´Los siete pecados de los europeos´, Die Zeit

Los siete pecados de los europeos (1/2)

14 diciembre 2011
Die Zeit
Hamburgo
presseurop
Hieronymus Bosch (el Bosco):

Hieronymus Bosch (el Bosco): "La gula". Detalle de los "Siete pecados capitales" (óleo sobre tabla, 1475-80). Madrid, Museo del Prado.

Los dirigentes políticos enarbolan fácilmente el estandarte del espíritu comunitario. Pero cada país sufre una debilidad de carácter que contradice los discursos y perjudica a la UE. Die Zeit expone la tipología de nuestras malas acciones.

Andrea Böhm | Mark Schieritz | Peer Teuwsen | Michael Thumann

La pereza

Grecia – Dicen que la culpa es de Angela Merkel. Si Europa está alicaída, es por la insensibilidad de Alemania. Así son las explicaciones que dan los tabloides a la crisis en Grecia, así son los eslóganes de los manifestantes y de los líderes populistas. Para estos griegos, el problema no reside en la deuda, sino en el hecho de que unos extranjeros les llaman al orden, les instan a reaccionar y les sermonean. Al reaccionar así, se engañan a sí mismos y engañan a Europa.

En Atenas resulta sorprendente la autoindulgencia de los griegos. ¿Quiénes son los auténticos responsables de la miseria actual? Una sociedad basada en la deuda. La gente que estaba convencida de que Europa siempre sería lo bastante próspera para acudir en ayuda de Grecia. Las empresas, que se aferraban a sus privilegios.

Los empleados públicos ferroviarios, que recibían salarios desorbitados al beneficiarse de escalas salariales inextricables. Las familias, que se embolsaban la jubilación de sus difuntos. Los responsables políticos, que contrataban a los sobrinos y las sobrinas de sus electores. Esos mismos sobrinos y sobrinas, que se dejaban contratar. Los medios de comunicación atenienses hablan de todo ello, por supuesto. Pero lo que falta es una gran cólera catártica en Grecia con respecto a estos griegos.

En Atenas, los populistas critican con dureza a Angela Merkel, pero se muestran clementes con el entorno de los responsables locales de la situación actual.Porque prefieren despotricar contra un espectro lejano antes que poner orden en sus propios asuntos. En esta debilidad, en esta carencia de autocrítica, es donde reside la verdadera crisis de Grecia. M.T.

El encubrimiento

Suiza - Las sumas que están en juego son colosales. Tan colosales que en condiciones normales harían que se dilataran las pupilas de los responsables políticos europeos. Sólo en Suiza, los particulares, en su mayoría europeos, poseen 1,56 billones de euros. Poseen 1,4 billones en Gran Bretaña, sobre todo en las islas Anglonormandas, 440.000 millones en Luxemburgo, 78.000 millones en Liechtenstein. Así, estos países se vuelven cómplices de la evasión fiscal. Puncionan las riquezas nacionales del extranjero y viven de los intereses. ¿Y cómo reacciona Europa?

En lugar de indignarse de forma unánime, las capitales europeas consideran estas prácticas, por escandalosas que sean, como viejas tradiciones, asuntos diplomáticos. En lo que respecta a Liechtenstein y a Suiza, pocos países, entre ellos Alemania, quisieron firmar sus propios acuerdos de doble imposición: la idea es que parte de las deudas fiscales se devuelva al país de origen de los fondos mediante un impuesto concertado.

Este tipo de enfoque compromete el proyecto de la Comisión Europea de instaurar intercambios automáticos de información con el objetivo de descubrir a los defraudadores, un proyecto que también rechazó Luxemburgo. El mismo Luxemburgo que preconiza a los cuatro vientos la solidaridad europea. P.T.

La hipocresía

Alemania – ¿Puede existir una Europa en la que un país exporta y obtiene beneficios mientras que los demás consumen y se endeudan?

Los alemanes se enorgullecen de sus rendimientos con la exportación, que demuestran el vigor de su economía. Pero cuando un país vende más al extranjero de lo que recibe, acaba creando problemas a todos. Este año, con las exportaciones alemanas hacia los países de la UE se ha registrado un excedente de 62.000 millones de euros. Esto significa ni más ni menos que las mercancías producidas en Alemania no se intercambian por mercancías extranjeras, sino que, por así decirlo, se entregan a crédito. Por lo tanto, Europa del Sur se endeuda ante los alemanes para comprarles sus productos. Es decir, la riqueza de Alemania se basa en las deudas de sus vecinos. Ahora bien, ¿quiénes son los primeros que se lamentan por esas deudas? Efectivamente, los alemanes.

Un día de estos, la quiebra amenazará a los deudores y los acreedores tendrán que revisar a la baja sus exigencias de pago. En los últimos años, Alemania ha amasado cerca de 1 billón de euros en haberes exteriores, por lo que podría tener que despedirse de una gran parte de este dinero el día que el Sur ya no esté en condiciones de pagar.

