entrevista a Marina Litvinenko, IX-07

Tengo 45 años. Nací en Moscú y vivo en Londres desde el año 2000. Estudié Ingeniería y soy profesora de baile. Soy viuda de Alexander Litvinenko - ex agente ruso envenenado en noviembre con polonio-, del que tengo un hijo, Tolik (13). Soy humanista y me he bautizado. Mi marido denunció la política criminal de Putin y huimos de Rusia.

Estrecho la mano de Marina Litvinenko en un salón del hotel Palace de Madrid. Es una mujer tranquila que exuda determinación. Eso sí, en algún momento la veo esforzarse por contener la emoción al hablar de su marido asesinado, al que con cariño sigue llamando Sasha. A través de las tribulaciones de su marido, esta mujer ha conocido de cerca las luchas intestinas por el poder en la Rusia de los últimos quince años. Ahora lo plasma todo por escrito en el libro ´Muerte de un disidente´ (Taurus), junto a Alex Goldfarb, un exiliado de la URSS, hoy estadounidense y colaborador de Berezovsky, que los ayudó a exiliarse. Este libro ilumina los siniestros hilos que ligan el envenenamiento de Litvinenko con el "regreso al Kremlin del estilo de la vieja KGB", con polonio mediante.

- ¿Hay vestigios de polonio en su organismo?

- Sí. Yo cuidé y lavé a mi marido en sus últimos días...

- ¿Teme usted por su salud?

- La dosis de polonio en Sasha equivalía a estar dos veces en el corazón de Chernobil. Mi dosis de radiación es muy baja, y los médicos desconocen su efecto a largo plazo...

- Toquemos madera.

- Quizá me provoque un cáncer... Por ahora me siento sana, eso es lo que me importa.

- ¿Qué le explica a su hijo Tolik de la muerte de su padre, Alexander Litvinenko?

- Tolik vio a su padre muerto, y fue un shock para él... Tolik sabe que su padre se enfrentó a los que, desde el poder, atentaban contra el futuro del pueblo ruso. ¡Para Tolik y para mí, Sasha sigue con nosotros!

- ¿Cómo envenenaron a su marido?

- Todo señala a una taza de té que Sasha bebió en el bar del hotel Millenium de Londres, junto a Andrei Lugovoi.

- ¿Quién es Lugovoi?

- Un antiguo oficial del FSB, hoy dueño de una boyante empresa de seguridad en la Rusia de Putin. El FSB (ex KGB) es el cuerpo federal de seguridad del Estado ruso, y ahí sirvió mi marido durante los años noventa.

- ¿Fue Lugovoi el envenenador?

- Los investigadores de Scotland Yard me han asegurado que atesoran evidencias que hacen de Lugovoi el sospechoso principal.

- ¿Qué evidencias?

- Las mantienen en secreto para evitar que alguien intente destruirlas. Eso me da esperanza de que un día se acuse y juzgue a los culpables... La fiscalía pide la comparecencia de Lugovoi ante un tribunal, pero el Gobierno de Putin se ha negado a extraditarlo.

- ¿Ordenó Putin asesinar a Litvinenko?

- Confío en saberlo un día. Sí sé que Putin veía que Sasha era un incordio para él.

- ¿Por qué?

- Mi marido acumulaba evidencias de la infiltración del crimen organizado en el Gobierno y en la propia FSB, y en cuanto Putin fue nombrado director del FSB, en 1998, Sasha fue a desvelarle todo lo que sabía .

- ¿Y cómo reaccionó Putin?

- Mi marido percibió el desdén de Putin, notó que Putin lo detestaba. ¡Sasha fue un ingenuo...! Su unidad en el FSB empezó a recibir órdenes de ejecutar acciones criminales.

- ¿Acciones de qué tipo?

- Por ejemplo, secuestrar a Yabrailov, empresario ruso de origen checheno, para pedir a su familia un rescate multimillonario, con el que a su vez rescatar a soldados rusos capturados por guerrilleros chechenos.

- Eso tiene nombre: terrorismo de Estado.

- "¿Y qué pasa si sus guardaespaldas lo protegen a tiros?", preguntó Sasha. "Pues los matáis, y luego os sacamos de la cárcel", decían.

- ¿Qué hizo ahí Alexander Litvinenko?

- Se opuso. Felizmente, la operación se abortó... Pero la gota que colmó el vaso de Sasha llegó el día en que un superior le preguntó si podía matar a Boris Berezovsky...

- ¿Quién es Berezovsky?

- Un empresario ruso, de origen judío, muy dinámico, que poseía canales de televisión. Partidario de un capitalismo bajo el imperio de la ley, asesoró al Kremlin del último Yeltsin. Al ver actuar a Putin, empezó a criticarlo desde sus medios de comunicación.

- ¿Y Putin quiso librarse de él?

- Usando a mi marido, que, como capitán en una unidad de la FSB, había conocido a Berezovsky en el entorno del Kremlin. Y sabía que era un reformista demócrata. Se caían bien... Y Sasha tomó una decisión.

- ¿Cuál?

- Convocó una rueda de prensa en la que denunció la corrupción en el seno de la FSB, sus acciones ilegales y criminales.

- Hay que tener valor para hacer eso.

- Le costó, porque él siempre fue un leal servidor del Estado, pero las cosas llegaron a tal extremo que repugnaban a su sentido de la humanidad. Y yo le apoyé en todo eso.

- ¿Influyó usted en él?

- Desde el principio de la guerra de Chechenia yo le dije que era una desgracia para todos, pero él la defendía..., hasta el día en que, destinado al frente, constató las barbaridades y mentiras del Gobierno ruso.

- ¿Qué pasó tras aquella rueda de prensa?

- Se le acusó de no sé qué banalidad y lo encerraron en Lefortovo, cárcel de alta seguridad, ¡durante nueve meses!, en 1999.

- Al salir, ¿decidieron largarse de Rusia?

- Putin llegó al Kremlin en el año 2000, y Sasha supo que nuestras vidas corrían peligro. No me dijo nada, sólo que pasaríamos unos días de vacaciones en España. Una vez aquí, me dijo que no regresaríamos a Rusia.

- ¿Tiene usted trato con Berezovsky?

- Sí. Él también huyó de Putin. Él nos ayudó cuando llegamos de improviso al Reino Unido, sin papeles, sin medios, sin saber inglés... Boris Berezovsky fue amigo de Sasha, y hoy es amigo mío y de mi hijo.

- Y ahora, ¿qué planes de futuro tiene usted, señora Litvinenko?

- Hace unos meses yo no planeaba que sería viuda, que criaría sola a un hijo... Hoy no tengo más planes que la educación de Tolik.

- ¿Piensa en volver a Rusia un día?

- Ojalá, para visitar a mis familiares.

- ¿Qué le diría a Putin si lo tuviese delante?

- Soy incapaz de imaginar eso: considere lo que ese hombre ha hecho con mi familia.

- ¿Teme que puedan hacerle más daño?

- Confío en que mi libro sea mi escudo.

- ¿Hacia dónde camina la Rusia de Putin?

- Me entristece que a los rusos les asuste tanto la libertad que prefieran tener a alguien que les ordene qué hacer, a un dictador. Y los líderes de Occidente, ¿por qué creen lo que Putin dice? ¿Tan ilusos son?

V-M. Amela, lacontra/lavanguardia, 25-IX-07.