Papistes sota la corona anglicana

Papistas bajo la corona anglicana.
Casi seis millones de británicos son católicos en un país sin separación entre Estado e Iglesia anglicana.

El estatus del catolicismo en la política y en la sociedad británicas aparece marcado por una historia sangrienta de rivalidades y guerras sucesorias que eventualmente ganaron los protestantes, el papel de la religión en el conflicto irlandés, y la tradición racionalista y liberal de un país como el Reino Unido, que por lo general rechaza el dogma y presume de la tolerancia como rasgo determinante de su carácter nacional.
Con casi seis millones de fieles (alrededor de un diez por ciento de la población), se trata de la segunda religión del país por detrás de la anglicana (oficial y cuya fe profesa un 29 por ciento de los británicos), y por delante de los musulmanes (más de un millón y medio), presbiterianos, metodistas, sijs, hindúes y judíos. Su historia de los últimos trescientos años es la de una progresiva normalización desde que el protestante Guillermo de Orange derrotó a Jaime II en la batalla por el trono, y una ley de 1689 prohibió que futuros reyes fueran papistas o contrajeran matrimonio con un católico.
Gran Bretaña es un país eminentemente secular, donde tan sólo un diez por ciento de los ciudadanos afirma tener un "interés activo" por la religión (frente a casi un cincuenta por ciento en Estados Unidos). Lo mismo entre católicos que protestantes, un noventa por ciento de la población no va a misa ni participa en los ritos religiosos, y el número de jóvenes que estudian sacerdocio en los seminarios ha decaído considerablemente en las últimas décadas hasta convertirse en un grave problema para los cultos establecidos. Diversos monasterios y conventos han tenido que cerrar sus puertas.
La estigmatización del catolicismo se ha diluido enormemente con el paso del tiempo, hasta el punto de que el líder de la oposición (el conservador Michael Howard, judío) se ha declarado partidario de que un católico pueda ser rey, y se especula que probablemente se cambiarían las leyes en el caso de que el príncipe Guillermo, número dos en la línea de sucesión, quisiera casarse con una chica que profesara la fe de Roma. La duquesa de Kent, esposa del primo de Isabel II, fue la primera persona de la familia real británica que se convirtió a esa religión desde que Enrique VIII rompió lazos con el Vaticano.
Aun así, ser católico tiene un punto sutil de antiestablishment en el Reino Unido, por esas razones históricas, por la identificación con el nacionalismo irlandés, porque no existe una separación entre Iglesia y Estado, y porque el rey es al mismo tiempo la cabeza de los anglicanos y su "defensor de la fe".
En la Cámara de los Comunes y en el Gabinete hay católicos, pero el primer ministro Tony Blair profesa la religión oficial aunque antes de llegar a Downing Street iba a misa los domingos con toda la familia en una iglesia católica del barrio londinense de Islington. El ministro de Sanidad, John Reid, es católico, así como la ministra de Educación, Ruth Kelly, cuya proximidad al Opus Dei se ha convertido en tema de debate político dado que podría verse obligada a tomar algunas decisiones (en temas como la promoción de los anticonceptivos o el aborto) donde la posición del Gobierno laborista choca frontalmente con el dogma del Vaticano.
A pesar de la naturaleza eminentemente laica de la sociedad británica, donde la presencia de la religión es más institucional que de la vida cotidiana, la división entre católicos y protestantes mantiene connotaciones tribales entre las clases bajas que se manifiesta a través del fútbol, y de rivalidades como las del Celtic y el Rangers en Glasgow, el United y el City en Manchester, y el Everton y el Liverpool, consecuencia de los movimientos migratorios y la llegada masiva de irlandeses durante la revoluición industrial. El azul es considerado como el color protestante, y el verde como el católico.
La Iglesia católica -encabezada por el cardenal Cormac Murphy O´Connor- ha criticado sin ambages la guerra de Iraq y defendido el respeto al derecho internacional, pero en temas sociales es mucho más conservadora que la anglicana, que en Escocia bendice las uniones homosexuales, y en Inglaterra ha ordenado a mujeres sacerdotes, tolera el divorcio como una realidad social, se muestra abierta a la investigación de células madre y acepta la importancia del uso de anticonceptivos para prevenir enfermedades como el sida, que se cobra millones de vidas en África.
El catolicismo británico es en conjunto uno de los más liberales, fruto de los valores victorianos y de que su normalización se desarrolló en el siglo XIX dentro de un clima apolítico de tolerancia y respeto a las libertades individuales, ajeno a las luchas ideológicas entre la derecha y la izquierda. Aún así, los católicos del Reino Unido critican más que los anglicanos lo que consideran la excesiva "secularización" y "relativismo moral" de la sociedad contemporánea.

Rafael Ramos, lavanguardia, 5-IV-05.