´Fukuyama procesa el multiculturalisme europeu´, Federico Punzi

Fukuyama procesa el multiculturalismo europeo

Me he percatado que esta vez tiene razón Francis Fukuyama, pensador que no aprecio particularmente, tratando en un largo artículo traducido por el Corriere della Sera los problemas del multiculturalismo europeo. Relamente, el título "Europa es el La Meca del Islam global" puede hacer pensar en una tirada fallaciana contra la inmigración islámica, pero no es así. La suya es, más bien, una atenta reflexión sobre la necesidad de correctas políticas de integración. Inclusión, no exclusión, es la palabra de orden. El radicalismo islámico ha tomado pie en Europa gracias a los daños provocados sea por la malentendida forma de tolerancia del multiculturalismo europeo, sea por el carácter excluyente del actual modelo social y económico continental.

El sentido de identidad a la misma comunidad nacional en los países europeos todavía es fuerte pero no es accesible a los inmigrados maghrebíes y musulmanes. A esta primera inaccessbilidad se suma la exclusión de la vida económica y social de nuestros países causada por modelos que ya privilegian los garantizados y las corporaciones.

"La integración es ulteriormente torpe porque la rígida legislación europea en materia de ocupación ha hecho difícil para los extranjeros de más reciente inmigración o para sus hijos el encontrar trabajos también algo calificados. Un porcentaje notable de inmigrados vive así de subsidios, lo que significa no tener la dignidad de dar una contribución por el trabajo a la sociedad que los circunda. Ellos y sus hijos se perciben por tanto como excluidos."

A responder al problema de la identidad de los inmigrados islámicos llega por lo tanto "una versión universalistica y pura del Islam" que explota "las mismas formas de enajenación en los jóvenes que en las generaciones anteriores se volvieron anarquistas, bolcheviques, fascistas o miembros del Baader-Meinhof. Cambia la ideología, no la psicología que está en la base". Y Europa se encuentra con jóvenes musulmanes enfadados que se hacen estallar en el metro, matan directores de cine, o se dan al gamberrismo urbano.

Según Fukuyama, se necesita en primer lugar "rectificar las contraproducentes políticas multiculturalistas que han protegido el radicalismo, y por otra parte reprimir a los extremistas. En segundo lugar, tienen que también reformular sus definiciones de identidad nacional de modo a volverlas más aptas para recibir a personas con un fondo no occidental". El primer nudo es más fácil de desatar: "la tolerancia liberal ha sido interpretada no como respeto por los derechos de los individuos sino de los grupos, algunos de los cuales intolerantes (con la imposición, por ejemplo, de quiénes las mismas hijas tienen que frecuentar o con quién casarse). Por un sentido equivocado de respeto respecto a las otras culturas, se ha dejado pues que las minorías musulmanes autodisciplinasen sus mismos comportamientos, una actitud que se casó con una aproximación corporativo tradicionalmente europea respecto a la organización social. En Holanda, donde el Estado sustenta escuelas separadas católicas, protestantes y socialistas, ha sido bastante fácil añadir un "pilar" musulmán que se ha transformado rápidamente en un gueto, separado de la sociedad circunstante". El segundo, el de una identidad nacional que sea "manantial de inclusión, no de exclusión", es más complicado.

En julio pasado probamos a poner "bajo proceso" el multiculturalismo (artículo traducido a continuación de éste, n.d.t.), a partir de las reflexiones de Magdi Allam sobre la "doble vía jurídica" y de las preocupaciones de Adriano Sofri por una convivencia con las comunidades islámicas dentro de nuestras sociedades que demasiado a menudo se vuelve connivencia con una legalidad, paralela a la estatuída, que impone violencias, brutalidad, sumisión.

Esta tergiversación sobre el sentido de la integración entre culturas y comunidades religiosas diferentes, observábamos, se ha afianzado y agravado por el espíritu concordatario que anima nuestros Estados. En vez de integrar a individuos hemos tratado de integrar comunidades, en lugar de asegurar el ejercicio de libertad y derechos a los individuales individuos, dentro de nuestras ciudades hemos concedido autonomías étnico-confesionales, si no reales relaciones privilegiadas con el Estado, a etnias y grupos religiosos en tanto comunidad. Éstas y no el individual individuo, han devenido los naturales sujetos de derecho, portadoras de instancias merecedoras de atención y destinatarias de los beneficios de diligentes alcaldes. Así, en nombre de una malentendida tolerancia, hemos cerrado los ojos sobre costumbres y comportamientos contrarios, no a nuestra cultura, no es este el punto, sino a nuestro derecho positivo basado sobre el respeto de la persona y los derechos individuales. Y acusando de "racismo" a quien demande respeto de la legalidad y mayores controles, hemos sacrificado sobre el altar del relativismo la posibilidad de una verdadera integración basada en principios de convivencia civil compartidos.

Hace falta recobrar la dimensión del individuo como sujeto de derechos, dando menor espacio a políticas públicas basadas sobre el reconocimiento identitario de éste o aquel grupo. De otro modo el riesgo es encontrarnos frente a sociedades tribalizadas, fragmentadas, faltas de centro político, dónde muchos grupos culturales afirman la misma identidad por el victimismo, el resentimiento, la ideología política. En noviembre pasado Marco Pannella puso en guardia en Radio Radical: "Si multiculturalismo significa crear situaciones concordatarias con organismos representativos de entornos religiosos u otros, soy contrario. El pluralismo es un valor que no creo tal, estoy con las posiciones de Martin Luther King: los individuos deben ser tutelados en sus derechos y cuanto más son éstos negados, más es un problema general de todos los individuos."

Federico Punzi, NotizieRadicali, 10-I-06