VII/VIII-04


LV, 31-VIII-04, afp: El presidente de la Unión Africana y jefe de Estado de Nigeria, Olusegun Obasanjo, ha exigido al presidente de Sudán, Omar Al Bachir, que cesen de inmediato los ataques de las fuerzas gubernamentales y de las milicias árabes contra la población civil en la región de Darfur, y le advirtió que en esta situación peligran las conversaciones de paz que se celebran en Abuja, en las que él ejerce de mediador. El plazo dado a Sudán por el Consejo de Seguridad de la ONU para desarmar a las milicias árabes progubernamentales y regular la crisis humana acabó ayer. El consejero especial de la ONU para los refugiados, Dennis McNamara, denunció en Nairobi que la violación de mujeres y el hostigamiento a los civiles no se ha frenado, y denunció que el Gobierno de Sudán incumple su compromiso de proteger a la población. En el mismo sentido se expresó la ONG Intermón Oxfam, que acaba de enviar su séptimo avión con ayuda, al tiempo que se ha sabido que cinco trabajadores de organizaciones humanitarias han sido secuestrados por los rebeldes.


LV, 26-VIII-04, agcs: Miles de sudaneses, campesinos y desplazados, periodistas, abogados y activistas de derechos humanos que han denunciado los abusos que se cometen en la región de Darfur han sido intimidados e incluso encarcelados por el Gobierno sudanés, que actúa de esta forma para esconder la gravedad de la crisis, en lugar de detener a los culpables. Así lo afirma Amnistía Internacional, en un informe hecho público ayer en Londres y en Barcelona, en el que se dice que mientras el Gobierno de Sudán reprima la libertad de expresión no tiene credibilidad ante la comunidad internacional. Esta es otra de las caras de la crisis que vive Darfur, que desde que se inició en el 2003, se ha cobrado 130.000 muertes, más de un millón de personas desplazadas, y un reguero de refugiados, mujeres violadas y pueblos arrasados a manos de las milicias Yanyawid.


LV, 24-VIII-04, afp/reuters/ap: Las conversaciones de paz, bajo el paraguas de la Unión Africana (UA), entre el Gobierno sudanés y los dos grupos rebeldes de Darfur (oeste de Sudán) comenzaron ayer en la capital nigeriana, Abuja, con la oposición de los representantes de Jartum a aumentar el despliegue de fuerzas de paz africanas de los actuales 300 efectivos a 3.000, tal como propone la UA.
Estas tropas deberían proteger a los civiles y probablemente desarmar a las milicias árabes Yanyawids, impulsadas por el Gobierno para aplastar a la insurgencia y que han participado en la represión no sólo contra los rebeldes, sino también contra la población civil.
El Gobierno árabe y musulmán de Sudán siguió ayer negándose a aceptar más soldados africanos en la región e insisitiendo en que él mismo desarmara a los milicianos que niega haber creado. El ministro de Agricultura sudanés, Majzub Al Jalifa, delegado del Gobierno en las conversaciones, declaró que no veía “necesaria la ampliación de tropas”, ya que “podemos desarmar a los rebeldes y a los Yanyawid”. Pero, un informe del Grupo de Crisis Internacional con base en Bruselas recalca que Jartum hace “sólo lo mínimo necesario para evitar una dura respuesta internacional”.
El Movimiento de Liberación del Sudán (MLS) y el Movimiento por la Justicia y la Igualdad (MJI) exigen un reparto más equitativo de las riquezas económicas y del poder político, aunque no se esperan grandes avances en estos puntos durante la negociación. La guerra desencadenada por estos fines en febrero del 2003 ha provocado entre 30.000 y 50.000 muertos y cerca de 1,4 millones de desplazados o refugiados.
El diálogo se inicia cuando la situación se ha convertido, según la ONU, en la más grave crisis humana del momento. Occidente, temeroso de nuevos e incontrolables conflictos, ha desplegado un intensa actividad diplomática y el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha anunciado el mayor puente aéreo desde el fin oficial de la guerra de Iraq para socorrer a la población siniestrada de Darfur.
El presidente en ejercicio de la UA, el jefe de Estado nigeriano, Olusengun Obasanjo, instó en el discurso inaugural del encuentro al Gobierno de Jartum a desarmar a los Yanyawids e insistió en que “el mundo tiene los ojos puestos en la región (Darfur)... No podemos esperar indefinidamente ante el sufrimiento de miles de hombres, mujeres y niños”. Con estas palabras, aludía el ultimátum que expira a finales de este mes, dado al Gobierno de Jartum por el Consejo de Seguridad para que restaure urgentemente la seguridad si no quiere enfrentarse a sanciones internacionales. La ONU podría adoptar medidas contra el Ejecutivo responsable de las atrocidades de Darfur y contra las empresas vinculadas al partido en el poder, el Congreso Nacional, en especial en el sector del petróleo. Ya en julio se impuso un embargo de armas a los Yanyawid.


