´Un burro en un vagón de ferrocarril´, Quim Monzó

No tienen desperdicio las declaraciones de Sergi Xavier Martín, el tipo de veintiún años que la noche del 7 de octubre agredió a una pasajera en un vagón de los Ferrocarrils de la Generalitat. No sé si sus declaraciones son espontáneas o han sido inducidas por su abogado - el tipo tiene antecedentes penales-, pero, sea una cosa u otra, constituyen una muestra perfecta de memez o de cinismo. O de ambas cosas a la vez.

En esas declaraciones, Martín dice que está arrepentido y, a continuación, aclara que lo está no tanto por haber hecho daño a la víctima, sino por la persona con quien él vive, su abuela. Cuando le preguntan si sufre por ella dice: "Lo que más me jode es eso, lo que más me jode es eso, nen".Es decir: la agresión física que ha infligido a la muchacha no le preocupa tanto como las molestias que a su abuela le produce el escándalo (que él ha montado). La duda surge de inmediato: ¿de verdad se arrepiente de haber pegado a la muchacha? Por lo que dice, queda claro que se arrepiente sólo porque su abuela está pasando un mal rato. También se pone en evidencia cuando reconoce ser culpable de lo sucedido (con la grabación, ¿cómo iba a negarlo?) y, obediente, dice que aceptará lo que la justicia dictamine, para - acto seguido- delatarse cuando, a propósito de la aceptación de ese dictamen de la justicia, reconoce: "¿Qué remedio me queda?". Es decir, que si le quedase algún remedio pues igual no lo aceptaba.

Según él, todo fue consecuencia de la bebida. En cambio, la muchacha agredida ha declarado que no le pareció que estuviese borracho. En el fondo, tanto da, y Martín se equivoca si cree que la bebida sirve de excusa. Dice él: "No sé lo que pasó. Iba borracho, y punto. Cuando tú vas borracho, depende de cómo vayas, no sabes lo que haces". Pues no estoy de acuerdo. No sé ustedes, pero yomehe emborrachado bastantes veces en la vida. Y no sólo eso: tengo amigos a los que también les gusta beber. A lo largo de las décadas he visto a muchos de ellos borrachos, y a ninguno le ha dado nunca por ponerse a dar una paliza a un menor. Se ponen melosos, les da por hablar, te sueltan unos rollos inacabables, pero nunca he visto que ninguno de ellos se pusiese a arrear patadas en la cara a una desconocida.

El alcohol ayuda a que desaparezcan las inhibiciones, pero lo que entonces surge es cosa tuya. Si lo que llevas dentro es un paliza, surge el paliza. Si lo que llevas dentro es un ególatra resentido, surge el ególatra resentido. Si lo que llevas dentro es amor o calentura, pues surge el amor o la calentura. Pero, si lo que llevas es una bestia cruel, surge esa bestia cruel. No pongas al alcohol como excusa, Martín, porque - si realmente ibas bebido-, la noche del 7 de octubre lo único que el alcohol hizo fue permitirte mostrarte en todo tu esplendor. Y ante las cámaras de vídeo, para que todo el mundo lo viese. Además de una bestia cruel eres imbécil, nen.

lavanguardia, 25-X-07.