharraf, y de varias decenas de jueces. Para forzar su readmisión, abogados de todo el país iniciaron ayer una huelga que se prolongará hasta las elecciones del 18 de febrero.

12-II-08, J.J. Baños, lavanguardia