LV, 18-VIII-04, X. Aldekoa: El desastre va a más. La Organización Mundial de la Salud (OMS) alertó ayer que los casos de hepatitis B se están multiplicando entre los refugiados de Darfur, y añadió la malaria a la lista de enfermedades que se extienden entre los desplazados. La cifra es brutal: unas mil personas mueren al día en Darfur por enfermedades provocadas por el hambre y la sed. Cada tres días, Darfur sufre una matanza numéricamente igual a la del 11-S.
La malaria es una enfermedad endémica en Sudán, pero la hepatitis B preocupa especialmente a la OMS, ya que hasta ahora era casi inexistente en Sudán y puede convertirse en endémica si no se controla a tiempo.


correoarabe.com, 12-VIII-04, Aljazeera: El presidente sudanés, Umar Hassan Al Bashir, incitó a los líderes de las tribus sudanesas, durante la reunión en Jartúm de ayer tarde, a colaborar con su gobierno para acabar con la crisis en Darfur y el desarme de las milicias de la zona. Bashir rechazó lo que ha llamado las críticas de las fuerzas del mal en la sociedad internacional hacia su país, y las acusa de esforzarse en desestabilizar Sudán. El presidente aseguró el compromiso de su país en resolver el conflicto de Darfur, señalando que su gobierno hace grandes esfuerzos en tratar la situación humanitaria, en perseguir a las bandas armadas y en asegurar la llegada de la ayuda humanitaria, además de las conversaciones de paz con los armados. Naciones Unidas acusa a Jartúm del fracaso en solucionar la crisis de Darfur y de utilizar helicópteros para bombardear las ciudades, mientras que el gobierno y el ejécito sudanés niegan estos ataques.


LV, 12-VIII-04, agcs: Horizonte pesimista para Darfur, la mayor crisis humana que hoy sufre el mundo. La amenaza de sanciones lanzada por la ONU contra Sudán no parecen haber funcionado: la milicia árabe progubernamental Yanyawid, pese a las promesas de Jartum, sigue sembrando el terror por esta región con una población musulmana de origen africano.
En un largo y detallado informe, la prestigiosa organización humanitaria Human Rights Watch (HRW) acusó ayer al Gobierno sudanés y a las milicias Yanyawid de no haber frenado las atrocidades contra civiles en Darfur. El asalto y violación de mujeres y niñas es “rutinaria y salvaje”, denuncia esta organización independiente.
A lomos de camellos y armados con fusiles de asalto kalashnikov, las milicias árabes arrasan aldeas, matan, violan y secuestran hombres, mujeres y niños sin que los soldados que el régimen de Jartum afirma haber enviado sean capaces de evitarlo. Es más: la ONU ha acusado al ejército sudanés de emplear –incluso después de la amenaza de sanciones– helicópteros armados en Darfur.
Las restricciones que el Gobierno sudanés pone para la entrada en la zona de periodistas y organizaciones humanitarias, la política de comprensión que la Liga Árabe aplica con Jartum y la oposición sudanesa a que la Unión Africana despliegue una fuerza de interposición no hacen más que agravar un conflicto territorial en el que desde febrero del 2003 han muerto más de 50.000 personas.
HRW denuncia que el Gobierno no sólo no ha desarmado a las milicias árabes, sino que las ha incorporado a la policía y a otras fuerzas de seguridad. “Lo que tiene que hacer el Gobierno sudanés es llevar a los criminales de guerra ante los tribunales y no reclutarlos para que ocupen posiciones de responsabilidad”, denuncia Pegter Takirambudde, director de la división africana de Human Rights Watch. Todo apunta a que los únicos condenados son pequeños delincuentes, pero no los dirigentes o integrantes de las milicias.
Diferentes miembros del Gobierno sudanés calificaron ayer de “contradictorias y ambiguas” las recientes acusaciones de la ONU y de Human Rights Watch. Y en una entrevista publicada ayer por el diario libanés Al Mustaqbal, el presidente sudanés, Omar Hassan al Bashir, acusa a los occidentales de explotar el conflicto para sus propios intereses. “América y Europa –afirma el líder sudanés– tienen objetivos que no pasan por la seguridad y el bienestar de la gente de Darfur (...) el tema de Darfur está atizado por gente que no pretende la estabilidad de Sudán, sino que tienen el país en su punto de mira”.
A diferencia de los rebeldes del sur del Sudán, en su mayoría cristianos y animistas en lucha contra el poder central islámico, el conflicto de Darfur no tiene una raíz religiosa: el conflicto entrenta sólo a musulmanes. Y aunque las comunidades enfrentadas tienen diferente origen –unas son de origen africano y otras son de origen árabe–, más que de una disputa entre árabes y africanos es una rebelión de grupos étnicos reprimidos por el poder central: Jartum ha beneficiado siempre las comunidades de origen árabe y discriminado a las de origen africano.
De hecho, los dos grandes grupos armados rebeldes de Darfur –el Ejército de Liberación de Sudán y el Movimiento por la Justicia y la Igualdad– no buscan la independencia, sino una mayor descentralización y un trato justo por parte de Jartum hacia las comunidades de origen africano.


