´El habla catalana´ (¿Països Catalans?), Carles Sentís

Se han sucedido últimamente noticias reñidas con la lógica, el sentido común y la electrónica. En Valencia, como es sabido, días atrás multaron a una entidad cultural por negarse a cerrar un repetidor para TV3. Posteriormente, aunque se hablaba de una reciprocidad (televisión valenciana visionada en Catalunya y viceversa) en pleno diálogo, el presidente de la Generalitat valenciana mandó cerrar, por sorpresa y de noche, un repetidor en tierras alicantinas que dejó en la oscuridad a más de un millón de eventuales televidentes.

Probablemente se arreglará porque el presidente valenciano se ampara en un artículo de la Constitución que prohíbe acuerdos entre comunidades autónomas sin la venia del Gobierno central. Un error de la ponencia redactora de la Constitución puesto que lejos de producirse acuerdos directos entre comunidades, había más posibilidades de ataques, como los ocurridos durante la etapa de catalanofobia despertada por la acción del PP, basada en el Estatut.

Un poco por alipori o vergüenza ajena, no quisiera ahondar más en este planteamiento, tan reñido con el espíritu de la UE, que pide tratos de amistad entre europeos, particularmente vecinos, para llegar a la Europa unida que pretendemos. No hablemos tampoco de la contradicción que se suscita en la misma Constitución; en ella se dice que, aparte del castellano, habla de toda España, merecerán protección o promoción por parte del Estado las otras lenguas.

No conjuga dicha ayuda con un impedimento como el surgido en Valencia, que trunca la proyección del catalán dentro de su propia área cultural. Quizás sería este un momento oportuno para corregir el error últimamente desarrollado de llamar Països Catalans a los que sí son països de parla catalana.Buena parte de nuestros paisanos usan el término por puro mimetismo, sin parar mientes en su real significado. Algunos, especialmente de Esquerra Republicana, son de los pocos que lo expresan a sabiendas de lo que dicen, pero el president Tarradellas, que salió de Esquerra, se distinguía por ironizar con el término "posesivo" de Països Catalans. Y es un error, no solamente porque muchos valencianos se lo toman a mal, sino porque intrínsecamente es inexacto. País catalán sólo hay uno: Catalunya. Ciertamente una Catalunya en parte seccionada desde el tratado de los Pirineos de 1659, pero que conserva en ambas partes su sentimiento de identidad. La existencia de la frontera entre el Estado español y el francés puede haber modificado muchas cosas, pero no la personalidad. Se autodenominan así los del Rosellón, aunque hoy se haya perdido mucho el uso del catalán. No hay, pues, más catalanes que los de Catalunya, aunque al Rosellón se le llame Catalunya norte y al resto Catalunya sur. No son catalanes, pese a lo que creen algunos, los andorranos. En Andorra el catalán es único idioma oficial. En los días eufóricos de Francesc Macià, desde su Generalitat tanteó una posible anexión de Andorra. La respuesta fue educada, pero contundente: "Desde hace siete siglos Andorra son unos valles prácticamente independientes porque tanto el conde de Foix como el obispo de La Seu d´Urgell pactaron un coprincipado para no dar la preponderancia a ninguno de los dos". Desaparecido el linaje del conde, recayó la potestad en el rey de Francia. En cambio, Val d´Aran, donde hablan el gascón, es Catalunya porque así lo han querido la historia y sus habitantes. Sí son de habla catalana los habitantes dela franja que resigue los límites de Catalunya y Aragón desde los Pirineos hasta el Ebro. Algunos, que se han trasladado a Lleida o a Barcelona, se han decidido por la catalanidad, como Josep Antoni Duran Lleida, y otros han permanecido aragoneses, como el mismo Marcelino Iglesias, actualmente presidente de la Junta de Aragón. Con su suave acento, los habitantes de las Baleares saben y dicen que hablan el catalán, aunque lo denominen con el mismo nombre de sus islas: mallorquín, menorquín, ibicenco... Si a los habitantes del resto de España se les llama, desde allí, peninsulares, a los catalanes se les llama como tales. Finalmente tenemos el caso de l´Alguer como rareza histórica. Perdidos en un enclave de la isla de Cerdeña, los alguereses han conservado el idioma que era el de los que habitaban el lugar, plaza fuerte para la expansión marítima catalano-aragonesa. Con el tiempo, de ser un testimonio de la Corona de Aragón pasaron a ser, con Fernando el Católico, españoles. Hasta que un día se encontraron, como el resto de la isla de Cerdeña, convertidos en italianos. Debido a la televisión y al movimiento de población turística, quizá modernamente se hubiera perdido el alguerés sin el esfuerzo de algunos alguereses cultos que, ayudados desde Catalunya, abrieron una escuela para que los jóvenes pudieran aprender la lengua de sus mayores. Últimamente una línea aérea de low cost entre Girona y l´Alguer ha significado una viva aportación idiomática.Curioso y dinámico fenómeno histórico el de la permanencia del idioma catalán fuera de Catalunya. En tres estados europeos continúa vivo, llámesele como se le llame. Si muchos valencianos quieren denominarlo solamente valenciano, otros no sectarios o más cultos dirán que hablan el catalán, que ellos llaman valenciano.

Siempre se ha podido decir que es ridículo poner puertas al campo, pero lo es más poner trabas a las ondas hertzianas que a menudo aparecen por doquier, quieras no quieras. Cuando en ciertas tribus subsaharianas contemplan por la parabólica cómo llegan algunos parientes suyos a las playas canarias, resulta que entre hermanos culturales y vecinos se levantan oscuras pantallas. También se podría hablar, en este caso, de oscurantismo.

21-XII-07, Carles Sentís, lavanguardia