´El problema del ´home-grown terrorism´´, Borja Lasheras

El terrorismo internacional supone un problema real para la libertad y la seguridad de España, que requiere avanzar en la coordinación con la Unión Europea y Estados Unidos, en materia de servicios de inteligencia y policía, dice el autor. Exige además desarrollar una sólida política de integración de minorías, que evite su aislamiento social y que permita identificar a los radicales dentro de las mismas, recordando que el terrorismo es una cuestión de Estado.

 

(Desde Madrid) HAY AÚN POCA CLARIDAD SOBRE la operación antiterrorista iniciada hace días en Barcelona contra una presunta célula yihadista, integrada por paquistaníes residentes en dicha ciudad y que actuaban en torno a la mezquita del Raval. Ello se debe lógicamente a que la investigación continúa, en colaboración con servicios secretos europeos, y también a que parte de la prueba la constituyen las declaraciones de un testigo protegido, aparentemente infiltrado en la célula como futuro terrorista suicida.

De momento, la investigación apunta a que estos individuos iban a llevar a cabo un atentado (se discute si de manera inminente, como sostiene el auto judicial, o no; el escaso material explosivo incautado podría apoyar esta última hipótesis) contra el transporte público de Barcelona, quizá paralelo a acciones similares en otros países europeos como Alemania o Portugal. Por ahora, la operación se ha saldado con el ingreso en prisión, ordenado por el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno, de diez de los detenidos bajo cargos de terrorismo.

LAS REDES PROCEDENTES DE PAKISTÁN

El vínculo de esta célula con Al Qaeda estribaría en la futura reivindicación del atentado por Amir Baitulá Mehsud, líder de los talibanes en la región del Waziristán, una de las zonas más conflictivas de Pakistán en la cual ostentan el poder. El gobierno de Pervez Musharraf acusa a Baitulá Mehsud de estar detrás del asesinato de Benazir Bhutto el pasado mes de diciembre.

Dichos vínculos con los radicales de Pakistán encajarían bien con algunas pautas habituales de funcionamiento y actuación del terrorismo yihadista, que viene poniendo en alerta a los servicios de inteligencia occidentales desde hace años. Potenciales terroristas suicidas viajan a Pakistán a recibir adiestramiento (y fanatismo religioso) en campos de formación terrorista situados en los núcleos extremistas del país, como Waziristán, y vienen después a Europa para cometer atentados, con otros radicales o con yihadistas venidos de dicho país. Es el caso, por ejemplo, de Mohammad Sidique Khan y Shehzad Tanweer, miembros del grupo de musulmanes británicos responsables de los atentados en el transporte público londinense del 7 de julio de 2005.

Esta es otra de las razones adicionales por las cuales debe preocuparnos el hecho de que Pakistán, un Estado nuclear, corra el riesgo de convertirse en un Estado fallido. Las porosas regiones fronterizas con Afganistán son un caldo de cultivo de generaciones de islamistas radicales, fuera de control del gobierno Musharraf (o en connivencia con algunos elementos del mismo), que explican en gran parte el deterioro de la seguridad en ambos países. Dichos islamistas en unos casos se unen a la insurgencia talibán contra las tropas occidentales en Afganistán, o viajan a Europa para llevar a cabo su yihad terrorista en nuestros países.

LA AMENAZA DEL ISLAMISMO DOMÉSTICO

Las redes yihadistas son complejas en cuanto a su estructura, planificación o lo que podríamos llamar motivación. Lo que nosotros conocemos como Al Qaeda en muchos casos no funciona sino como una instancia de llamamiento a la yihad violenta, con autoridad moral pero no siempre control efectivo sobre grupos terroristas diversos, con tenues vínculos entre sí (cuando los tienen) y de facto independientes. Eso sí, a todos ellos les une una voluntad decidida a matar indiscriminadamente, si es necesario mediante el suicidio. Y estas matanzas las pueden llevar a cabo células integradas por pocas personas y una infraestructura relativamente débil. Pueden ser ancianos que no levantan las sospechas de la policía, como en Argel en diciembre de 2007, o delincuentes comunes, tal fue el caso de algunos autores del 11M.

En Europa, la amenaza de terrorismo yihadista cobra una particular relevancia dado que en muchos casos las células las componen individuos residentes en el país desde hace años, en algunos casos beneficiados por el derecho de asilo, en otros, ciudadanos de pleno derecho y nacidos británicos, alemanes, etc. Es el fenómeno del home-grown terrorism. Hacer frente a este serio problema exige dedicar notables esfuerzos a combatir el proceso de radicalización que convierte a individuos atraídos, por unas razones u otras, por las vertientes más radicales del Islam en verdaderos terroristas. Ello implica combinar políticas de integración y cohesión comunitaria con medidas de naturaleza más coercitiva, como las relativas a imanes radicales, los llamados predicadores del odio (un buen ejemplo es el caso de Abu Hamza, el clérigo radical de la mezquita de Finsbury Park y con pasaporte británico, condenado, entre otras cosas, por incitar al terrorismo).

Este debate sobre la necesidad de una respuesta global frente al terrorismo islamista y, en concreto, sobre cómo contrarrestar su influencia en determinadas comunidades étnicas/religiosas en Europa, lo están teniendo países europeos como Gran Bretaña, con mayores o menores resultados. A otro nivel, las instituciones de la Unión Europea, junto con el refuerzo de la cooperación policial y judicial, están también promoviendo e invirtiendo en iniciativas en este ámbito. Es un debate complejo, pero inaplazable, que exige poner en marcha políticas concertadas y no dogmáticas.

LA NECESIDAD DE REORIENTAR EL DEBATE ESPAÑOL

Es por ello muy negativo que en España, objetivo declarado del terrorismo internacional, el tema esté fuertemente influido por el partidismo y por determinados medios de comunicación, más preocupados en mantener a toda costa sus posiciones sectarias en vísperas de elecciones, que en dar una información libre y contrastada a la ciudadanía. La pobre cobertura informativa sobre la célula de Barcelona a nivel nacional es muestra de ello (monopolizada por un periódico y asombrosamente ignorada por otros de distinto signo). Y ello en un contexto de creciente amenaza terrorista contra Europa y España; en este sentido, los atentados en el Norte de África y las llamadas de Al Qaeda a atentar en España son una mala señal.

 

No debiera ser necesario recordar que el terrorismo es una cuestión de Estado, máxime cuando este particular tipo de terrorismo pone en riesgo las vidas de muy elevados números de ciudadanos barceloneses, madrileños o de donde sean.

La importancia de este problema real a nuestra libertad y seguridad requiere, desde luego, avanzar en la coordinación con nuestros socios europeos y Estados Unidos, en materia de servicios de inteligencia y policía. Por otra parte, implica tomar parte activa en el debate europeo mencionado, aprendiendo de otras iniciativas que puedan resultar útiles. Entre otras cosas, España tiene que dedicar grandes recursos a desarrollar una sólida política de integración de minorías, que evite su aislamiento social (o simple criminalización) y que a la vez permita identificar los grupúsculos radicales dentro de las mismas.

En fin, un debate y una política a la altura del Estado democrático y de Derecho que somos.

29-I-08, Borja Lasheras, safe-democracy

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por Borja Lasheras