lŽavinguda Sàkharov, el Tahrir rus?

Las cintas blancas y el humor ruso se han convertido en símbolo de las protestas de la oposición. Muchos manifestantes agitaban ayer preservativos inflados como si fueran globos. Era su forma de reírse del primer ministro, Vladímir Putin, quien tras las protestas del día 10 intentó hacer un chiste en televisión al decir que había confundido las cintas blancas prendidas en el pecho de la gente con condones.

Decenas de miles de personas llegaron ayer a la avenida Sajarov de Moscú con un solo grito: "¡Rusia sin Putin!" Con el mismo grito se fueron cuatro horas después, pero prometieron regresar si el poder vertical creado por el actual primer ministro no cumple sus exigencias. Los cinco grados bajo cero del invierno ruso no impidieron que acudieran incluso más manifestantes que el pasado día 10, durante la primera manifestación Por unas elecciones justas. Estas protestas son las más graves a las que ha hecho frente el Kremlin desde la disolución de la URSS hace 20 años.



El primer ministro Vladimir Putin, que llegó al poder hace 12 años y que se apresta a permanecer en el Kremlin hasta el 2018, está en el ojo del huracán, acusado de haber amañado las elecciones legislativas del pasado 4 de diciembre. Putin llevaba varios meses como primer ministro cuando el día de Año Nuevo de 1999 el presidente Borís Yeltsin presentó su dimisión y le dejó a él como jefe interino del Kremlin. Ganó las elecciones del 2000 y fue reelegido en 2004. Cuatro años después, cumplidos los dos mandatos seguidos que marca la Constitución, apoyó como candidato a su colaborador Dimitri Medvédev. Este ha cedido ahora el paso a Putin para que el próximo mes de marzo se presente como candidato a la presidencia y pueda regresar así al Kremlin. Tras la última reforma constitucional, Putin puede ser elegido presidente para un mandato de seis años.



La protesta de ayer reunió a 120.000 personas en Moscú, según los organizadores y a 28.000 según el Gobierno. La cifra real, en todo caso, parece que se acerca más a la estimación de los manifestantes, que ha logrado duplicar las 50.000 personas que salieron a la calle el pasado día 10. También hubo protestas en otras ciudades, incluida la lejana Vladivostok.

La marcha moscovita difundió un manifiesto con cinco exigencias. La primera es la liberación de los detenidos durante anteriores protestas contra el poder, a los que calificaron como "presos políticos". También se exige la cancelación de los resultados electorales y la celebración de nuevas elecciones, la destitución del presidente de la Comisión Electoral Central, a quien se culpa del fraude electoral, así como una investigación y el castigo de los responsables de infracciones durante los comicios. Y la legalización o registro de los partidos de la oposición.

La mayoría de los asistentes a la protesta, apelotonados en una calle de 700 metros de largo, esperaban la intervención del bloguero Alexéi Navalni, cuya popularidad entre la oposición al Kremlin ha subido como la espuma en los últimos meses. Navalni, abogado de 35 años, es el líder de este movimiento gracias a su lucha contra la corrupción.

"Nosotros somos el poder", gritó Navalni a la multitud desde el escenario. "Tenemos aquí suficiente gente para tomar el Kremlin - añadió-,pero somos gente pacífica y no vamos a hacerlo… todavía. ¡Pero si estos mangantes y ladrones siguen engañándonos, tomaremos lo que es nuestro!"

Desde dentro del movimiento de protesta hay voces que piden que sea Navalni el que tome el liderazgo de una oposición demasiado fragmentada y todavía pequeña. Pero su retórica nacionalista levanta temores entre los liberales, que ven en él una peligrosa inclinación xenófoba hacia las minorías étnicas no rusas.

Este movimiento de contestación fue organizado ampliamente a partir de internet y reunió a participantes procedentes de los más diversos horizontes: partidos nacionalistas, extrema izquierda, liberales, oenegés y celebridades del mundo de la cultura o la televisión como el novelista Boris Akunin que tuvo palabras muy duras para Putin.

El oligarca Mijaíl Prójorov, rival de Putin en las elecciones presidenciales del próximo marzo, acudió pero no habló. Sí estuvo en el escenario el ex ministro de Finanzas Alexéi Kudrin, al que expulsó del Gobierno Medvédev en septiembre por criticar los gastos de Defensa.

