´La democracia a la basura´, Endrius Eliseo Cocciolo

La montaña más alta del mundo está en Europa. Sus dimensiones son apocalípticas, con una altura de quince mil metros, el doble del Everest, y una base de treinta mil metros cuadrados. Ésta es la magnitud de los residuos que sepultan la región de Campania y su capital, Nápoles. La llamada crisis de la basura es un problema que va dramáticamente más allá de los residuos, es el reflejo del fracaso de las instituciones públicas, el producto de los riesgos del capitalismo postindustrial y un atentado directo contra la salud de las personas.

Detrás de las cien mil toneladas de residuos que sumergen el territorio partenopeo hay una historia de corrupción que dura ya catorce años. Desde 1994, cuando se declaró el estado de emergencia,hasta hoy, se han tirado a la basura 10.920 millones de euros sin resolver nada, eso sí, creando un enorme negocio. La emergencia infinita ha producido la relajación de la legalidad, la elusión de los procedimientos de contratación pública y la infiltración de la ecomafia,con el beneplácito de la clase política interesada e irresponsable.

Siempre se ha tratado la corrupción como una patología político-administrativa y de la moral, delegando en los remedios penales (que son instrumentos de extrema ratio) la búsqueda de soluciones y en la ética su entendimiento. Pero este desmoronamiento de la integridad afecta al patrimonio, seguridad, bienestar y sobre todo al derecho a la vida. Estas afirmaciones están sufragadas por estadísticas abrumadoras en el caso de Nápoles: en los ayuntamiento corruptos, donde la Camorra gestiona los residuos, la esperanza de vida es más breve (índice de mortalidad un 12% más para mujeres y un 9% más para hombres). Según la Organización Mundial de la Salud, ha aumentado vertiginosamente la incidencia del cáncer de páncreas, pulmones e hígado y hay once tipos de malformaciones frecuentes en los niños.

Los estudiosos han afirmado que la corrupción no es un fenómeno ilegal cualquiera y que el derecho penal no es el instrumento primordial, menos aún el único idóneo para combatir ciertos riesgos, ni para la consecución de seguridad, sino que, por el contrario, está asumiendo en numerosas ocasiones la función de aportar una seguridad meramente simbólica. En una sociedad caracterizada por riesgos tecnológicos y económicos complejos, se precisan herramientas de prevención, de gestión e incluso de administración de la ética muy sofisticadas y eficientes.

No cometamos el error de pensar que lo de Nápoles es un asunto interno y peculiar de Italia. Es ciertamente la consecuencia extrema que se produce a raíz de un colapso del sistema: no funcionan las instituciones regionales, locales, el comisario extraordinario... y la mafia se aprovecha; pero es un tremendo aviso de lo que puede ocurrir. Los acontecimientos que conocemos a través de los medios de comunicación que informan de los sobornos que afligen España desde la Costa del Sol hasta el reciente caso Guateque de Madrid sólo nos dejan intuir el fenómeno.

En el índice de percepción de la corrupción 2007 elaborado por Transparencia Internacional, que mide la realización de sobornos, Italia ocupa el lugar 41 mientras que España se encuentra en un (aparentemente) tranquilizante puesto 25. Sin embargo, hay que observar que España ha perdido cinco posiciones en siete años, que sólo un 43% de las empresas del IBEX 35 tiene una clara política anticorrupción y que el otro 43% no tiene política manifiesta contra el soborno y la corrupción, y que de las 20 empresas que tienen dicha política sólo 15 incluyen referencias al soborno, y algunas, se refieren sólo a recibir sobornos, no a ofrecerlos. Pero la corrupción no es sólo soborno sino también aprovechamiento del cargo y sacrificio del interés general en aras del privado. Desde esta perspectiva, los datos del Barómetro Global de la Corrupción ponen de manifiesto que España tiene incluso valores peores que Italia en relación con el impacto de la corrupción en el sector privado y los servicios públicos. Si avanza la corrupción tiramos el libre comercio, el desarrollo, la calidad de la vida y la democracia a la basura.

 

Endrius E. Cocciolo, profesor de derecho administrativo en la Escola de Prevenció i Seguretat Integral (EPSI-UAB)
17-I-08, lavanguardia