De ahí las declaraciones actuales de la canciller, que quiere que todo el mundo se vuelva como los alemanes. Es decir, se supone que los países en cuestión deben exportar más de lo que importan. Y por lo tanto, reducir los sueldos y controlar su consumo. Es fácil decirlo, pero no tanto hacerlo. Porque si todo el mundo se limitara a vender, ya no habría nadie que comprara. Y la economía marcaría el paso. Si los europeos no quieren inundar el resto del mundo con sus productos, algo que el mundo no permitiría, entonces hay que llegar a un equilibrio en el seno de la Unión. Los italianos tienen que apretarse el cinturón. Y los alemanes, gastar más. M.S.

La gula

España – "No vaciarás de peces el mar de tu vecino", podría ordenar uno de los diez mandamientos europeos, seguido de "Tus agricultores no vivirán del goteo de subvenciones europeas”.Durante el periodo de 2007 a 2013, Bruselas ha asignado al sector pesquero español más de 1.000 millones de dólares [767 millones de euros], es decir, mucho más que a cualquier otro país de la UE. Debido a que las aguas europeas son víctimas de la sobreexplotación pesquera, España envía sus ultramodernas flotas ante las costas de Senegal y Mauritania, dejando poca cosa a los pescadores locales y superando con creces las cuotas acordadas.

Habría que emprender acciones jurídicas contra las empresas implicadas y firmar nuevos acuerdos de pesca entre la UE y los países africanos. El Gobierno español se opone a estas dos propuestas desde hace tiempo. Al igual que rechaza una nueva reforma del sistema europeo de apoyo al mundo agrícola. Cerca de 50.000 millones de euros salen cada año de las cajas de Bruselas destinados a la agricultura europea. La mayor parte recae directamente en los agricultores de los distintos países de la UE que pueden así mantener su capacidad de competencia en un sector muy competitivo y que se basa en precios muy bajos. Mientras, aterriza en los mercados africanos una parte considerable de la carne, los productos lácteos y las verduras a precio reducido de España, Italia, Francia o Alemania.

Es en beneficio de los pobres, alegan los exportadores. Pero mientras, se hunden las producciones de víveres locales de países como Ghana, Camerún o Costa de Marfil. Y si suben los precios de los productos agrícolas de base, estos países ya no pueden permitirse importar leche en polvo, despojos de aves o cereales de la UE.

No obstante, si esto desembocara en una crisis de abastecimiento o incluso en una crisis alimentaria, siempre podrían contar con Europa: la UE es el primer proveedor de fondos mundial en materia de ayuda de emergencia. A.B.

Los siete pecados de los europeos (2/2)

15 diciembre 2011
Hamburgo
presseurop
Hieronymus Bosch (el Bosco):

Hieronymus Bosch (el Bosco): "La ira". Detalle de los "Siete pecados capitales" (óleo sobre tabla, 1475-80). Madrid, Museo del Prado.

Los dirigentes políticos enarbolan fácilmente el estandarte del espíritu comunitario. Pero cada país sufre una debilidad de carácter que contradice los discursos y perjudica a la UE. Continuación de la descripción de los pecadores de Die Zeit.

El egocentrismo

Irlanda – Podemos dar tranquilamente la misma explicación que el ministro irlandés de Cultura. "Somos un pueblo feliz", afirmaba recientemente, "y un pueblo profundamente sincero. Para los inversores extranjeros, son aspectos que cuentan". De eso no cabe ninguna duda. Pero no está prohibido pensar, analizando la situación más de cerca, que los tipos impositivos irlandeses se encuentran entre las razones que explican que la isla atraiga a las empresas internacionales como si fuera un poderoso imán. En este país, el impuesto de sociedades es sólo del 12,5 %. Un porcentaje muy por debajo de la media europea. La mayoría de los países de la UE aplican a las empresas un porcentaje de hasta el 30 %, como Alemania y Francia. En un mercado único que supuestamente tiene que garantizar la uniformidad de las condiciones comerciales, ¿alguien sería tan amable de explicarnos una diferencia tan grande? 

Antes de la crisis de la deuda, Irlanda ya atraía por decenas a las grandes multinacionales: Facebook, Intel, Pfizer, Merk, SAP, IBM, todas se apresuraban a la isla de las céad míle fáilte ("cien mil bienvenidas"). Todo esto está muy bien, pero demuestra una lógica cuanto menos insular: cuantas más empresas se arremolinen en el lugar, más consideraciones puede tener el Estado con ellas. Y si bien el Gobierno irlandés prevé aumentar actualmente algunos impuestos, el de sociedades no está en la lista.

