´Las fechorías de China en África ´, Yuriko Koike

Mientras el Consejo Nacional  de Transición libio intenta formar un gobierno operativo en el país recién liberado, empieza tímidamente a salir a la luz lo que sucedía bajo el régimen del coronel Gadafi. Han aparecido auténticos tesoros en mansiones abandonadas a toda prisa por sus propietarios. También empieza a saberse lo ocurrido en lo concerniente a personas torturadas, asesinadas o desaparecidas.

Pero al propio tiempo comienzan a destaparse también varios de los secretos diplomáticos más turbios de la era Gadafi. El 2 de septiembre, el diario canadiense The Globe and Mail informó sobre las negociaciones recientes entre el hostigado régimen de Gadafi y diversas empresas de armamento chinas con vínculos directos con el Gobierno chino en las cuales se firmaron contratos por valor de doscientos millones de dólares.

Tales contratos violaban de forma flagrante el embargo de armamento establecido de acuerdo con la resolución 1970 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que China aprobó. Los gobernantes chinos han negado la validez de los acuerdos secretos en materia de armamento y reiteran que el Gobierno no los autorizó. Sin embargo, un informe sobre desplazamientos menciona de forma explícita que responsables de seguridad del régimen de Gadafi se reunieron con tres fabricantes de armamento chinos: China North Industries Corp. (Norinco), China National Precision Machinery Import Export Corp. (CPMIC) y China XinXing Import Export Corp. La agenda incluía no sólo las reservas disponibles de estas empresas de armamento, sino también la promesa de las empresas chinas de suministrar armamento adicional en caso de una solicitud en ese sentido.

El gesto de Gadafi con relación a China en este momento de desesperación es, de algún modo, sorprendente. Reaccionó frente a las crecientes actividades de China en África- sobre las que sus colaboradores decían que recordaban las prácticas del "imperialismo"-recibiendo una visita oficial en el 2006 del entonces presidente de Taiwán, Chen Shui Bian. A medida que aumentaba la presión de los rebeldes, China se convirtió en la última esperanza para mantener el poder y el temor a su influencia en Áfricaquedó relegado a segundo término.

Durante décadas, Gadafi se comportó como si fuera - tal como sus propagandistas pretendían-"rey entre los reyes de África",haciendo uso de los abundantes ingresos procedentes del petróleo para ayudar a sus vecinos. Anunció inversiones por valor de 97.000 millones de dólares para "liberar a Áfricade Occidente". El presidente Compaoré, de Burkina Faso (país adonde se rumoreó podría exiliarse tal vez Gadafi) recibió ayuda en el capítulo de instrucción militar de Libia en los años ochenta antes de subir al poder mediante un golpe de Estado. El presidente Idriss Déby, de Chad, introdujo asimismo cambios políticos en 1990 con el apoyo de Gadafi. El presidente de Níger, Mahamadou Issoufou, que ahora da refugio al tercer hijo de Gadafi, Saadi, pudo ganar las elecciones presidenciales de su país el pasado marzo gracias a la ayuda económica de Gadafi.

Sin embargo, en los últimos años China se convirtió en un obstáculo para las ambiciones africanas de Gadafi mediante el sencillo procedimiento de imitar sus métodos: comprar el apoyo de los dictadores con armas y financiación. Desde el 2000, China ha cortejado a los países inestables y dictatoriales mediante ofrecimientos de ayuda y el rechazo a respaldar las sanciones de las Naciones Unidas contra ellos. De hecho, China se ha metido alegremente en negocios con países africanos con los que Europa y Estados Unidos no quieren mantener relaciones de esta clase debido a las sanciones.

Las sanciones internacionales, como cabe ahora constatar, le sirvieron a China de rápida puerta de entrada para acceder rápidamente a los recursos minerales necesarios para alimentar a su voraz industria. Por ejemplo, en lugar de hacer un esfuerzo para propiciar la paz en Sudán en calidad de miembro permanente del Consejo de Seguridad y con poder de veto, la intensa implicación de China en Sudán a través del suministro de infraestructuras petrolíferas y armamento prolongó de hecho el conflicto de Darfur. Una carta a las autoridades chinas, firmada por buena parte de los congresistas estadounidenses, así como un informe de Amnistía Internacional establecen que China exportó armas a Sudán violando las resoluciones de las Naciones Unidas. El director de cine estadounidense Steven Spielberg abochornó a China al dimitir como asesor de los Juegos Olímpicos del 2008 por su apoyo al Gobierno de Jartum, calificando los Juegos chinos de "olimpiadas genocidas".

Mientras Gadafi luchaba contra sus oponentes este verano, diez provincias de Sudán del Sur se desgajaron proclamando su independencia como quincuagésimo cuarto del continente africano. Aproximadamente el 80% de la producción petrolera de Sudán - de 490.000 barriles diarios-se concentra en Sudán del Sur. En el 2010, China importó casi la mitad de su producción, aproximadamente 250.000 barriles diarios, que representa alrededor del 5% de las importaciones de petróleo chinas. Dado su apoyo al brutal gobierno en el poder en Jartum, China se afana ahora en componer sus relaciones con Sudán del Sur para poder seguir explotando las reservas de petróleo del nuevo país.

Como Sudán, Angola - segundo país productor de petróleo de África-ha vivido décadas de conflictos y fue objeto de sanciones de las Naciones Unidas hasta el 2002. No obstante, durante sus años como país paria, China aportó infraestructura financiera a gran escala a cambio de petróleo. En la actualidad, China constituye el segundo destino en importancia del petróleo angoleño (Estados Unidos, que se subió al carro cuando se levantaron las sanciones, ocupa el primer lugar). De hecho, Angola produce más petróleo con destino a China que Arabia Saudí y, en ciertos periodos, hasta cien mil chinos han llegado a trabajar en proyectos de infraestructura en Angola.

China ha elegido una senda de alto riesgo - haciendo caso omiso de la defensa de los derechos humanos y violando las sanciones de las Naciones Unidas-para asegurarse el aprovisionamiento de fuentes de energía y otros recursos necesarios para mantener el rápido crecimiento de su economía. Se trata de una decisión que ni le cuadra a uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad ni demuestra en modo alguno la predisposición china a comportarse como instancia responsable en el plano de la comunidad internacional.

La inclinación china a armar y defender a los dictadores africanos desafiando incluso las sanciones de las Naciones Unidas como en el caso de Libia socava y perjudica su pretensión de impulsar un "auge pacífico". Dada la doblez china en Libia, el mundo debería clarificar ahora si es un país que respeta y acata las normas de la comunidad internacional sólo cuando convienen a sus intereses. 

12-X-11, Yuriko Koike, ex ministra de Defensa de Japón, preside el comitéejecutivo del Partido Democrático Liberal, lavanguardia