Alemanya: els ´convidats´ que es quedaren

Alemania: los ´invitados´ que se quedaron

Alemania reconoce que la integración de los inmigrantes no ha funcionado idóneamente.

Marc Bassets, La Vanguardia, 14-XI-05.

Llevaba trece años viviendo en Alemania y apenas sabía hablar alemán. Ahora empieza a dominarlo. Yasemin Saka, de 32 años, crió a sus dos hijos aquí. Hace dos años, se apuntó a un curso de alemán que ofrecía el Ayuntamiento de Berlín. "Quería hablar más - dice-. Quería poder hacer sola cosas de la vida cotidiana". Por ejemplo, ocuparse de los problemas de sus hijos en la escuela o visitar el médico.

Yasemin Saka es una alumna de los llamados Mütterkurse, un programa del Ayuntamiento de Berlín para que las madres inmigrantes aprendan alemán. El viernes, el ministro de Educación de la ciudad-estado de Berlín, el socialdemócrata Klaus Böger, presentó a la prensa, acompañado de esta mujer de origen turco, este pequeño éxito en la política de integración: en los últimos cinco años el número de mujeres que frecuentan estos cursos en la capital se ha multiplicado por dos, hasta las 7.500 alumnas.

Los Mütterkurse son un modesto avance en un país en el que, en las últimas décadas, no ha habido políticas de integración decididas y, si las ha habido, no han funcionado, según responsables políticos, expertos y representantes de la comunidad turca, la minoría más numerosa en Alemania. Ahora los disturbios en las periferias francesas han reabierto el debate sobre la integración de los inmigrantes en Alemania.

"Durante cuarenta años se ha negado la realidad. Alemania no ha aceptado que es un país de inmigración. Se ha hecho como si la inmigración fuese un fenómeno pasajero", explica Eren Ünsal, la portavoz de la Asociación Turca de Berlín y Brandemburgo.

Alemania recibe inmigrantes desde antes de existir como Estado unificado. Una exposición que puede verse en el Museo de Historia Alemana de Berlín deja constancia de ello. Protestantes holandeses en el siglo XVI, polacos que emigraban a la cuenca minera del Ruhr en el siglo XIX, italianos, turcos y españoles atraídos por el milagro económico de la posguerra...

Alemania es un país de inmigración desde hace quinientos años. Aunque en los últimos años pocos dudaban de que esto fuera así, legalmente no lo ha reconocido hasta enero del 2005, cuando entró en vigor la ley de Inmigración.

Cuando a medidados de los años cincuenta llegaron los primeros turcos, a los que seguirían los italianos y los españoles, éstos eran Gastarbeiter (trabajadores invitados). Llegaban para suplir la carencia de mano de obra durante una era de crecimiento exorbitante y regresar a sus países cuando hubiesen acabado el trabajo.

Muchos españoles regresaron. Pero la mayoría de los turcos se quedaron, trajeron a sus familias y construyeron sus vidas aquí. Hoy viven en Alemania cerca de dos millones y medio de ciudadanos turcos o de origen turco. Durante décadas, sin embargo, las autoridades cerraron los ojos. Hubo varios intentos de integración, pero ninguna respuesta meditada y general en toda Alemania a la inmigración.

Entre la derecha, que instaba a los inmigrantes a adaptarse a la cultura alemana o marcharse, y la izquierda, que apelaba al respeto a la diversidad, este país - aún bajo el peso de la culpa por el racismo nazi- acabó por adoptar la política del hacer y dejar hacer. Miles de turcos - y turcas, como Yasemin Saka, que al quedarse en casa con los hijos lo tienen más difícil para integrararse- pasaron años sin hablar alemán.

La crisis económica puede agravarlo. "Antes el trabajo servía para integrar. Ahora, si no tienes trabajo, te queda en casa o vas al café y sólo hablas en tu lengua materna", dice el ministro berlinés Klaus Böger.

En un ensayo titulado Tolerancia fatal. Los musulmanes y nuestra sociedad abierta,el periodista Günther Lachmann escribe: "Todavía viven en Alemania dos sociedades separadas: una definida por sus orígenes cristianos, que, sin embargo, se ha secularizado ampliamente, y otra islámica". Los guetos y la marginación de muchos jóvenes de origen turco han llevado a algunos comentaristas a trazar paralelismos entre Francia y Alemania. "También entre nosotros hay, entre los turcos y los inmigrantes de la antigua Unión Soviética, jóvenes que no han terminado los escolaridad, sin formación, sin trabajo y sin conocimientos suficientes de alemán", dice al semanario Die Zeit el democristiano Wolfgang Schäuble, futuro ministro del Interior de la gran coalición de la canciller Angela Merkel.

Ünsal, de la Asociación Turca, advierte: "Puede imaginarse que, si las cosas no cambian, dentro de unos diez años grupos de jóvenes vayan a las barricadas". Ünsal cree que, además de fomentar el aprendizaje de la lengua, hay que integrar a los jóvenes en el mercado laboral. Ahora bien, en Alemania los guetos "no son tan cerrados" como en Francia, dice. Así, Kreuzberg, un barrio turco de Berlín, está en el centro de la ciudad y la población está mezclada.

Las cosas han empezado a cambiar en los últimos años, con el canciller saliente, el socialdemócrata Gerhard Schröder. En el 2000, una ley revolucionaria abolió el obsoleto derecho de sangre: permitió a todo hijo de inmigrantes nacido en Alemania acceder a la nacionalidad alemana y facilitó el acceso al pasaporte alemán a quienes llevasen ocho años en el país. La nueva ley de Inmigración obliga a quienes deseen quedarse a aprender alemán. Y ahora el nuevo gobierno de democristianos y socialdemócratas promete en su programa electoral un nuevo paso en aras de la integración: obligar a quienes aspiren a la nacionalidad alemana a una especie de juramento de la Constitución.