ŽLa impunidad de Daddy DushiŽ (Suharto), Pilar Rahola

De sus muchos nombres, como el popular de Daddy Dushi, le quedó, internacionalmente, el de Suharto. En realidad, como nos recuerdan las hemerotecas, su nombre completo era Hayi Mohammad Suharto, segundo presidente de la novísima República de Indonesia, y uno de los dictadores más malvados de la historia del siglo XX. Sin ningún paliativo, en su abultada vida, hizo méritos para formar parte del podio de los horrores, en reñida disputa con Hitler, Stalin o Pol Pot. La cifra de asesinatos masivos, para depurar cualquier atisbo de oposición al régimen tiránico que perpetró, es aún hoy una incógnita, pero nadie duda que puede llegar al millón de víctimas. Y ello sin contar la tragedia de Timor Oriental, cuando, después de la retirada portuguesa de la colonia, la anexionó a Indonesia y mandó asesinar a unas cien mil personas, el tercio de la población de Timor. Después, de la mano de su temible comando para la restauración de la seguridad, mantuvo la represión durante décadas y, aunque fue también el constructor del milagro económico de Indonesia - el llamado tigre de Asia,gracias a los economistas de la conocida como mafia de Berkeley-,su nivel de corrupción llegó a cotas inimaginables. Ayer mismo, La Vanguardia daba buena cuenta de algunos de sus escándalos más sonoros, y sólo cabe recordar las cifras que manejó, en su momento, la revista Time Asia:fortuna personal de 15.000 millones de dólares; 36.000 km2de propiedades en Indonesia (entre ellas, el 40% de las tierras de Timor Oriental); 100.000m2de oficinas de alto nivel en Yakarta, joyas, obras de arte, etcétera. Este personaje, que tiñó de sangre el siglo XX y que convirtió al gigante del Sudeste Asiático en su patio particular, ha muerto como mueren la mayoría de los grandes dictadores, en su propio lecho, sin rendir ninguna cuenta a la justicia, más allá de algunos pequeños arañazos. Que le hayan rendido honores de Estado, con el presidente actual rezando ante su cuerpo, sólo da la medida de la enorme impunidad deque suelen gozar los grandes asesinos. Una vergüenza para su propio pueblo y, sin ninguna duda, una enorme vergüenza para el mundo.Pero Suharto no sólo reabre la herida de una justicia internacional que fracasa estrepitosamente ante el poder de los grandes dictadores, y que se demuestra tan bienintencionada como abruptamente ineficaz. También reabre la herida de la guerra fría que nos dejó, a un lado y otro del telón de acero, una retahíla de tiranos crueles e impunes, cuya única bondad residía en controlar a los opositores respectivos. Resulta simplista decir ahora que Suharto fue sólo un invento de la CIA, porque fue mucho más, y la implicación de países como Australia o el Reino Unido fue tan fundamental en su consolidación como el apoyo estadounidense. De hecho, prácticamente ningún país del flanco capitalista dejó de apoyar al tirano indonesio, y todos ellos, uno a uno, miraron hacia otro lado ante la evidencia de sus crímenes. Huelga decir que fue Suharto quien, en su voluntad de frenar a la oposición comunista, alimentó el fenómeno islamista, cuya actitud fue parecida a la que tuvieron los talibanes en Afganistán: primero aliados de los capitalistas,en su choque frontal contra el comunismo; y después sus enemigos... Sin duda Suharto fue un monstruo, violento, malvado, corrupto y, para desgracia de la humanidad, impune. Pero la tragedia es que lo fue, durante decenios, gracias a las complicidades de un mundo que decía defender la libertad. De la misma manera que, en nombre de las utopías de la izquierda, el estalinismo sembró el terror por doquier, mató a millones y diezmó África con guerras fratricidas, en nombre de la libertad y de la Declaración Internacional de los Derechos Humanos, nuestro lado del telón también sembró el horror. Ciertamente, Pinochet, Videla, Suharto son hijos de esa guerra fría que quería frenar la locura comunista, con los Stalin y los Pol Pot a la cabeza del horror. Pero fueron asesinos de miles de personas, y si unos lo hicieron en nombre del comunismo, estos lo hicieron en nombre del fascismo. Dos caras de la misma moneda de un siglo XX violento, caótico y finalmente trágico. Alguien escribió una vez que si el siglo XX no hubiera existido, nos habríamos ahorrado las matanzas más brutales de la historia de la humanidad. ¿Quién puede desmentirlo?

29-I-08, Pilar Rahola, lavanguardia