entrevista a Amartya Sen (lavanguardia)

las urnas vacunan contra el hambre

Tengo 70 años: no estoy seguro de que me hagan más sabio, pero sí de que me hacen más viejo. Nací en lo que hoy es Bangladesh y he dedicado mi vida a estudiar las causas de la pobreza de las naciones. No tengo el don de la fe, pero aun sin ella sé que soy parte de un todo al que volveré. Soy honoris causa por la Universitat Rovira i Virgili


-En mi colegio la curiosidad era más importante que los exámenes, y el mundo era algo más que el imperio británico. Fue fundado por Rabindranath Tagore...

–¡Qué gran humanista universal!

–Excelente amigo de mis padres. Pero no era una escuela para los pobres. Yo era afortunado retoño de una familia de intelectuales que enseñaba en Dhaka University. Por eso cuando tenía nueve años me asusté un día al ver un hombre extraño, sucio y derrengado cruzando el bonito patio del colegio.

–¿Qué hizo usted?

–Le pregunté asustado qué le pasaba y musitó que llevaba 40 días sin comer. Le di lo que pude. Al día siguiente había miles de famélicos cruzando el campus. Más de 100.000 hambrientos avanzaban agonizando hacia Calcuta en busca de ayuda. Eran tantos que mi abuelo me dijo que sólo podía coger un paquete de tabaco, llenarlo de arroz y dar uno por familia, porque no teníamos para todos. No entendí por qué ellos tenían que morir mientras nosotros comíamos.

–¿Y ahora lo entiende?

–Jamás lo he aceptado. Desde aquella rabia empecé años después mis estudios sobre el hambre en Etiopía y China.

–Déjeme citar su célebre frase inicial...

–“Hay hambre no porque no haya comida suficiente para todos, sino porque algunos no tienen suficiente comida”.

–¿Y adónde nos lleva su frase?

–A mí me llevó a analizar por qué en Bengala en 1943 miles de personas murieron de hambre y llegaron ante la puerta de mi colegio, donde yo traté de alimentar a algunos.

–¿Sequía, plagas, epidemias?

–No. La produccion agricola fue buena: tanto como lo había sido en años anteriores, pero los salarios de los jornaleros fueron inferiores al precio de la comida, disparado por la inflacción causada cuando el rajá fabricó billetes sin límite para pagar nuevas guerras.

–Matan más los rajás que las epidemias.

–La naturaleza siempre nos da lo suficiente para vivir. Es el abuso de poder el que nos puede matar de hambre.

–¿Sus recetas contra la pobreza?

–Organizarse. Creo en la capacidad del hombre de autogestionarse con justicia para conseguir el bienestar de todos y confío en instrumentos como el microcrédito, la educación, la sanidad libre y gratuita...

–¿Y el mercado?

–Sin él no hay posibilidad de salir de la pobreza, pero sólo con él tampoco podremos erradicarla.

–¿Qué le falta al mercado para ser justo?

–Democracia. Sólo las urnas vacunan contra el hambre. La democracia combate el subdesarrollo con eficacia. Y la prueba la tiene, por ejemplo, en cómo China sin democracia tiene cada vez más millonarios, pero está perdiendo la ventaja que llevaba a India en esperanza y calidad de vida. El desarrollo económico no es posible sin democracia.

–Yo creía que China avanzaba al galope.

–Sólo algunos chinos avanzan. Lo cierto es que el capitalismo sin democracia conduce a absurdos como que los chinos tengan que pagar de su bolsillo las vacunas. Y al compararla con la India democrática veo que la ventaja que llevaba China a India se reduce año tras año.

–¿Por qué?

–Los ciudadanos más pobres de India acaban de echar del gobierno a unos políticos que no se habían preocupado de ellos... ¡eso es sanísimo! Los próximos políticos se preocuparán más de los pobres o también perderán. En China no pueden votar para corregir así las injusticias. Una oposición democrática en China hubiera machacado a un gobierno que hubiese hecho pagar por las vacunas a los ciudadanos.

–Los tecnócratas decían que en España sólo sería posible la democracia cuando consiguiéramos 3.000 dólares de renta per cápita.

–Es una solemne estupidez. También se dijo la misma barbaridad de Pinochet: que el dictador era bueno para la economía.

–Franco, dicen aún, aseguró con su mano dura el incipiente desarrollo español.

–Tonterías risibles si no hubieran servido para apuntalar dictaduras. Franco y su dictadura, en realidad, retardaron el desarrollo español, que hubiera sido más justo y temprano con una sociedad civil libre.

–¿No hay buenos negocios sin libertades?

–¡No! Recuerde que los primeros que pidieron libertades políticas fueron los gran-des empresarios de Manchester en el Liberty Hall. Después, tanto la izquierda como la derecha autoritarias han defendido las dictaduras como imprescindibles para el desarrollo. ¡Cuando es exactamente al revés! ¡Sin democracia nos moriríamos de hambre la mayoría, aunque algunos se harían muy ricos!

–Pero todo el mundo admira hoy el progreso de la China neocapitalista.

–La falta de democracia no es su virtud, sino su gran defecto. Deje de mirar las grandes cifras que deslumbran a los economistas oficiales y fíjese en cómo vive de verdad la gente, todos los ciudadanos, y verá que sin democracia se retrocede en bienestar.

–¿Para votar con acierto no hace falta un cierto grado de cultura, riqueza y educación?

–Los más pobres de India echaron con su voto a Indira Gandhi cuando se atrevió a suprimir libertades de prensa y reunión. Ellos tal vez no sabían leer, pero sabían que sin esas libertades no progresarían.

–¿Algún ejemplo en África?

–Zimbabue fue una democracia temprana con el primer Mugabe y, pese a sufrir sequías tan devastadoras como Sudán o Etiopía, en cambio allí la gente no moría de hambre porque había mucha más justicia.

lavanguardia/lacontra, Lluís Amiguet, 29/06/2004