LV, 5-VIII-04: Los combates se han reanudado en la región sudanesa de Darfur, donde los dos movimientos rebeldes –el Movimiento de la Justicia y la Igualdad (MJI) y el Movimiento de Liberación de Sudán– se enfrentan a las milicias árabes progubernamentales Yanyawid. Un portavoz del MJI denunció la ruptura del alto el fuego al haber sido atacados por unos cinco mil efectivos de las milicias Yanyawid en el sur de Darfur.
La Unión Africana anunció ayer que desplegará una fuerza pacificadora de unos dos mil hombres, frente a los 300 inicialmente previstos. Quienes se han desplegado ya en la zona fronteriza con Chad, en Abeche, son los soldados franceses (arriba), que están colaborando en la distribución de la ayuda humanitaria.
El régimen sudanés, por su parte, movilizó a varios miles de personas (izquierda), que se manifestaron en Jartum contra la resolución de las Naciones Unidas que exige a Sudán acabar con la violencia en Darfur en un plazo de 30 días. No a la intervención extranjera en Sudán, era uno de los lemas de las pancartas que blandían los manifestantes.


LV, 31-VII-04, agcs: Sustituir la palabra sanciones por medidas para suscitar el consenso no ha cambiado el fondo de la resolución aprobada ayer por el Consejo de Seguridad contra Sudán. La resolución 1.556 amenaza con aplicar el artículo 41, que incluye sanciones sin aplicar la fuerza armada, si el Gobierno de Jartum no desarma en el plazo de 30 días a la milicia Yanyawid. Este grupo es el responsable de la muerte en la región de Darfur de, al menos, 30.000 personas y ha forzado a más de un millón a huir de sus hogares.
China y Pakistán se abstuvieron en la votación del texto redactado por Estados Unidos y apoyado por Alemania, Chile, España, Francia, Rumanía y el Reino Unido. No hubo ningún voto en contra.
La resolución impone un inmediato embargo de armas a la milicia árabe apoyada por el Gobierno sudanés y a los grupos armados que la combaten en Darfur.
En la resolución se insta al Gobierno de Sudán a cumplir inmediatamente todas las promesas formuladas en el ‘comunicado conjunto’ del 3 de julio pasado alcanzado con la ONU, en particular la de proteger a la población civil de Darfur y permitir el acceso a la ayuda y personal humanitario.
También apoya el despliegue de observadores internacionales en Darfur, incluida una fuerza de protección liderada por la Unión Africana, por lo que pide a los países que ofrezvan recursos logísticos y financieros para esta misión de observación.
La Unión Africana, que había decidido desplegar 300 soldados en la zona, anunció ayer en un comunicado que se está planteando aumentar de manera ‘importante’ esa cifra. La nota fue distribuida tras una reunión entre el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y varios líderes africanos reunidos en Accra.
La resolución concede al secretario general de la ONU 30 días para que presente un informe sobre el cumplimiento de los compromisos del Gobierno sudanés de desarmar a las milicias Yanyawid y procesar a los responsables de violaciones de los derechos humanos en Darfur.
Dependiendo de los avances que realice el Gobierno de Jartum, el Consejo decidirá la posibilidad de adoptar ‘otras medidas previstas en el artículo 41 de la Carta de la ONU’, lo que significa una amenaza implícita de sanciones.
Dicho artículo permite la interrupción parcial o total de relaciones económicas y de comunicación aérea y terrestre a un Estado que no acate las decisiones del Consejo de Seguridad.
En el documento, se pide que los Estados adopten las medidas necesarias para impedir el abastecimiento de armas y municiones a las entidades no gubernamentales y particulares que operan en todo Darfur, al oeste de Sudán, incluidas las milicias Yanyawid.


