França: banderes a mitja asta en el bastió laic

Francia: banderas a media asta en el bastión laico
El eco de la desaparición del papa Wojtyla revive la vieja polémica entre religión y Estado en Francia

Un siglo después de la ley que impuso la separación estricta entre Iglesia y Estado y zanjó de forma drástica el largo conflicto entre el poder político y el catolicismo dominante, el eco de la muerte de Juan Pablo II ha hecho aflorar de nuevo las singularidades y contradicciones de la excepción francesa en materia religiosa. Considerada por el Vaticano como hija mayor de la Iglesia y, sin embargo, autoproclamada como bastión del laicismo, Francia certifica una vez más su peculiar doble condición con la tormenta surgida en torno a la orden del Gobierno de colocar las banderas a media asta en las sedes oficiales y escuelas públicas. ¿El laicismo a media asta?, tituló Libération ante el despliegue de duelo, mientras Matignon se amparaba en la tradición republicana dispensada a los jefes de Estado con los que Francia mantiene "relaciones privilegiadas".
No es por azar que uno de los últimos grandes éxitos de librería en Francia sea el Tratado de ateología (Grasset, 2005), un alegato sin concesiones contra lo que el irreductible filósofo Michel Onfray califica de "sobredosis de lo sagrado, la religión y el monoteísmo", que sucede a la fascinación producida por el inevitable Código da Vinci. La legislación francesa prohíbe recoger en los censos oficiales toda adscripción de credo o raza de los franceses, pero al menos el 27% de ellos se declara sin religión, según un amplio sondeo realizado hace apenas dos años por el instituto CSA. La ley del velo islámico ilustra el rebrote laicista de Francia frente a los nuevos liderazgos religiosos, en este caso del islam, que tiende a ocupar hoy el epicentro del viejo conflicto entre laicidad y religión librado hasta hace un siglo por los católicos.
La secularización del país y el dogma constitucional de la laicidad explican acaso que Jean-Pierre Raffarin firmara en el diario católico La Croix un encendido elogio del legado del Papa Wojtyla omitiendo su condición de primer ministro, sin poder evitar por ello nutrir la vieja polémica franco-francesa sobre la estricta neutralidad religiosa del Estado. El debate afecta al propio Chirac, quien, además de presidir la gran misa del pasado domingo en Notre Dame, no ha vacilado en aplazar su desembarco en la campaña del referéndum europeo para poder asistir mañana a los funerales del Pontífice.
El peso del laicismo en el país no impide, sin embargo, que seis de cada diez franceses se declaren católicos.Tanto Chirac como, sobre todo, Raffarin pertenecen al 62% de creyentes acreditado por el sondeo. Las estadísticas de la jerarquía católica francesa elevan la cifra al 77,5%, lo que representaría un total de 46,1 millones de personas sobre los 60,2 millones de habitantes de la Francia metropolitana. En cualquier caso, las encuestas revelan que más de la mitad de los católicos no practica la religión y el resto se reparte en una cuarta entre los practicantes ocasionales y en una mínima quinta parte para los fieles que frecuentan la iglesia. Está constatado que el número de bautizos desciende progresivamente desde los primeros años del último decenio -de 432.701 en 1993 a 385.460 en el 2002-, en sintonía con la imparable sangría de vocaciones: a principios de los noventa había casi 31.000 sacerdotes en Francia, reducidos a 23.542 diez años más tarde, al mismo tiempo que cae el número de seminaristas. Hoy ni siquiera llegan al millar.
Pese al multitudinario éxito obtenido en 1997 por Juan Pablo II en París durante una de sus célebres Jornadas Mundiales de la Juventud, así como el fervor despertado por su última visita a Lourdes, el enérgico conservadurismo del desaparecido pontífice en materia social y moral individual ha contribuido a alentar el alejamiento o deserción en sectores católicos de Francia, donde hasta los propios obispos tienen muy presente el enorme apego de los ciudadanos a la distinción entre esfera pública y privada y a los valores republicanos como la laicidad. Los propios prelados de París yVersalles han rechazado la presión de algunos movimientos católicos para abrir el Estadio de Francia con el fin de agrupar a los jóvenes para seguir los funerales del Papa por televisión. "Parece razonable ahora permanecer centrados sobre Cristo, la vida y el futuro de la Iglesia, más que sobre el culto a la personalida de nuestro difundo Papa", reza la nota del obispo Eric Aumonier
La vida política muestra toda clase de matices. El presidente Chirac, que cada año se exhibe junto a su devota esposa, Bernadette, en Brégançon saliendo de misa, ha sido el líder europeo que más se ha opuesto al reconocimiento del legado del cristianismo en la Constitución de la UE, del mismo modo que el muy católico Giscard no dudó en hacer aprobar en su día la ley del divorcio. La última prueba de la singularidad político-religiosa francesa lleva la firma del dirigente democristiano François Bayrou, quien ha sorprendido a propios y extraños al criticar la orden de poner las banderas a media asta.

Francia (62 millones de h.): cat: 62%, sense rel: 27%, musul: 6%, prot: 2%, jws: 1%, altres: 2%.

J.R. González Cabezas, lavanguardia, 7-IV-05.