´Caminos de aire´, Ferran Requejo

En la evolución de las colectividades humanas hay momentos decisivos. Hoy, los grandes aeropuertos no son ya una infraestructura más, sino una pieza imprescindible para la situación y proyección en el espacio y el tiempo de las ciudades y países que tienen una vocación global. Barcelona y Catalunya pertenecen a esta última categoría. ¿Tenemos lo que necesitamos? La respuesta es no. ¿Lo vamos a tener? La respuesta es hoy totalmente incierta.

Nos jugamos mucho con el aeropuerto. Repito, es mucho más que "otra infraestructura". Hay tres factores clave: el volumen de viajeros y de carga, el tipo de vuelos, y el modelo de gestión. En el primer factor las cosas parecen encarriladas. Barcelona es el aeropuerto que en los años 2005 y 2006 ha crecido más entre los aeropuertos del denominado grupo 1 (que agrupa a aquellos que tienen un volumen superior a 25 millones de pasajeros al año, Airports Council International). Los déficits están en los otros dos factores. En primer lugar en los tipos de vuelo. Existe una deficiencia escandalosa en vuelos internacionales directos (fuera de Europa). Los vuelos los establecen las compañías, que tienen sus propios intereses y estrategias para decidir abrir vuelos en un aeropuerto o en otro. Ello nos conduce al tercer factor, el modelo de gestión. Tenemos un modelo centralizado a partir de un ente, Aena, que ejerce en toda la red española de aeropuertos. Éste es un modelo prácticamente inexistente en el mundo desarrollado. En la mayoría de países la gestión corresponde a las entidades regionales y a las ciudades, a veces junto a empresas privadas.

Aena piensa sus prioridades en "términos españoles", en un doble sentido: 1) establece cálculos para toda la red estatal de aeropuertos en conjunto (ganancias-pérdidas...) donde Barcelona es sólo un aeropuerto más, y 2) refleja una mentalidad centralista que prioriza el aeropuerto de Madrid en estos cálculos. Ello hace que Barcelona no pueda competir en igualdad de condiciones. Simplemente, no le dejan que pueda realizar una política independiente de incentivos a las compañías (oferta de servicios, tarifas, espacios...). Competir no ha sido nunca un problema para Catalunya. Y Barcelona tiene recursos suficientes para ser atractiva. Pero ambas necesitan tener la libertad de hacerlo. La estructura actual encorseta a Catalunya y a su capital. Les impide respirar con libertad. La modernización tiene que ver con infraestructuras, pero también con mentalidades. Aena es el pasado.

Los poderes públicos de Catalunya, especialmente el Gobierno de la Generalitat, deben liderar un cambio en un tema que es decisivo. Lo ideal sería una gestión del aeropuerto sólo controlada por las instancias propias del país (Generalitat, Ayuntamiento y, en su caso, entidades privadas), como es habitual en Europa. En cualquier caso, el objetivo de mínimos (y transitorio) es que las entidades del país sean decisivas, es decir, mayoritarias, en el consorcio que se cree. Cualquier otra decisión representaría un fracaso de los políticos actuales de la Generalitat. El Gobierno catalán no puede fracasar en este objetivo. Es casi lo más importante que debe conseguir. Es su principal "fets i no paraules". Nos jugamos demasiado de nuestro futuro como para no priorizar este objetivo. Barcelona y Catalunya deben poder situarse en el mundo y competir en igualdad de condiciones en el mercado global. Deben poder decidir sobre sus "caminos de aire" del siglo XXI.


FERRAN REQUEJO, catedrático de Ciencia Política en la UPF
lavanguardia, 25-IX-07.