irresoluble relació Xina-Taiwan

Cien años después de la revolución


1911/ 1912 La revolución de Sun Yat-sen (Kuomintang) derroca a la dinastía Ching y establece la República de China (RDCh).

1949 El Gobierno de la RDCh, presidido por Chiang Kai-shek, se traslada a Taiwán con 1,3 millones de personas tras la guerra civil con los comunistas.

En el continente, el Partido Comunista establece la República Popular China. Chiang Kai-shek decreta la ley marcial, que se mantiene hasta 1987.

1971 La República de China se retira de las Naciones Unidas. La Asamblea General vota dar el escaño de China a las autoridades de Pekín.

1996 Primeras elecciones democráticas. Lee Teng-hui, del Kuomintang, elegido presidente.

2000 El Partido Democrático Progresista gana las elecciones y pone fin a más de 50 años de mandato del Kuomintang. Chen Shui-Bian, nuevo presidente.

2002 Taiwán entra en la Organización Mundial del Comercio (OMC).

2008 El Kuomintang vuelve al poder. Ma Ying-jeou, elegido presidente.

2010 Taiwán firma el Acuerdo Marco de Cooperación Económica con Pekín.

Hablar del modelo de integración de Hong Kong es mentar la bicha en Taiwán. Porque aquí nadie quiere hablar de unificación con la China continental, la opción defendida a corto o largo plazo desde Pekín. "Esa no es una opción para nosotros", afirma alto y claro Wu Mai-hung, directora de Planificación del Consejo de Asuntos Continentales, el ministerio para las relaciones con el gigante asiático. "Hong Kong es ahora una democracia bajo control. ¿Quién quiere eso? Taiwán es un país libre y democrático y quiere seguir siéndolo", añade.

Los taiweneses se sienten orgullosos de lo que han conseguido: desarrollo económico, democracia y una cierta estabilidad en las relaciones con la China comunista. Menos de un 2% de los habitantes de la isla apoyarían la integración, según las encuestas, y existe un amplio consenso en torno a la máxima de los "tres noes" que resume la posición política de las autoridades de Taipéi: "No a la unificación, no a la independencia - nunca ha sido declarada-,no al uso de la fuerza" en las relaciones con Pekín. Todo un ejercicio de equilibrismo diplomático que las elecciones de enero próximo pondrán a prueba y que el presidente Ma Ying-jeou parece querer apuntalar dando un paso adelante: la firma de un acuerdo de paz con Pekín a diez años vista que debería ser aprobado en referéndum.

Separadas desde 1949, tras la guerra civil, la República de China (Taiwán) y la República Popular China han aparcado hace unos años la retórica de la guerra fría. El presidente Ma es el artífice de una política de distensión hacia la China continental basada en el pragmatismo económico que ha dado grandes réditos a la isla. La República Popular se ha convertido "en el mayor socio comercial de Taiwán, el principal contribuyente de nuestro excedente comercial y el primer destino de nuestras inversiones", destacó el presidente Ma en Taipéi durante las celebraciones del centenario de la revolución china.

Pese a ello, Pekín sigue considerando a Taiwán una provincia rebelde y la amenaza militar persiste. Se calcula que unos 1.600 misiles apuntan directamente hacia la isla desde la China continental y la política expansiva del gigante vecino en sus presupuestos militares inquieta. Estados Unidos es su principal valedor en este terreno, en virtud del acuerdo de defensa con la isla que obligaría a intervenir a la superpotencia si Taiwán fuera atacada.

James Chang, director general de Asuntos Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores, subraya que "no es posible el desarrollo bajo la amenaza de un ataque militar, por eso pedimos el apoyo de Estados Unidos". "Queremos estabilidad - añade-,pero bajo los principios de dignidad y paridad con la China continental". Para Wu Mai-hung, del Consejo de Asuntos Continentales, "es una frustración pensar que, pese a todos los avances, esa amenaza militar no se ha desactivado ni suavizado, porque la fuerza militar de Pekín sigue creciendo". "Y eso supone una amenaza para todo el mundo, no sólo para Taiwán", advierte.

La oposición del Partido Democrático Progresista (PDP) blande esa amenaza como principal argumento contra la política de distensión del presidente Ma. Los últimos sondeos apuntan a una carrera muy igualada entre Ma y la líder del PDP, Tsai Ingwen, que pese a su discurso nacionalista más agresivo contra Pekín ha evitado apoyar de forma expresa la independencia de la isla y defiende preservar los lazos económicos con la China continental. Una posible victoria de Tsai inquieta a los medios económicos a uno y otro lado del estrecho de Formosa y a los inversores extranjeros que han apostado por Taiwán como trampolín para acceder al gran mercado chino. También Pekín ha amenazado ya con reconsiderar los acuerdos comerciales si Tsai saliera elegida.

La situación de Taiwán es especialmente complicada en el terreno diplomático. Sólo 23 países mantienen todavía relaciones oficiales con la isla. En las celebraciones del centenario de la Revolución, por poner un ejemplo, el presidente de Guatemala, ÁlvaroColom, era el representante internacional de mayor nivel. Inasequibles al desaliento, los taiwaneses se han volcado en una "diplomacia viable", explica James Chang, que les ha permitido entrar en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y como observadores en la Organización Mundial de la Salud. También han conseguido estar libres de visado en 124 países y trabajan para aumentar ese número.

Las dos repúblicas son cada vez más interdependientes en el terreno económico, pero la autorización para viajar sin trabas a ambos lados del Estrecho está haciendo mucho más por la distensión. El año pasado, 1,18 millones de chinos populares viajaron como turistas a la isla, y este año se esperan unos 2,5 millones. También hay cada vez más matrimonios mixtos,unos 300.000 según el cálculo de Taipéi.

30-X-11, E. Vallejo, lavanguardia