´Hablemos de sexo´, Joana Bonet

Me gustaría imaginar algún tramo de la historia de la humanidad en que el sexo no hubiera sido un problema, pero me temo que tendría que remontarme a Adán y Eva antes de morder la manzana, deleitándose en su propia naturaleza sin pensar en el futuro. Ni en el dominio, el abuso, la humillación, las enfermedades venéreas o el embarazo no deseado, que nada tienen que ver con el milagro de dos cuerpos que se funden en uno, sin dejar de ser dos. El lenguaje del deseo, que tan poco entiende de máscaras, o el lenguaje del amor, capaz de quebrar el tiempo y alcanzar las estrellas, conforman un relato bien distinto del conflicto permanente que protagoniza el sexo en nuestra sociedad.

La máquina ensordecedora del sexo activa todos sus motores las veinticuatro horas. Separa fortunas, enemista a la gente y deja cicatrices, mientras en alguna alcoba siempre habrá parejas dispuestas a quererse y a viajar hasta aquel remoto jardín tan ajeno al mal. Pero a pesar del progreso, muchos de aquellos que ansían entrar en contacto, por primera vez, con las delicias de Eros corren un grave peligro: el de la ignorancia. Aun habiendo invocado la voluptuosidad de un ombligo al aire y verbalizado la sensualidad con letra y música, miles de adolescentes avanzan con torpeza por los pasadizos del placer, con fe en su instinto, pero sin la más remota sensación de riesgo. Disfrutan de un acceso directo a la información, gracias a internet, pero en cambio carecen a día de hoy de un modelo educativo eficaz para la formación y la transmisión de conceptos fundamentales que ayuden a entender la propia sexualidad.

A principios de mes, Javier Ricou informaba en este periódico del caso de la joven embarazada de trece años en La Pobla de Segur, y del alarmante aumento de embarazos adolescentes: en Catalunya, 125 menores de 15 años se quedaron embarazadas en el 2006, mientras que las cifras globales de España producen una enorme inquietud: en los últimos cinco años los abortos de niñas aumentaron un 76%. El sida, lejos de ser un fantasma del pasado, afecta cada vez a más parejas heterosexuales. Del prohibicionismo y la percepción del sexo como un lugar oscuro al "Póntelo, pónselo"; del Hablemos de sexo de la doctora Ochoa a la proliferación de sofisticados sex shops.Pero seguimos escandalizándonos por las consecuencias de las prácticas sexuales irresponsables en lugar de hacerlo por la escasa instrucción que, desde las familias y las escuelas, reciben muchos jóvenes. España ha sido uno de los países que menos ha invertido en materia de salud sexual y reproductiva, incumpliendo durante años los compromisos adquiridos en la Conferencia Internacional de Población y Desarrollo de 1994. Muchos expertos reclaman un acceso más directo a la anticoncepción, incluso que la sanidad pública subvencione los preservativos. Pero el corazón del debate vuelve a evidenciar la falta de realismo - y responsabilidad- de la sociedad adulta, que se repliega en la rancia hipocresía al aparecer la palabra sexo en el comedor familiar. La Unesco ha informado de que los países con un modelo desarrollado de educación sexual registran la tasa más reducida de embarazos adolescentes, como Holanda, donde algunos profesores utilizan en clase preguntas del tipo "¿Cómo reaccionarías si tu compañero se negara a usar un preservativo?". En el modelo holandés, donde los jóvenes son menos precoces sexualmente, tienen un papel activo los medios de comunicación y los padres, defendiendo un tratamiento pragmático de la sexualidad, sin eufemismos, porque se juegan algo tan fundamental como la salud y la felicidad de sus hijos. Tal vez en lugar de tantos viajes a China, tendríamos que pasar una larga temporada en Amsterdam.

lavanguardia, 28-XI-07.