Xina: catňlics a la civilització sense Déu

China: católicos en la civilización sin Dios
Aunque en China son una gota de agua en el océano, los diez o doce millones de católicos chinos son más que los de Irlanda

Asediada entre vallas publicitarias, un comercio de ropa que emite música de lata a todo volumen y un enorme centro comercial en construcción, aparece la iglesia. Es de ladrillo gris, de aspecto abandonado, con los caracteres en blanco que avisan de una pronta demolición, pintados en una de sus alas. El edificio está medio escondido, en pleno centro de Baoding, una ciudad de un millón de habitantes de la provincia de Hebei, a apenas dos horas en tren de Pekín.
Baoding es uno de los baluartes del catolicismo en el norte de China y entre las decenas de sacerdotes y obispos católicos entre rejas que hay en este país, algunos son oriundos de aquí. Mientras un vigilante observa al turista extranjero, aparece el señor Yuan Guocai. Bajito, desarrapado y profundamente creyente. Se arrodilla ante la iglesia, toca el suelo con a frente y se santigua, antes de entrar. Habla de su fe con pasión, pero... no se ha enterado de que el Papa ha muerto. "¿Aquel señor de blanco con el gorrito y la paloma en el hombro?, sí, claro que sé que existe, ahora que usted me dice que ha muerto, me siento emocionado porque es la cabeza de nuestra comunidad, nuestro guía y más alto representante, gracias a él sabemos lo que Dios piensa", dice.
Detrás de él, una pareja joven de aspecto angelical, reza con devoción ante una imagen de la Virgen: tampoco ellos saben que el Papa ha muerto. El señor Yuan, expone, sin el menor temor, la situación de los católicos en China. "El Gobierno está en un término medio, ya no es represor, pero tampoco deja de controlarnos, ¿por qué?, porque la nuestra es una religión que viene del extranjero y no quiere que nos organicemos demasiado", dice.
La situación de los católicos en China es única, no tanto porque sea el mayor Estado comunista,sino por algo mucho más profundo: porque la suya es la única gran civilización sin Dios. Cuando las grandes religiones monoteístas arraigaron en el mundo y llegaron aquí, China ya llevaba siglos viviendo en un universo ético-moral, laico, situado por encima de toda religión. En la civilización china, "la vida se acepta como un caos en el que el hombre intenta vivir sin preocuparse mucho de esquemas conceptuales ni ideales que la expliquen", dice José Ramón Álvarez, eminente sinólogo español residente en Taiwán.
El confucionismo, anterior a Cristo, desacraliza la vida y el taoísmo critica radicalmente todo sistema positivo que pretenda gobernar la vida humana. Sobre ese entramado, China aceptó, de una u otra forma, todas las religiones, pero la pretensión de que alguna de ellas fuera "única y verdadera", era vista como un insulto al intelecto y una primitiva pretensión. Esa civilización blindada contra el idealismo religioso, convirtió la prédica en algo parecido a arar el mar. En 1949, después de tres siglos y medio de una abnegada labor misionera iniciada en 1583 por el jesuita Matteo Ricci, sólo había en China tres millones de católicos. La refinada labor de Ricci y sus sucesores fue truncada en 1724 por un veto imperial.
En el XIX el catolicismo regresó junto con las cañoneras del imperialismo europeo y sus narcotraficantes, para ser pasado a cuchillo por la revuelta bóxer de final de siglo. En la primera mitad del siglo XX hubo una fase de gran implantación, truncada por la guerra y la revolución. El maoísmo fue duro con todo, también con la religión, y encarceló a la mayoría de los sacerdotes. Que el Vaticano anticomunista de Pío XII amenazara con la excomunión a todo católico que cooperara con el régimen, y que luego acabara siendo el único Estado europeo que reconoce a Taiwán -que Pekín considera provincia rebelde-, tampoco facilitó las cosas. China rompió relaciones con el Vaticano en 1951.
En China hay entre seis y ocho millones de católicos asociados a la Iglesia católica no oficial o subterránea y otros cuatro millones vinculados a la llamada Asociación Católica Patriótica, controlada por el Estado. Esta división ya no es muy estricta y entre ambas iglesias hay una red de complicidad, que en algunas zonas -el caso de Cantón- borra por completo toda diferencia. Aunque entre una población de 1.300 millones sean como una gota de agua en el océano, los diez o doce millones de católicos chinos son más que los de Irlanda.
El vínculo internacional de casi todas las religiones, pone particularmente nervioso a un Estado cuyo estricto control de lo sagrado tiene una tradición secular. Los encarcelamientos, torturas y las demoliciones de iglesias no redujeron el número de practicantes, sino que, más bien aumentó su politización. Hoy, el cardenal Gong Pinmei, que pasó muchos años en las cárceles chinas, mantiene la guerra fría contra el Gobierno chino desde Estados Unidos, pero los tiempos están cambiando. En los ochenta, el Estado reabrió los seminarios y en el 2000 se estimaba que había en el país 2.200 sacerdotes y mil seminaristas legales, más otros 700 no oficiales. Aunque la represión continúa, la situación de los católicos ha mejorado. Hay mucha más libertad de culto, pero la relación entre Roma y Pekín es definida como "un complejo juego de cooperación y conflicto".
Xina: 1300 milions. sense rel: 86'1%; buds: 8%; muslm: 1'4%; catsVat: 0'4%; catsRPX: 0'4/0'8%; prots.indep: 0'8/1'2%; prots.RPX: 2'5%.

16-IV-05, Rafael Poch, lavanguardia, 16-IV-05.