Recibido con silbidos, propuso dialogar con el poder, "para no perder la oportunidad de una transformación pacífica". Y pidió que se exigiera la celebración de nuevas elecciones para una nueva Duma que en seis meses pueda cambiar la ley electoral y dar más peso a las minorías. A pesar de su expulsión, a Kudrin se le considera un hombre cercano a Putin. En el último mes, sin embargo, se ha mostrado dispuesto a crear un nuevo partido liberal.

Se había anunciado la presencia de Mijaíl Gorbachov. Finalmente no acudió, aunque envió un mensaje de apoyo. El padre de la perestroika advirtió a Putin: "Yo le aconsejaría que se vaya ahora" por la contestación sin precedentes a su régimen. "Ya ha cumplido tres mandatos - dos como presidente y uno como primer ministro-.tres mandatos, es más qu" suficiente", subrayó.

Las pasadas elecciones parlamentarias marcaron una línea de inflexión en el poder vertical creado por Putin. Su partido, Rusia Unida, perdió apoyo. Del 64% que le votó en 2007, en esta ocasión sólo consiguió el 49,3 %. En número de escaños, eso le da la mayoría absoluta, con 238 de los 450 diputados de la Duma. Pero pierde la mayoría de dos tercios que le había permitido modificar la Constitución sin contar con otras fuerzas. La respuesta de Putin y del presidente Medvédev, ha sido prometer reformas políticas, pero no antes de cinco años. La oposición cree que es insuficiente. "¡No les creemos!", aseguró a la multitud el ex viceprimer ministro liberal Borís Nemtsov.

 

El día de Navidad de 1991 Mijaíl Gorbachov sorprendía al mundo anunciando su dimisión como líder soviético. Con esta decisión se hacía real la disolución de la URSS, el fin de un imperio con su ideología y el comienzo de un nuevo orden mundial. Veinte años después, Rusia sigue adaptándose al cambio. Para muchos observadores, superados los turbulentos años 90 y tras el crecimiento económico de la era Putin, la transición no está todavía completa. El fracaso del partido oficialista en las pasadas elecciones parlamentarias y las protestas de estos días, las mayores contra el poder vertical del Kremlin, siguen anunciando cambios.

La URSS "murió desde dentro" ha recordado el entonces secretario de prensa de Gorbachov, Andréi Grachov, encargado de transmitir la noticia al mundo entero. El debilitamiento del poder vertical de Putin coincide en el tiempo con el aniversario. Pero las miles de personas que se manifiestan estos días intentan que el cambio venga desde fuera, desde la calle. "¡Vosotros sois la democracia, vosotros sois el cambio, vosotros sois el futuro!", se leía ayer en una de las pancartas en la avenida Sajarov de Moscú.

Otra diferencia entre estos dos momentos con 20 años de distancia es que a finales de 1991 a Gorbachov ya no le quedaban bazas políticas que jugar.

Las declaraciones de independencia de las repúblicas soviéticas se habían sucedido en cadena aquel año. Gennadi Búrbulis, que entonces era secretario de Estado de la Federación Rusa, considera que con los acuerdos de Bielovezh, del 8 de diciembre, "pusimos fin a la guerra fría". El presidente ruso, Borís Yeltsin; el ucraniano, Leonid Kuchma; y el bielorruso, Stanislav Shushkévich, establecieron la disolución de la URSS y la independencia de las repúblicas, que se agruparían en la Comunidad de Estados Independientes (CEI). El día 21, en Almati (hoy, Kazajistán), todas las repúblicas, salvo las tres bálticas y Georgia, ratificaban el pacto.

Aunque las manifestaciones del día 10 y de ayer en Moscú no tienen comparación en la historia reciente de Rusia salvo con los años de la perestroika, Putin y sus aliados tienen suficiente margen y tiempo para maniobrar.

De momento el presidente ruso, Dimitri Medvédev, ha anunciado reformas políticas que recogen parte de las exigencias de la oposición. Se restituirán las elecciones directas de gobernadores y presidentes regionales, aunque sin eliminar la intervención del Kremlin. Y en el futuro se relajarán las reglas de juego que en los últimos años han relegado al ostracismo a los partidos opositores más pequeños.

Pero ésta es sólo una pequeña concesión, ya que la oposición sólo podrá aprovecharse de la reforma dentro de cinco años, en las próximas elecciones a la Duma.

25-XII-11, G. Aragonés, lavanguardia