Països Baixos: del multiculturalisme a la integració per llei

Países Bajos: del multiculturalismo a la integración por ley

Los Países Bajos están asumiendo que su famosa tolerancia hacia los extranjeros escondía más bien indiferencia.

Beatriz Navarro, La Vanguardia, 15-XI-05.

Los Países Bajos están dando un acelerado giro de 180 grados a su política de integración. Reciben extranjeros desde hace décadas, pero hasta hace escasos años no habían admitido que eran inmigrantes y no sólo gastarbeiders -trabajadores invitados- que contribuyeron al renacer económico del país tras la Segunda Guerra Mundial. Como en Alemania, siempre se pensó que esos invitados se irían algún día y Holanda nunca se hizo muchas preguntas respecto a la integración de esas comunidades. Desde que el político derechista Pim Fortuyn rompió con este tabú y desde el asesinato del provocador cineasta Theo Van Gogh, la tradición de tolerancia religiosa del país está a prueba.

De fomentar las diferencias y la identidad cultural de los inmigrantes, Holanda ha pasado en pocos años a hacer obligatoria por ley su integración en la cultura nacional. El país que hizo de la multiculturalidad su bandera de identidad quiere ahora minimizar las diferencias de su sociedad por la vía rápida. La nueva ley sobre inburgering, naturalización, se acerca al final de su trámite parlamentario y en breve impondrá exámenes de lengua y cultura neerlandesa no sólo a los inmigrantes que quieran entrar en el país, sino a aquellos que llevan décadas asentados, a 350 euros la prueba. Los procedentes del primer mundo estarán exentos de éstas.

Conscientes de que muchas de estas personas son analfabetas, sobre todo las mujeres de primera generación de inmigrantes que llegó al país, los exámenes podrán ser sólo orales. La ley afectará a unos 450.000 residentes. Además, la ministra de Inmigración, Rita Verdonk, conocida como Rita de Hierro por no tener pelos en la lengua -tras el asesinato de Van Gogh hizo una declaración de guerra al islam radical-, se plantea prohibir por ley el uso de la burka. Toda una declaración de intenciones en un país que tiene sus raíces en la tolerancia religiosa y el respeto a las libertades individuales como fórmula de convivencia.

Un diez por ciento de la población holandesa es de origen extranjero, porcentaje que se eleva hasta el 19% si se cuenta la segunda generación ya nacida en el país. La mayoría proceden de Turquía, Marruecos, Surinam o las Antillas Holandesas y Aruba llegaron entre los años 50 y 80. Eran los años de la posguerra, un conflicto que se cobró la vida de más de 100.000 judíos en Holanda. La memoria histórica convirtió en tabú todo lo que pudiera relacionarse con el racismo. La sociedad holandesa está asumiendo ahora que la famosa tolerancia hacia los extranjeros escondía más bien indiferencia.

De repente, han descubierto sus peligrosos frutos y el Gobierno que dirige el conservador Jan Peter Balkenende en coalición con los liberales y reformistas ha optado por un endurecimiento de su política migratoria y de asilo. El 2004, se realizaron 14.910 expulsiones de solicitantes de asilo y el Gobierno calcula que hay otros 26.000 refugiados que correrán la misma suerte en tres años. Esta política de mano dura se complementa con una intensa campaña de información pública sobre la inmigración. En las televisiones se suceden los reportajes sobre la población extranjera, historias de éxitos y de fracasos y de chicas que quieren ser la nueva Claudia Schiffer "pero con la cabeza cubierta".

También Holanda tiene sus banlieues sensibles, con miles de jóvenes frustrados, marginados en el desempleo y con alarmantes signos de radicalización. Barrios como Transvaal o Laakkwartier, en La Haya, plagados de antenas parabólicas que sintonizan las cadenas turcas o marroquíes, de la misma manera que al otro lado de la ribera mediterránea buscan las ondas europeas del bienestar. Holanda les ha permitido crear y les ha subvencionado sus propias escuelas islámicas, en virtud de la ley que admite la segregación religiosa en la educación, un principio sagrado en las tierras bajas en que conviven católicos y protestantes.

El efecto de contagio de las revueltas de Francia ha sido limitado pero ha llevado a los políticos a hacerse preguntas. "En los últimos años, Holanda se ha acercado mucho al modelo francés. Rita Verdonk es una gran fan de ese sistema", ha afirmado el sociólogo Jan Willem Duyvendak en la radio nacional, muy distinto al modelo holandés, que dejaba margen para la expresión de las diferencias culturales y religiosas. Pero esa transición acelerada tampoco tiene garantizado el éxito.