LV, 28-VII-04, reuters: El embajador del Sudán ante la Unión Europea, Ali Yusif Ahmed, afirmó ayer que su país no prevé hacer ningún caso de las advertencias de la UE y que sólo cumplirá los dictámenes de la ONU. Según Ahmed, el plazo para desarmar a los Janjaweed –las milicias responsables de matanzas y del desplazamiento de más de un millón de refugiados en Darfur– termina el 3 de octubre, y añadió: “Si ustedes –la UE– hacen tanto ruido podríamos llegar a distraernos”.



LV, 27-VII-04, T. Alcoverro: Fui a Darfur hace unos años en el avión del presidente Omar Al Bachir. El general había ido a ese confín de Sudan, entre Libia y Chad, para asistir a la ceremonia de la baia durante la que las tribus le rindieron pleitesía. En Melit, el pequeño pueblo de los Beti, con sus calles de tierra, viviendas de adobe y chozas de paja, el presidente, encaramándose a una vieja mesa metálica encima del estrado, giraba sobre su eje al ritmo de la música, una música africana muy rítmica, enarbolando el bastón de mando de empuñadura de plata. Sudán es un inmenso estado habitado por centenares de tribus con lenguas y costumbres diferentes.
En Darfur, antes de los combates, las atrocidades y la hambruna de ahora, los pastores árabes nómadas del clan de los Ansares y los agricultores sedentarios Furs se enzarzaron en una lucha con el trasfondo de las intrigas de Libia y el resentimiento de los gobiernos del remoto Jartum, que siempre les ha desdeñado. Son las tribus del centro y del este de Sudán las que han configurado el Estado a expensas de las que viven en el oeste y, sobre todo, en el sur, cristiano y animista. Como aquellas luchas, las de ahora tienen como fin acabar con una población determinada. Es lo que Amnistía Internacional ha calificado de “genocidio”, término rechazado por el ministro de Asuntos Exteriores sudanés, Mustafa Osman Ismail, en una entrevista publicada ayer en un diario belga.
Ismail también mostró su enfado en Estambul por la advertencia de la UE, que insta a su gobierno a mejorar la seguridad y a permitir el acceso a las organizaciones de ayuda bajo amenaza de imponerle sanciones.
Es costumbre que los presidentes de la república visiten los cuatro puntos cardinales de la nación. Al fin y al cabo son sus sultanes o maleks (reyes en árabe) los que ejerciendo efectivamente la administración aseguran su lealtad al poder central.
Recuerdo que en Melit, Omar Al Bachir se despidió de las tribus moviendo el bastón al ritmo de la música mientras que, sonriente mostrando su blanca dentadura iba girando sobre la mesa de su estrado para que la muchedumbre, erguida sobre las colinas, pudiese contemplarse hasta la saciedad. Sudán, con su variedad de pueblos, lenguas y religiones, es un microcosmos del continente africano, su país más extenso.
Las tribus del Fur sólo representan una pequeña parte de población pero tienen gran importancia histórica por haber sido el fundamento del moderno estado, base del legendario Mahdi, que combatió las tropas coloniales británicas y conquistó Jartum. La guerra interminable entre el ejército y la guerrilla del sur, entre el poder de la clase dirigente árabomusulmana y los jefes rebeldes negros, animistas y cristianos, ha ocultado otros conflictos armados diseminados en este inmenso territorio.
En 1972 llegué a Juba, la capital del sur, en la zona ecuatorial de Sudán, poco después de la firma de un efímero pacto entre el presidente Gafar Al Nimeiry y los jefes secesionistas. El problema del sur es un factor constante en la política de los gobiernos de Jartum, desde su independencia en 1956 hasta el régimen de Omar Al Bachir, fundado en 1989 sobre un golpe de estado militar. Hace todavía tres años podían identificarse cinco conflictos armados desde los montes de Nuba, en el centro, habitados por tribus de fe cristiana, hasta las tierras del oeste pasando por la región del Nilo azul, bajo los que yacían intrincados intereses religiosos, tribales, petrolíferos.
El conflicto armado no ha impedido que el negocio del petróleo siga su curso. Sudán acaba de firmar un acuerdo con compañías de Francia, Gran Bretaña, China, Malasia, Emiratos Árabes Unidos y Malasia para explotar el crudo del sur y el centro.
Ha sido bajo la égida de EE.UU. como se han conseguido frágiles acuerdos de paz con los rebledes de los montes de Nuba y los de las provincias ecuatoriales del sur. Sudán, como Nigeria o Congo, es un mundo contradictorio, que sólo puede mantenerse unido por el sancrosanto principio de la inviolabilidad de las fronteras, sin el que todo el mapa geopolítico del África postcolonial se desmoronaría. Las guerras secesionistas de Katanga, de Biafra fueron la gran tragedia del despertar africano. Estos pueblos de etnias y religiones diversas están condenados a vivir en el mismo Estado.
Omar Al Bachir desde su plataforma rústica de Darfur insitió en aquel viaje de tantas peripecias, que “la tribu debe ser una unidad de promoción social y no un factor de divergencias”. El general presidente era como un actor ante su público habitual. Con sus pies calzados de relucientes botas siguió el compas de la última canción.



