´Política de espera en Siria´, Yazid Sayigh

La crisis siria ha entrado en una  fase de estancamiento perjudicial que puede prolongarse durante la mayor parte del año en curso. Presiones externas y desafíos internos han continuado y continúan caracterizando la situación. Es evidente que el régimen no ha podido sofocar la revuelta y es muy improbable que lo consiga en lo que resta de año. Pero la oposición - tanto en el exilio como el grueso de ella en el interior del país-parece asimismo incapaz de unirse y cohesionarse o de ampliar el alcance de su radio de acción y de poner a punto nuevas medidas de presión para reforzar sus posibilidades de hacer frente al régimen a fin de desgastarlo y debilitar sus recursos coercitivos.

La misión de los observadores de la Liga Árabeen Siria está condenada al fracaso, aunque puede morir de muerte lenta.

La Liga Árabeha advertido que, en último término, puede volver a imponer el boicot económico que declaró el pasado mes de noviembre o bien adoptar otras medidas tales como imponer un bloqueo del transporte aéreo civil a Siria y desde Siria como, asimismo, recabar alguna iniciativa de las Naciones Unidas. No obstante, la imposición de un nuevo boicot puede representar semanas o meses.

El régimen sirio sigue teniendo un considerable margen de maniobra, lo cual obedece en parte al hecho de que el Consejo de Cooperación del Golfo, que ha liderado hasta ahora las gestiones de la LigaÁrabefrente a Siria, no parece disponer de un plan bien trazado ni tampoco ha optado por impulsar un traspaso de poder, a diferencia del caso de Yemen, en que tal fue su objetivo declarado desde un principio.

No es menos importante dejar constancia del endurecimiento de la actitud rusa y china contra la política estadounidense, y occidental en general, hacia Siria, que promete impedir una acción eficaz a cargo de las Naciones Unidas y procurará que Iraq se incline a suministrar a su homólogo sirio un balón de oxígeno.

El factor esencial radica en que no se producirá una intervención militar externa capaz de catalizar una caída interna del régimen o de acelerar el fin del apoyo con que este pueda contar de parte de la clase media para, en último término, lograr inclinar la balanza del equilibrio interno de fuerzas en Siria. Ni Estados Unidos ni la Unión Europea repetirán su actuación en Libia por varias razones y, aunque Turquía está dispuesta a apoyar sanciones económicas más duras, no asumirá la losa de una intervención militar. No habrá una zona de exclusión aérea ni refugios bajo protección militar a lo largo de las fronteras o pasillos humanitarios para socorrer a la sitiada población siria. Frente a algunas afirmaciones que circulan últimamente, no es cierto que el régimen sirio pueda caer sólo con un empujoncito.

Sigue controlando firmemente Damasco y Alepo, donde, pese a que la situación económica se está haciendo más difícil, la clase media sigue dando escasas muestras de intranquilidad y menos aún de una posible acción colectiva. Las fuerzas y servicios de seguridad, sin duda, acusan los efectos de la situación, pero siguen siendo leales al sistema y mantienen su cohesión. Prosigue el goteo de deserciones en el seno de las fuerzas armadas, pero se aprecian escasos signos de que vaya a convertirse en un torrente.

Las milicias del Ejército Libre Sirio no pueden representar una amenaza militar estratégica sin contar con zonas seguras bajo protección militar externa. Parece claro que el régimen ha decidido renunciar a controlar determinadas zonas rurales poco pobladas y mantener acuarteladas el grueso de las fuerzas armadas, y dedicar las unidades más leales a garantizar el control de las ciudades principales y de las fronteras.

El régimen sirio puede sobrevivir aún durante cierto tiempo en las actuales circunstancias. Mucho se ha especulado sobre la desastrosa caída del 30% del PIB en el 2011, pero otras experiencias del mundo árabe muestran que este factor no basta para echar abajo un régimen: Iraq sufrió un desplome mucho mayor en 1990 y la Autoridad Palestina tuvo una caída del 40% respecto de los niveles de 1999 tras el estallido de la segunda intifada:Libia, por su parte, de economía dependiente de la exportación de petróleo, sobrevivió a una década y media de sanciones.

Diversas realidades explican que Siria - el país, y no sólo el régimen-pueda resistir una notable presión: la porosidad de sus fronteras y el auge de la economía sumergida basada en el contrabando, la diversificación de su economía y el relativo nivel de desarrollo de su sector privado. Además, Iraq votó contra el boicot económico árabe, Líbano se abstuvo y Jordania votó a favor pero solicitó una exención de su aplicación; incluso Turquía, que aprobó el acuerdo de la Liga Árabe,ha de cerrar aún su frontera.

El estancamiento que se está produciendo se ve reforzado también por el hecho de la transformación de la crisis siria en una nueva contienda geopolítica entre los principales protagonistas de la región y las potencias globales. Tal circunstancia aumenta el riesgo de violencia de bajo nivel entre facciones, pero reduce el de abierta guerra civil.

Cabe referirse a dos posibilidades. En primer lugar, ciertos elementos de la comunidad alauí - tal vez sus líderes tradicionales y religiosos y posiblemente los mandos militares procedentes de círculos exteriores cercanos a la familia y el clan de El Asad-pueden llegar a la conclusión de que sólo pueden perder en el caso de un conflicto o una guerra civil prolongados, de modo que presionan a Bashar el Asad para negociar mientras este posea suficiente poder como para tratar de alcanzar un acuerdo en términos favorables.

Ahora bien - segunda posibilidad-,si ello no tiene lugar o bien se intenta pero sin éxito, el régimen se verá privado de base gradualmente hasta la llegada de un momento crítico en que su poder empiece a desmoronarse a lo largo y ancho del aparato del Estado y se desencadene una cascada de deserciones y abandonos al constatar tanto las fuerzas armadas como la población de las ciudades principales que el régimen ya no puede resistir o contraatacar. Pero este aspecto puede llevarnos más allá del 2012.

 

 15-I-12, Yazid Sayigh, investigador asociado del Centro Carnegie para Oriente Medio de Beirut, lavanguardia