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insurgentes vivos

El talibán sigue vivo y coleando, según los últimos partes de posguerra. Afganistán es, casi cinco años después de que estallara el conflicto, un protectorado de la OTAN, pero la violencia, lejos de disminuir, se multiplica. ¿Qué explica la creciente actividad de los talibanes, cuyos líderes, junto con Ossama Bin Laden, se los ha tragado la tierra?

Uno de los grandes beneficiarios de la denominada guerra contra el terrorismo ha sido Pakistán, de mayoría musulmana. El país de los justos, que esto es lo que significa su nombre, ha visto recompensada su cooperación estratégica contra el talibán de maneras muy distintas. Por una parte, ha reducido su deuda exterior con Estados Unidos y, por otra, su presidente, el general Pervez Musharraf, tratado como un paria por Bill Clinton a causa del golpe que le llevó al poder en 1999, no sólo ha sido rehabilitado, sino que algunos lo ven como si fuera Ataturk, el artífice de la república laica de Turquía, otro país de mayoría musulmana.

Sobre Iraq, que era una dictadura, ha descargado una intensa tormenta; pero sobre Pakistán, que padece dos dictaduras - una militar y otra de los partidos islámicos, algunos con lazos con Al Qaeda, la organización de Bin Laden-, parece haber caído un maná. Musharraf cambió de bando y dejó al talibán, que se hizo en Pakistán, en la estacada. Pero ¿qué hace Pakistán ahora? "Exporta la inestabilidad a Afganistán", ha escrito Chris Patten, antiguo comisario europeo para las Relaciones Exteriores (What Ails Afghanistan?,The Wall Street Journal,10/ V/ 2006). "Afganistán nunca será estable a menos que el Gobierno militar (pakistaní) sea reemplazado por una democracia. Si los militares pakistaníes no están interesados en promover la democracia en casa, ¿por qué van a promoverla en la del vecino?", ha añadido Patten.

El caso pakistaní es complejo y, al mismo tiempo, curioso. Los pakistaníes que trabajan en el exterior tienen una larga tradición de utilizar un sistema no muy ortodoxo para enviar parte de sus dineros a los familiares que se han quedado en casa. Este sistema, conocido como hawala,viene de lejos, pero levanta las sospechas, ya que puede ser utilizado con fines no exactamente familiares. El sistema no exige identificación y ofrece la posibilidad de llevar el dinero de puerta a puerta por una modesta comisión, por lo que ha aumentado su control en Occidente, temeroso de que el circuito pueda ser utilizado por terroristas o por el crimen organizado.

Los controles han dado su fruto. El dinero enviado a Pakistán a través de canales legales superó los 4.200 millones de dólares en el año fiscal que terminó el 30 de junio del 2003, según el Banco Central de Pakistán. Esta cifra duplicó la de un año antes. En Estados Unidos, donde reside medio millón de pakistaníes, los envíos de dinero a través de circuitos legales se multiplicaron casi por diez en el último año fiscal, por lo que la economía pakistaní ha resultado beneficiada.

Pero ¿es seguro que sea así? Los militares pakistaníes, que han adquirido suculentas porciones de tierra estatal a precios más que razonables, también dominan los negocios y las industrias, según la denuncia de Patten. Y la cuestión es que su control de la economía parece tan interesante que representaría una seria amenaza para todo gobierno que pudiera surgir de las urnas. No es seguro, pese a todo, que alguien en Washington, cuando apuntó a Iraq, confundiera el Norte por el Noroeste.

Xavier Batalla, lavanguardia, 28-V-06