LV, 26-VII-04, T. Alcoverro: Darfur es una provincia del oeste de Sudán, tan extensa como Francia, en la que se encuentran yacimientos petrolíferos. Desde hace más de año y medio dos grupos rebeldes armados luchan con las milicias árabes yanyawid, mantenidas y apoyadas por el Gobierno de Jartum. Los ataques han provocado la muerte por lo menos de treinta mil personas, han ahuyentado a casi dos millones, que han abandonado sus poblados, y hay unas doscientas mil refugiadas en el vecino Chad.
Los informes de Amnistía Internacional y otras organizaciones de defensa de los derechos humanos acusan al Gobierno de Jartum de fomentar estas luchas fratricidas. La Administración Bush proyecta que el Consejo de Seguridad de la ONU adopte una resolución que dé pie a una intrervención en Sudán, a lo que se oponen China, Rusia y Francia.
La tentativa de la ineficaz Unión Africana de que el Gobierno de Omar Al Bachir y los jefes rebeldes llegasen a un acuerdo fracasó, entre otras razones, por su exigencia de alcanzar una plena autonomía regional y percibir el 15% de los ingresos de la explotación del petróleo, inciada en 1999 por las compañías extranjeras. El ELPS –el principal grupo rebelde– ha pedido el envío de tropas extranjeras para garantizar la distribución de la ayuda internacional a la población.
En los países árabes se repite la misma historia de Iraq. Nadie ha levantado la voz para denunciar las atrocidades cometidas contra las tribus de Darfur, como antaño nadie lo hizo cuando los kurdos eran aplastados por Saddam Hussein. Pero todos se han percatado ahora de que la intervención planeada tiene como principal objetivo desintegrar Sudán, pese a que su régimen, bajo las presiones estadounidenses, ha modificado su rumbo político en los últimos años, tras la expulsión de Ossama Bin Laden.


LV, 26-VII-04, I. Ramos Rioja: En los años noventa, Sudán fue refugio de personajes como el terrorista Carlos y Ossama Bin Laden. Francia no tuvo reparos en negociar con Jartum la detención de Carlos en 1994 a cambio de fotografías tomadas por satélite para localizar las bases de la guerrilla del ELPS. Ossama Bin Laden fue expulsado en 1996.


LV, 25-VII-04, agcs: El presidente sudanés, Omar Al Bachir, ha acusado a la comunidad internacional de tener como “objetivo el islam” en Sudán al presionar en relación con la crisis de la región de Darfur, al oeste del país. Las declaraciones de Al Bachir fueron publicadas ayer por el diario progubernamental Al Anbaa.
Según este periódico, Al Bachir aseguró a sus partidarios, al acabar la oración del viernes, que “el verdadero objetivo de la campaña internacional contra su país no es denunciar la situación en la atormentada región de Darfur, sino frenar el avance del islam en el país”.
La comunidad internacional está presionando como nunca a Sudán para que resuelva la crisis de Darfur, donde 10.000 personas han muerto en los últimos 18 meses por los enfrentamientos de las fuerzas gubernamentales y las milicias yanyawid con los grupos rebeldes.
Javier Solana, en representación de la UE, advirtió la noche del viernes al ministro de Asuntos Exteriores sudanés, Mustafa Osman Ismail, que su país debe desarmar a las milicias yanyawid y detener a sus líderes como “primer paso significativo” para acabar con las matanzas en Darfur. Osman Ismail visitó Bruselas para convencer a la UE de que su Gobierno está intentando acabar con las crisis en la región.


