escoles d´odi i violència a Pakistan

Las escuelas coránicas lavan el cerebro de sus estudiantes y se han convertido en arsenales de armas", declaró Benazir Bhutto a los diez días de haber sobrevivido a un atentado suicida en el que perecieron 140 de sus seguidores. "Su programa de estudios debe cambiar y no toleraremos madrazas políticas. Sólo las que funcionen de acuerdo con el islam y la ley serán permitidas", promete Bhutto, que aspira a volver a ser elegida primera ministra de Pakistán en enero.

Está claro que las escuelas religiosas han vuelto al centro del debate político desde que la mezquita Roja de Islamabad - un nido de extremistas- fue desalojada por el ejército al precio de más de cien vidas, en julio pasado. Desde entonces, medio millar de personas - entre las cuales muchos soldados y policías- han sido asesinadas como represalia en una oleada de atentados suicidas.

El acuerdo para repartirse el poder que están cerrando Bhutto y el presidente Musharraf prevé que la primera se reserve la reforma de las escuelas coránicas. A los pocos meses del 11-S Musharraf prometió un cambio de modelo que no ha llegado a aplicar. Aseguró, por ejemplo, que las madrazas incluirían ciencias, matemáticas, inglés o informática en su programa. Sus buenas palabras iban acompañadas de mil millones de dólares de presupuesto, cien de los cuales proporcionados por EE. UU. Asimismo, ordenó que las escuelas identificaran la procedencia de sus fondos y a sus estudiantes extranjeros, para prevenir infiltraciones yihadistas. Pero la inmensa mayoría de las madrazas boicoteó la tentativa de control, impunemente.

La tibieza gubernamental no es ajena a que el propio Musharraf se ha apoyado en los partidos religiosos, que gestionan las madrazas, para legitimar su golpe de Estado de 1999 y su posterior proclamación como presidente. La misma fuerza que gestiona miles de madrazas protalibanes, Jamiat Ulema-e-Islam (JUI), formó un gobierno de coalición en la provincia de Beluchistán con el partido que apoya a Musharraf. El general también ha elogiado el papel social de las madrazas, que dan alojamiento y comida gratuitos a sus internos. Un alivio para un régimen que, mientras destina abultadas partidas a las fuerzas armadas, dedica poco dinero a educación y cultura.

Hoy en día, Pakistán cuenta con trece mil escuelas coránicas, que son la única fuente de enseñanza para más de un millón de niños de las clases más bajas. Cuando nació, Pakistán contaba con poco más de cien madrazas, pensadas para formar clérigos. La islamización impulsada por el general Ul Haq y la lucha contra los soviéticos en Afganistán multiplicaron su número en los ochenta, a menudo en las zonas fronterizas y con dinero saudí.

En estos centros varias hornadas de adolescentes patanes aprendieron operaciones aritméticas sumando kalashnikovs y balas y restando cabezas de rusos, gracias a los libros elaborados para la CIA por la Universidad de Nebraska (que desde hace unos años vuelve a recibir fondos, esta vez para limpiar de yihadismo dichos textos). Una de esas escuelas, cerca de Peshawar, es conocida como la Universidad de la Yihad. La plana mayor de los talibanes estudió allí y el mulá Omar se convirtió allí en mentor de los talibanes . Luego, éste conocería a Osama bin Laden en otra madraza emblemática del yihadismo, la Jamia Binoria, en pleno centro de Karachi. Hoy, sólo en esta ciudad - donde Bhutto sufrió su atentado y donde fue asesinado el periodista Daniel Pearl- hay un millar de escuelas coránicas, con 200.000 estudiantes. En Binoria hay alumnos de 30 naciones, desde Chechenia a Indonesia. Y británicos de segunda generación, hijos de pakistaníes, con el deseo de convertirse en auténticos musulmanes.Uno de ellos, Shehzad Tanweer, se voló hace dos años en el metro de Londres, poco después de pasar por una madraza de Lahore.

La impresionante mezquita Badshahi, en la capital del Punjab, es casi idéntica a las de Delhi y Agra, en India. Con la diferencia de que en las madrazas de estas últimas, niños y niñas estudian juntos. Pero la escena se repite a lo largo y ancho del subcontinente. Niños con la cabeza cubierta intentan memorizar el Corán en árabe - lengua que ignoran- sentados sobre alfombras en la aireada ala de una mezquita. Frente a ellos, un maestro acaricia su barba y la vara de mando. No hay pizarra, ni pupitres, ni, a menudo, ningún libro que no sea el Corán. Se ha demostrado que este tipo de enseñanza es una barrera al conocimiento, la creatividad y la tolerancia. Mueve a sus alumnos, sin perspectivas profesionales, a querer adaptar la sociedad al Corán, que es lo único que conocen.

El propio gobierno pakistaní reconoce que un 10-15% de las madrazas están vinculadas con el islamismo armado. Porque de una escuela de fanatismo a un campo de entrenamiento terrorista hay un sólo paso, como bien saben los servicios secretos pakistaníes, que los han utilizado como fuerzas irregulares contra India. Por campos como éstos pasaron también los presuntos terroristas alemanes convertidos al islam detenidos el mes pasado. Pese a todo, el número de madrazas se ha doblado durante los ocho años del régimen de Musharraf, quién, aun así, insiste en presentarse como el abanderado de un islam moderado e ilustrado.

Las madrazas pakistaníes recaudan más de mil millones de euros al año a través de organizaciones caritativas, sobre todo en Gran Bretaña. Una cifra cercana a la recaudación del impuesto de la la renta en Pakistán. Asimismo, el 94% de las donaciones de particulares y empresas pakistaníes tiene como destinatario a organizaciones religiosas. Mientras tanto, la imagen de los imanes también ha cambiado, de hombres pacatos a mafiosos que circulan en todoterreno, rodeados de guardaespaldas. Y que ahora mismo rezan por imponer su ley en el único país musulmán que posee la bomba atómica.

J.J. Baños, lavanguardia, 29-X-07.