Polònia: el fràgil baluard de l´Est

Polonia: el frágil baluarte del Este
Los ritos y el nacionalcatolicismo prevalecen sobre el mensaje del Papa

Es un tópico que los millones de católicos polacos –cerca del 95% de los 39 millones de habitantes de Polonia pertenecen a esta religión– constituyen uno de los pilares de la Iglesia católica en la Europa contemporánea. Es igualmente un tópico recordar que con la elevación del cardenal Karol Wojtyla a la Santa Sede el catolicismo polaco aportó a la Europa secularizada un espíritu cristiano más consciente, firme, devoto e incluso fervoroso y tradicionalista, una religiosidad popular de masas. Pero el catolicismo polaco tiene más debilidades de lo que a primera vista parece.
La millonaria marea humana, entristecida, enmudecida y muchas veces llorosa, que fue llenando los templos a lo largo y ancho de Polonia desde que comenzó la agonía de Juan Pablo II y se fue vertiendo sobre las plazas y calles y explanadas hasta la ceremonia funeraria, fue una culminación de la ola religiosa que ha recorrido Polonia durante un cuarto de siglo, a rachas, desde la elección de este Pontífice en cada una de las nueve veces que visitó su patria. Pero la influencia que el pontificado del Santo Padre polaco ha ejercido sobre su propio pueblo es todo menos clara. Es pronto para decir cuán profunda será la estampa que imprimió Juan Pablo II sobre el catolicismo de los polacos, pero ya hoy cabe decir que su mensaje universal, humanista, cristiano y ético ha calado menos hondo que el ritual religioso y la simple identificación popular con el Sumo Pontífice.
El pontificado de Juan Pablo II ha reforzado sin duda el orgullo na-cional de los polacos y, con él, ensalzó la vertiente nacionalista del catolicismo. Para todos es obvio su papel crucial en la liberación espiritual de los polacos de la opresión doctrinaria del régimen comunista al término de los setenta, que primero condujo al nacimiento de Solidarnosc y nueve años más tarde a la re-cuperación de la independencia nacional y la democracia.
Pero es una paradoja que el primer Papa que pidió perdón por la conducta de la Iglesia en la Inquisición, durante la conquista de las Américas o por las represalias contra los judíos, no haya podido desarmar el ambiente cerril, nacionalista, intolerante, xenófobo y antisemita que muy a pesar y en contra de las enseñanzas de su máximo y venerado pastor cultiva un importante sector de la jerarquía católica y de la feligresía. Es todo un reflejo de la incapacidad cómplice de la Iglesia católica polaca, tan unida, centralizada y jerarquizada en otros aspectos, que durante casi diez años no haya metido en cintura a la más popular emisora católica, Radio María, pese a su desafiante propaganda de odio nacional y religioso, antisemitismo, antieuropeísmo, que reúne a cerca de 5 millones de oyentes y es la negación del magisterio de Juan Pablo II. La pervivencia de este tipo de catolicismo es más difícil de comprender, ya que después de la Segunda Guerra Mundial Polonia se homogeneizó nacional y religiosamente por haber perdido casi cuatro millones de judíos, 2,5 millones de alemanes, más de 3 millones de ucranianos y bielorrusos.
El pontificado de Juan Pablo II, por extender la autoridad moral de ese gran polaco más allá del ámbito eclesial, frenó en Polonia, no sólo dentro de la Iglesia sino también en el mundo laico, el debate sobre temas discutidos en la Europa Occidental como el aborto, los anticonceptivos, la ordenación de las mujeres, el celibato sacerdotal, casos de pedofilia en el clero.
Pero este debate llegará inevitablemente y los tabúes se levantarán, porque por debajo de la devoción externa, ritual y manifiesta, también en Polonia va avanzando la secularización propia de la Europa moderna. Y también en Polonia el grado de observancia de los preceptos de la fe católica es mucho menor de lo que pudiera indicar la manifestación pública de la fidelidad católica de los polacos.

POL: 39 milions. Cat: 95%; ort: 1’66%; prot: 0’33%; jws: 0’1%; alt: 2’9%.

Maciej Stasinski, lavanguardia, 10-IV-05.