LV, 23-VII-04, M-P. López: El Papa, preocupado por las graves violencias en Darfur, región sudanesa fronteriza con Chad, despachó ayer en misión especial a Sudán al arzobispo Paul Josef Cordes, presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, ministerio vaticano para emigrantes y refugiados. Al tiempo, hizo pública una carta al prelado, dirigida ímplicitamente a las autoridades del país, en la que pide “una solución justa para Darfur”, que llegará “cuando la voz de los pueblos de Darfur se escuche y reconozca, y cuando se respeten sus derechos humanos fundamentales, especialmente el derecho a la vida, a la libertad política y religiosa, y a la existencia pacífica en sus territorios”.
El 70% de los 32,5 millones de habitantes de este gigantesco país africano –poblado por árabes en el norte y por negros en el sur– es de religión musulmana, y son cristianos el 16,7% y animistas el 11,9%, según el informe anual del 2003 de la entidad pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. La revuelta iniciada en febrero del año pasado por rebeldes de Darfur, responsabilizando al Gobierno –oficialmente no confesional, pero en la práctica islámico– de la miseria de Darfur, llevó a las autoridades a lanzar contra ellos a las milicias árabes “yanyauid”. Con el apoyo del Ejército sudanés, estas milicias se dedicaron a neutralizar a los rebeldes, a la vez que acometían lo que el secretario general de la ONU, Kofi Annan, tilda de “auténtica limpieza étnica” contra la población negra de la zona, en buena parte también musulmana. Amnistía Internacional ha denunciado la violación sistemática de niñas y mujeres por soldados y yanyauid.
Resultado: unos diez mil muertos y un millón de desplazados, de ellos 120.000 refugiados en el vecino Chad. El Gobierno sudanés y los rebeldes del Ejército de Liberación de Sudán (ELS) y del Movimiento por la Justicia y la Igualdad (MJIjército Popular-Movimiento Popular de Liberación del Sudán están ahora negociando de nuevo. Mientras, el Papa teme por la inminente estación de las lluvias, que hará más difícil la supervivencia de las gentes de Darfur, por lo que en su mensaje pide que se proteja la llegada de ayuda humanitaria, cuya distribución está amenazada por las milicias.


LV, 19-VII-04, efe: Dos facciones rebeldes de Darfur, en el oeste de Sudán, abandonaron ayer las conversaciones para lograr un acuerdo de paz en la región que se celebraban en Etiopía con mediación de la Unión Africana. La lucha ha provocado decenas de miles de muertos desde abril del 2003.


LV, 18-VII-04, John Prendergast, consejero del Grupo Internacional de Crisis, International Herald Tribune, 16-VII: Mientras el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y varios congresistas estadounidenses visitaban las áreas de Darfur bajo control gubernamental, me adentré en el territorio bajo control de los rebeldes en la misma región de Sudán. Pude presenciar las consecuencias de la limpieza étnica a cargo del Gobierno sudanés en esta región musulmana, de población árabe y no árabe. En respuesta a la rebelión promovida por grupos sobre todo no árabes en el 2003, el régimen suministró armas a las milicias Janjaweed, dándoles carta blanca para atacar. Hemos tenido constancia de los incendios de aldeas gracias a los testimonios de darfurianos que encontraron refugio en Chad. Más de un millón de personas se han quedado sin hogar y a finales de año el número de muertos puede elevarse a 300.000. (...)
Es de la mayor importancia que se dispongan los medios necesarios para posibilitar el retorno de los darfurianos a sus hogares y suministrar la ayuda humanitaria adecuada. Ahora bien, para ello es requisito indipensable alcanzar un mínimo nivel de seguridad. El inconveniente es que las Naciones Unidas y otros organismos e instituciones han aceptado un plan sudanés que implica que será el zorro el que vigile las gallinas... La comunidad internacional ha pedido al Gobierno que desarme a las milicias que contribuyó a crear y armar, y que devuelva la seguridad al campo abierto. Para ese cambio de perspectiva gubernamental sólo se dispone de 300 soldados de la Unión Africana en un territorio de la superficie de Francia. Si no hay novedad, las milicias podrán seguir matando, violando y saqueando.
Es apremiante demandar responsabilidades por estos crímenes contra la humanidad al tiempo que se despliegan fuerzas suficientes para garantizar el desarme y los acuerdos conducentes al suministro de la ayuda humanitaria. La arena del desierto no debería ser la tumba para ocultar una de las mayores tragedias de nuestro tiempo.