Según Dublín, Irlanda tenía que compensar ciertas desventajas competitivas impuestas por la naturaleza, por ejemplo, el hecho de que no se pueda llegar al país por ferrocarril. Ah, claro. ¿Y desde cuándo eso constituye un problema para sectores como el de la informática o el de las aseguradoras? Sin contar con el hecho de que Irlanda es el único enclave anglófono de la eurozona, una ventaja nada desdeñable. Muy bien, queridos irlandeses, sigan así, siendo sinceros, solidarios y felices. J.B.

La arrogancia

Francia –  A mediados de diciembre, el grupo nuclear francés Areva da a conocer su proyecto de eliminar varios miles de empleos. Pero los empleados no tienen de qué preocuparse. "No tendrá ningún impacto, es la línea que desea seguir el Estado", declaró François Baroin, ministro de Economía, tras las primeras filtraciones sobre el plan de eliminar puestos de trabajo. François Baroin convocó enseguida a Luc Oursel, director de Areva. "No se tomará ninguna decisión que considere el empleo como variable de ajuste, independientemente del impacto de la ralentización de la actividad económica mundial", recalcó. Tendría que precisar que se daría prioridad a los empleos franceses.

En Francia, a nadie le sorprenden estas declaraciones. Se inscriben en la razón de Estado, desde que Jean-Baptiste Colbert, ministro de Finanzas de Luis XIV, se propuso dirigir la economía con mano de hierro. Poco importa que Areva sea un 87 % de propiedad estatal. Incluso cuando el fabricante automovilístico privado PSA Peugeot-Citroën, que se encuentra en la cuerda floja, anunció recientemente una eliminación de puestos, Eric Besson, ministro de Industria, se apresuró a prometer que se mantendrían todos los empleos franceses. Y Carlos Ghosn, jefe de Renault, fue llamado al orden cuando quiso deslocalizar una pequeña parte de su producción a Turquía. Por cierto, que los frenos que ha aplicado el Estado a la implantación de centros de producción en los países emergentes son hoy una de las principales causas de las dificultades que sufre el fabricante francés.

Es lo que sucede cuando el Estado se erige como protector de la economía. Los costes de producción aumentan y con ellos, los precios. Para evitar un descenso de las exportaciones, el Gobierno refuerza su proteccionismo. Un círculo vicioso. En el mejor de los casos, el Gobierno francés compensa de este modo una mala rentabilidad. En el peor de los casos, el Elíseo se sirve de su poder sobre las grandes empresas como un arma política.

Los responsables políticos franceses se vuelven europeos convencidos desde el momento en el que no logran avanzar por sí solos. De ahí la creación de EADS, el primer grupo aeronáutico y de defensa europeo. De ahí su interés en ver surgir una alianza en el sector de la construcción naval, siguiendo el modelo del fabricante de aviones. El entonces ministro de Economía, Nicolas Sarkozy, hoy presidente de la República, fue quien impidió a Siemens establecerse en Alstom, su competidor francés. El mismo Nicolas Sarkozy que, en 2004, preparó la adquisición del grupo farmacéutico franco-alemán Aventis por el francés Sanofi, dando así lugar a la tercera fuerza mundial del sector. La fórmula que preconiza un mercado interior "donde la competencia es libre y no falsa" se eliminó del Tratado de Lisboa también a petición de Sarkozy. ¿Cuánto tiempo más aceptará la Unión Europea una arrogancia así? K.F.

La codicia

Gran Bretaña – ¿Acaso los británicos no han oído el estrépito? Como si el mundo de las finanzas no se hubiera desplomado en los últimos tres años, están convencidos de poder seguir jugando a ver quién pierde más y compensando las pérdidas de su industria especulando con el dinero extranjero. Incorregibles y obstinados, insisten en seguir su supuesta lógica según la cual los mercados son invulnerables y tanto la política como la sociedad al final se someterán a su ley.

El liberalismo de John Stuart Mill y Adam Smith, llevado al extremo en este universo descarriado, ha permitido la emergencia en la City londinense de un sistema financiero carente de una verdadera regulación, en el que se han negociado productos financieros muy sofisticados, instrumentos derivados y títulos respaldados por créditos, que en gran medida son los responsables del gran crack de 2008. Así se han esfumado miles de millones de euros, procedentes de las cuentas de ahorro y de los planes de pensiones de particulares, aunque a quien se ha indemnizado ha sido a los banqueros de la City.

La crisis de la deuda soberana se remonta al momento en el que los Gobiernos se han visto obligados a reflotar los bancos. Pero de Londres sólo se escuchan gritos de pavor ante las propuestas de vincular a los inversores al riesgo. En cuanto al impuesto sobre transacciones financieras propuesto por el Gobierno alemán, que se ha demostrado que podría poner fin a las especulaciones a corto plazo en el mercado de las divisas, fue calificado con énfasis como "una bala destinada a dar en el corazón de la City" por George Osborne, canciller británico del Tesoro. A los que insisten de este modo a seguir nadando contra corriente no les vendría mal buscarse otro lugar para bañarse. J.J