Brasil: narcoprohibicionisme i corrupció de la policia

En el interrogatorio, Nem contó que la mitad del dinero que facturaba - 42 millones de euros al año-se iba en sobornos a la policía, acusación que se investigará. Una parte del resto lo dedicaba a subvencionar viviendas, alimentos, gastos médicos y "entierros", dijo.

Nem trabajaba en una telefónica hasta que, hace 10 años, su hija cayó enferma y él pidió una préstamo a una banda a fin de pagar el tratamiento. Para devolver el dinero, se convirtió en traficante. Y en cinco años se hizo el amo del negocio. Vivía a todo tren. Su casa, con paredes de espejo, tenía piscina, gimnasio y sala de fiestas. La esposa solía pasearse en helicóptero sobre Río y se dejaba hacer fotos al embarcar.

Conviene frotarse los ojos de vez en cuando para no caer en la impresión de que los hechos y personajes de esta historia son ficticios; de que no se trata de una película cutre o una novela barata, sino de la penosa realidad que se vive en Río de Janeiro. El episodio del final del narco Antonio Bonfim, alias Nem,detenido el viernes cuando intentaba huir escondido en el maletero de un Toyota Corolla, ya dieron mucho de sí a las teles y diarios del país. Pero las escenas de violencia estaban ayer en preparación. La policía tomará entre hoy y mañana la enorme favela Rocinha, feudo de Nem; a ser posible "sin disparar un solo tiro", aunque de momento hay al menos un muerto.

La captura de Bonfim, el hombre más buscado de Río, fue presentada como necesario prolegómeno al asalto de Rocinha, planteada a su vez como paso crucial en la pacificación de la ciudad con vistas al Mundial del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016.

Será la decimonovena toma de una favela a cargo del batallón de choque de la policía militar, dotada de un fuerte arsenal y hasta de carros de combate para hacer frente a los también muy equipados comandos callejeros. Después entrará la unidad de policía pacificadora (UPP): para quedarse el tiempo necesario, pues el objetivo es que el Estado sustituya a los señores de la droga y demás mafiosos del barrio en la organización de la economía y la vida diaria de sus 70.000 habitantes.

El apresamiento de Nem y una decena de sus esbirros antes de la ocupación representa - subrayan los jefes de la seguridad en Río-un cambio de estrategia en este tipo de operaciones. Todas ellas se efectúan desde siempre con previo aviso al personal, a fin de evitar un baño de sangre. Hasta ahora, los anuncios habían facilitado la fuga de los delincuentes, a veces en connivencia con los policías que tenían en nómina. Pero esta vez se estableció un cordón previo para tapar fugas y cazar a los capos antes del asalto.

Así cayó el viernes Antonio Bonfim, de 35 años. Con más pena que gloria. Los agentes lo pillaron al detectar un Corolla con la suspensión vencida. Al dar el alto, uno de los ocupantes dijo ser el cónsul de Congo y se negó a abrir el maletero si no era en comisaría. La policía escoltó el coche hasta la unidad. En el trayecto, otro ocupante mandó parar la caravana y ofreció un millón de reales (416.000 euros) a los uniformados. No coló. En el interrogatorio, Nem contó que la mitad del dinero que facturaba - 42 millones de euros al año-se iba en sobornos a la policía, acusación que se investigará. Una parte del resto lo dedicaba a subvencionar viviendas, alimentos, gastos médicos y "entierros", dijo.

Nem trabajaba en una telefónica hasta que, hace 10 años, su hija cayó enferma y él pidió una préstamo a una banda a fin de pagar el tratamiento. Para devolver el dinero, se convirtió en traficante. Y en cinco años se hizo el amo del negocio. Vivía a todo tren. Su casa, con paredes de espejo, tenía piscina, gimnasio y sala de fiestas. La esposa solía pasearse en helicóptero sobre Río y se dejaba hacer fotos al embarcar.

12-XI-11, F. García, lavanguardia

El capo de los narcos de Río, Antonio Bonfim, declaró el jueves tras su detención que la mitad de los 42 millones de euros anuales que facturaba se le iban en sobornar a la policía. Las autoridades anunciaron una investigación al respecto. Y es que la denuncia resulta creíble en el Brasil de hoy. Hace tres meses, la juez Patrizia Acioli, especializada en grupos parapoliciales implicados en la delincuencia, murió de 21 balazos junto a su casa. Los proyectiles eran de las fuerzas armadas. Once agentes uniformados fueron detenidos como sospechosos. Poco después, el diputado regional Marcelo Freixo, conocido también por su trabajo contra las "Milicias" criminales integradas por agentes y ex policías, abandonó el país tras haber recibido siete amenazas de muerte. La necesidad de una limpieza a fondo del aparato de las fuerzas de seguridad es un clamor en Brasil.

14-XI-11, F. García, lavanguardia