ŽEl nuevo Osama Bin LadenŽ, Fawaz A. Gerges

Tras tres años de ausencia, Osama bin Laden ha aparecido en un vídeo con una nueva imagen y un nuevo mensaje; en esta grabación proyecta un aspecto más joven y saludable y una posición ideológica drásticamente diferente. En un ataque frontal y cargado de términos marxistas y socialistas contra el capitalismo y la democracia liberal, pronuncia su discurso más ideológico desde principios de la década de 1990. En realidad, el nuevo Bin Laden se parece más al Che Guevara, el líder revolucionario marxista que se alzó contra los yanquis, el país más poderoso del mundo, y luchó para emancipar a los pobres de la tierra.

En el vídeo, Bin Laden se dirige a los estadounidenses y carga contra los males de la explotación económica, las empresas multinacionales y la globalización. Les dice que se liberen de "el engaño, las ataduras y el dolor del sistema capitalista". De modo parecido a su instigación a los musulmanes contra los gobernantes opresores y apóstatas y la intromisión de Occidente, Bin Laden intenta ahora galvanizar a los estadounidenses contra su cruel sistema político y socioeconómico.

Estadounidenses pobres y explotados, uníos contra vuestras leyes capitalistas que "hacen a los ricos más ricos y a los pobres más pobres", dice el antiguo empresario multimillonario, sentado ante una mesa frente a una cámara. Jamás antes había utilizado el grandilocuente lenguaje del marxismo en sus proclamas al pueblo estadounidense. Y, en el fondo, musulmanes y estadounidenses son iguales, afirma; ambos son víctimas del sistema capitalista, que "busca convertir el mundo entero en un feudo de las grandes multinacionales, bajo el marchamo de la globalización, con el fin de proteger la democracia".

Si en el pasado Bin Laden había subrayado el choque de culturas y religiones como base del enfrentamiento, ahora habla de la comunidad de las víctimas y el sufrimiento. Culpa al sistema mundial del capital y las clases de las tragedias de Iraq y Afganistán, de la lamentable pobreza de África y de "las tribulaciones de muchos estadounidenses bajo la carga de las deudas relacionadas con los intereses, los impuestos descabellados y las hipotecas inmobiliarias". El gran capital, los intereses de clase y las empresas multinacionales - no la religión ni la cultura- son los responsables de la perpetuación de la guerra y las muertes.

Bin Laden no había hecho antes distinciones entre el pueblo estadounidense y sus dirigentes. Ahora dice que los estadounidenses, como los musulmanes, son víctimas del lucro y las grandes empresas que controlan el proceso político, incluidos los medios de comunicación.

El discurso de Bin Laden está condimentado con una gran dosis de análisis marxista, con lo que se aleja de modo drástico de su habitual retórica religiosa. Aunque pide a los estadounidenses que se conviertan, lo hace porque en su opinión el islam los hará "libres", los librará de los "belicistas dueños de las grandes empresas". La religión se ofrece como un medio para resolver la crisis del capital explotador y el sector armamentístico.

De modo que es de agradecer, el hijo de Arabia, famoso por su fanatismo y su intolerancia religiosa, se muestra deseoso de no ofender la sensibilidad religiosa de los estadounidenses.

Les insta a leer el Corán y a conocer el islam de primera mano, así como a constatar que el nombre del profeta Jesucristo y su madre se mencionan una docena de veces. "No os alejéis del islam por la terrible situación actual de los musulmanes", afirma leyendo los papeles que tiene delante, "porque por lo general nuestros gobernantes lo han abandonado hace muchas décadas, aunque nuestros antepasados fueron los caudillos y los pioneros del mundo durante muchos siglos, cuando se ciñeron con firmeza al islam".

De forma intencionada o no, Bin Laden se adentra en un nuevo terreno ideológico sembrado de minas. Al difuminar las líneas entre mesianismo yihadí y utopía marxista, Bin Laden desconcierta a sus partidarios más intransigentes dentro del salafismo yihadí.

Los salafistas yihadíes como Bin Laden siguen una interpretación literalista del Corán y, puesto que creen en una interpretación estricta y literal de la revelación divina, se muestran suspicaces ante cualquier innovación filosófica (bida).La concepción de la historia según Karl Marx, que la interpreta como impulsos exclusivamente económicos, se vuelve así incompatible con la versión de Al Qaeda del islamicismo. A los ojos de los salafistas, el Corán es la palabra última y completa de Dios, y cualquier declaración hecha fuera de ella pone en cuestión Su unidad y Su absoluta soberanía.

¿Cómo responderán los salafistas yihadíes ante el último énfasis de Bin Laden en una crítica socialista de la democracia capitalista occidental y ante la ausencia de legitimación coránica? ¿Cómo justificarán en términos religiosos la innovación de Bin Laden?

Los islamistas militantes quizá estén eufóricos por la aparición de su amado dirigente, pero habrán quedado desconcertados por la ideología de su lenguaje y sus referencias.

Al tiempo que analizan el vídeo en busca de pistas sobre nuevos atentados, los funcionarios estadounidenses no deben perder de vista su valor propagandístico estratégico. Bin Laden no tiene que enviar señales para golpear en el interior de Estados Unidos. La central de Al Qaeda y Estados Unidos libran una guerra total; y aparentemente es Ayman al Zauahiri, el número dos de Al Qaeda, y no Bin Laden, quien ocupa el cargo de jefe operativo encargado de diseñar los planes de batalla.

Este último discurso es un nuevo giro en la lucha ideológica por conquistar los corazones y las mentes. Es evidente que tanto Bin Laden como sus principales colaboradores confían en ampliar la campaña de propaganda a la otra guerra, la guerra de las ideas.

El nuevo aspecto físico es tan importante como el mensaje. Atrás quedaron la añeja apariencia militarista y el icónico kalashnikov apoyado a su lado. Ha cambiado el traje de faena militar por una túnica blanca, una gorra circular y un manto beige, lo cual le proporciona una aureola de sabiduría clerical. El nuevo Bin Laden se presenta a sí mismo como una figura espiritual, no como un soldado canoso.

Se ha teñido la barba de un negro azabache y se la ha recortado de modo cuidadoso. Se trata de una antigua tradición que se remonta a los inicios del islam. Al parecer, el propio Profeta se tiñó el pelo y recomendó que en la guerra sus jefes y soldados se tiñeran el pelo y la barba para infundir miedo en el corazón del enemigo. El objetivo era engañar a los adversarios y que éstos pensaran que tenían delante a unos guerreros jóvenes y ardorosos, en lugar de unos canosos veteranos.


FAWAZ A. GERGES, titular de la cátedra Christian A. Johnson de Política Árabe y Musulmana en el Sarah Lawrence College. Sus últimos libros son ´El viaje de un yihadista: dentro de la militancia musulmana´ y ´The far enemy: why jihad went global´
lavanguardia, 11-IX-07.