´Sin lugar para oligarcas jóvenes´, Alexander Etkind

Mijaíl Prójorov, propietario de minas de oro en Siberia y de un equipo profesional de baloncesto en EE. UU., es uno de los hombres más ricos de Rusia. En junio aceptó encabezar un partido político de centroderecha para participar en las elecciones parlamentarias del pasado domingo. A sus 46 años, Prójorov aparentemente creía que su experiencia en el mundo de los negocios favorecería sus perspectivas políticas. Prójorov se equivocó y en septiembre renunció al partido que había dirigido. Sin embargo, el bochorno que pudo sentir es mejor que el destino que padeció Mijaíl Jodorkovski, otro oligarca ruso con ambiciones políticas que lleva ocho años en prisión desde que audazmente desafió a Putin y sus ideas sobre cómo había que administrar Rusia.

En ausencia de rostros o ideas nuevas, las únicas perspectivas para las presidenciales de marzo del año próximo serán seguir inyectando más petrodólares a una economía en dificultades y muy ineficiente. Ese gasto desenfrenado alimentará la corrupción, la inflación y la dependencia de los recursos naturales.

Hay muchas señales sutiles de pánico en la cúspide del poder ruso acerca del estado de la economía del país, pero no hay indicios de que Rusia Unida, ganadora de las elecciones con un serio retroceso, tenga un programa nuevo para hacer frente a estos desafíos en la próxima administración de Putin, además de censurar más internet. Pero todas las señales de conflicto en el liderazgo supremo dual - Putin y Medvédev-han desaparecido.

Hasta septiembre, Medvédev hizo grandes esfuerzos para alentar la esperanza de cambio. No obstante, Putin nunca perdió el control del aparato gubernamental, y las perspectivas de que recuperara la presidencia nunca disminuyeron. Esa esperanza siempre fue falsa. En efecto, los gobernantes de Rusia han estado en el poder desde hace casi una década.

Como pasó en la guerra fría, una crisis burocrática reveló súbitamente los mecanismos mediante los cuales esta élite ha ejercido el poder. Cuando renunció a su partido, Prójorov acusó públicamente a un funcionario del Kremlin, Vladislav Surkov, de jugar sucio y lo llamó el titiritero que había "privatizado la política en Rusia". Surkov, subjefe de la administración presidencial desde 1999, es copresidente del Grupo de Trabajo sobre la Sociedad Civil - uno de varios órganos creados en el 2009 para "reajustar" las relaciones rusoestadounidenses-,junto con Michael McFaul, el asesor para Rusia del presidente Obama. El grupo de trabajo puede haber contribuido a acabar con la guerra de palabras, al menos del lado estadounidense, y McFaul ha sido nominado para ser el embajador de su país en Rusia. Pero los miembros del Senado estadounidense que deben confirmar su nombramiento harían bien en interrogarlo acerca de Surkov, un hombre que ha supervisado la destrucción de la política democrática rusa.

Al enfrentarse a Surkov, Prójorov demostró que no estaba dispuesto a ser un títere. De hecho, Prójorov puede ofrecerle mucho a su país. Su discurso y su éxito autolabrado son raros entre los políticos rusos. Además, en vista de que la vivienda, la atención a la salud y la educación son menos accesibles que a finales de los años ochenta, su programa político se centra en lo que se debe hacer para mejorar el capital humano de Rusia - el principal problema que frena la economía-.

De acuerdo con Prójorov, la productividad en Rusia es tan sólo del 6%-10% comparada con la de Estados Unidos, por lo que la economía se ve en apuros incluso cuando el precio del petróleo, su principal exportación, alcanza máximos. Dos millones de profesionales formados emigraron hace poco de Rusia. Durante los últimos veinte años, la desigualdad social se ha triplicado. Prójorov llega a la conclusión de que es una sociedad feudal en la que el monopolio político de Putin y el mal manejo económico exacerban la llamada maldición de los recursos naturales que aflige a muchos países exportadores de petróleo. Un análisis desolador de los males de Rusia nunca podría ser la base de un partido político patrocinado por el Kremlin. No obstante, durante algún tiempo, Prójorov trató de jugar a la política según las reglas bizantinas que rigen las elecciones rusas - y eso beneficia a Rusia Unida, la réplica que hizo Putin del Partido Comunista de la era soviética-.

Jugar a la política según las reglas de Putin requiere contratar a expertos, los llamados tecnócratas. A pesar de su perspicacia, Prójorov se rodeó de esas personas, magos pretenciosos que convirtieron la política rusa en el espectáculo repugnante que es ahora. Tenía la esperanza de acabar con el monopolio de Putin usando sus propias herramientas. Ahora, el programa de Prójorov es el único resultado tangible de los 26 millones de dólares que invirtieron él y sus amigos en su campaña. Probablemente él es el que más lamenta haber perdido tres meses de su tiempo. Aunque dice que no dejará la política del todo, hoy es como un oligarca más que tuvo que elegir entre la capitulación, la emigración y el encarcelamiento.

7-XII-11, A. ETKIND, profesor de Historia Cultural de Rusia de la Universidad de Cambridge, lavanguardia