´Yo conocía los riesgos´, Benazir Bhutto (24-X-07)

Sobreviví la semana pasada a un intento de magnicidio, pero no ha sido así en el caso de 140 personas, entre partidarios y miembros de mi servicio de seguridad. Este asesinato en masa ha sido particularmente siniestro, puesto que no sólo apuntaba contra mi persona y la dirección de mi partido, sino contra los cientos de miles de ciudadanos (según algunas estimaciones, hasta tres millones) que salieron a la calle para recibirme y mostrar su apoyo a la democracia y al proceso democrático. Sus muertes me embargan el corazón.

Los hechos del 18 de octubre subrayan la situación crítica a la que nos enfrentamos en Pakistán hoy: el intento de hacer una campaña en favor de unas elecciones libres, limpias y transparentes bajo la amenaza del terrorismo. Ponen de manifiesto el desafío logístico, estratégico y moral al que nos enfrentamos. ¿Cómo acercar la campaña electoral a los ciudadanos bajo una amenaza muy real de asesinato y de un gran número de víctimas inocentes?

El atentado que he sufrido no ha sido del todo inesperado. Contaba con información fiable de que me hallaba en el punto de mira de ciertos elementos deseosos de interrumpir el proceso democrático; en concreto, de que Baitul Masud (un afgano al frente de las fuerzas talibanas en Waziristán, en el norte de Pakistán), Hamza bin Laden (un árabe) y un activista que se encontraba en la mezquita Roja habían sido enviados para matarme. También temía que fueran utilizados por sus simpatizantes, que se han infiltrado en los cuerpos de la Administración y seguridad de mi país y que ahora temen que la democracia frustre sus planes.

Habíamos intentado tomar precauciones. Solicitamos permiso para importar un vehículo blindado. Pedimos que se nos proporcionara tecnología capaz de detectar e inhibir dispositivos explosivos. Habíamos pedido recibir el nivel de seguridad al que tengo derecho en tanto que ex primera ministra. Ahora, después de la matanza, el hecho de que no funcionara el alumbrado público en la zona en la que se produjo el atentado, lo cual permitió a los suicidas acercarse a mi vehículo, resulta altamente sospechoso. Me desconcierta también que la investigación haya sido asignada al subinspector general Manzur Mughal, que estuvo presente en las sesiones de tortura que hace unos años casi acaban con la vida de mi marido.

Evidentemente, yo conocía los riesgos. Ya me había encontrado antes en dos ocasiones en el punto de mira de los asesinos de Al Qaeda (entre ellos, el célebre Ramzi Yusef). No cabe duda de que conocer el modo de operar de esos terroristas, insistir de nuevo en el mismo objetivo (por ejemplo, el World Trade Center), no hacía más que subrayar el peligro.

Algunos miembros del Gobierno habían criticado mi regreso a Pakistán, así como el plan de visitar el mausoleo del fundador de mi país, Mohamed Ali Yinnah. Ahora bien, mi dilema era el siguiente. Llevaba en el exilio ocho dolorosos años. Pakistán es un país con una política de base, de masas, con contacto personal. No es California ni Nueva York, donde los candidatos pueden hacer campañas a través de anuncios en los medios de comunicación y cartas personalizadas. Semejante tecnología no sólo es una imposibilidad logística, sino que carece de base en nuestra cultura política. Los pakistaníes quieren ver y oír en persona a los dirigentes de su partido, y ser parte directa del proceso político. Esperan caravanas y concentraciones de masas, oír directamente a sus líderes a través de megáfonos y altavoces. En condiciones normales es todo un desafío. Bajo la amenaza terrorista, es de una dificultad extraordinaria. Quiero demostrar que no es imposible (...) Sin embargo, no queremos ser imprudentes. No queremos poner en peligro a los miembros de nuestra dirección política de modo innecesario y desde luego no queremos correr el riesgo de un posible asesinato masivo de mis partidarios. Si no hacemos campaña, los terroristas habrán ganado y la democracia habrá retrocedido aún más. Si hacemos campaña, corremos el riesgo de la violencia. El dilema es tremendo.

Estamos centrándonos ahora en técnicas mixtas que combinan el contacto individual y de masas con los electores, con muchas limitaciones debidas a la seguridad (...) En lugar de las tradicionales caravanas masivas de políticos, estamos debatiendo la viabilidad de preparar caravanas virtuales y concentraciones de masas virtuales en las que pronunciaría importantes discursos de campaña a públicos multitudinarios en las cuatro provincias pakistaníes. Estamos estudiando cómo llevar a cabo una nueva sensibilización de los electores y cómo aplicar nuevas técnicas para estimular la participación que minimicen mi vulnerabilidad, así como la posibilidad de atentados en estas vitales semanas previas a las próximas elecciones parlamentarias.

No debemos permitir que los terroristas atenten contra la inviolabilidad del proceso político. Hay que restaurar la democracia y la moderación en Pakistán, y el medio para ello son unas elecciones limpias y libres que den lugar a un gobierno legítimo emanado de un mandato popular: a unos dirigentes que cuenten con el apoyo del pueblo. No permitiremos que la intimidación llevada a cabo por unos asesinos cobardes haga descarrilar la transición de Pakistán hacia la democracia.

24-X-07/28-XII-07, Benazir Bhutto, lavanguardia