crònica de l´estiu dels ´nous israelians´

La revolución de los indignados de Israel está creciendo de forma inesperada, haciendo tambalear el gobierno de Beniamin Netanyahu. Según una encuesta del prestigioso diario Haaretz, el 87% de los israelíes apoyan a los manifestantes, que piden una reducción de los precios de la vivienda y un aumento de sueldos para profesionales como los médicos internistas y los asistentes sociales.

Por otro lado, la popularidad de Netanyahu como jefe del Gobierno se ha reducido en 19 puntos en tan sólo dos meses. De un 51% ha pasado a un 32% en plenas protestas populares.

En todo el país continúan las acampadas y las manifestaciones que, a veces, hacen pensar en una nueva versión del festival de Woodstock. En la avenida Rothschild de Tel Aviv, en la que empezaron las protestas, el número de acampados se ha triplicado en la última semana y algo similar ocurre en otras ciudades.

"Somos la clase media verdadera, la gente profesional que trabaja todo el día, paga impuestos y durante toda su vida cumple servicio militar en la reserva, varias semanas al año", explica Yifat, de 36 años, profesora de música en la avenida Rothschild. Un padre de unos 30 años, con su hijo de dos en una mano, lleva un cartel que dice "La hipoteca es un monstruo".

Todo empezó hace unas semanas con el boicot al queso cottage.Se trata del queso blanco de más consumo entre los israelíes. Tiene fuertes connotaciones históricas e identitarias: nadie esperaba que los sionistas pudieran criar vacas en Israel y el éxito de su ganadería y de los productos lácteos es hoy motivo de orgullo nacional.

Las principales compañías que producen el queso, como Tnuva y Straus, se pusieron de acuerdo para subir un 40% el precio. La unidad de 250 gramos pasó de cinco a siete shekels nuevos (de un euro a 1,4). Un grupo de boicot en Facebook sumó más de cien mil seguidores. El consumo cayó a menos de la mitad y los fabricantes tuvieron que reducir el precio.

Este éxito impulsó la acampada en Tel Aviv y amplió la agenda de los indignados.Una de sus principales reivindicaciones es la vivienda, que se ha disparado. Un tercio de su coste son impuestos. Aunque un70% de la población es propietaria, los jóvenes tienen dificultades para comprar una casa.

"Los políticos están paralizados por el miedo. El problema es que los jóvenes somos una generación digital, mientras que ellos son una generación analógica", explica Roy, un informático. "La avenida Rothschild - añade-es nuestra plaza Tahrir y los políticos deben pagar por sus errores".

Tras 128 días de protestas, el primer ministro intenta intervenir y frenar el huracán. Ayer presentó un plan de emergencia y canceló un viaje a Polonia.

El analista Sever Plozker afirma que se trata de la lucha de la clase media israelí, que tiene sobre sus espaldas la economía del país: "El crecimiento es muy alto, el paro es muy bajo y los ingresos per cápita alcanzan los 22.000 euros anuales, pero la clase media se opone al capitalismo feroz y desea la vuelta a una política más social".

La acampada de Tel Aviv puede verse sólo como unas vacaciones de verano de los universitarios, pero también puede ser el germen de una nueva fuerza política. De momento, los indignados aseguran que no se moverán.

27-VII-11, H. Cymerman, lavanguardia

La amplitud de las protestas contra el primer ministro israelí, el conservador Beniamin Netanyahu, le obligó ayer a prometer la creación de un equipo interministerial encargado de estudiar la puesta en marcha de reformas económicas y sociales. Tras el Consejo de Ministros de ayer, Netanyahu aseguró en un comunicado: "Actuaremos con seriedad y responsabilidad para cambiar el orden de prioridades en el terreno económico". Las protestas, que empezaron hace tres semanas, han crecido de forma exponencial y el sábado congregaron a más de 150.000 personas en diversas ciudades del país.

Netanyahu y su Gobierno están en peligro. Lo que empezó como una protesta por las dificultades de los jóvenes para acceder a la vivienda puede obligar al primer ministro a dimitir. El diario Yediot Ajronot escribió ayer en portada: "Ellos no tienen aire acondicionado (los acampados), pero el que suda es Netanyahu". Najum Barnea, comentarista de ese periódico, cree que "la izquierda israelí está resucitando, pero no se preocupa de los palestinos: busca justicia social".

Otra consecuencia de las protestas de los indignados israelíes fue la dimisión, ayer, del director general de Finanzas, Haim Shani, contrario a un aumento del gasto público. Netanyahu calificó de inepto a ese ministerio y piensa traspasar parte de sus tareas a la jefatura de Gobierno. Las exigencias en educación y vivienda de los indignados supondrían el aumento de un 20% de los presupuestos del Estado.

A la cabeza de las impresionantes manifestaciones del sábado marchaban parejas jóvenes con sus carritos de bebés. Exigen al premier que la educación sea la prioridad de la política nacional, yuna sociedad más justa. Un grupo de diplomáticos europeos que visitó la avenida Rothschild de Tel Aviv por primera vez hace dos semanas miraban incrédulos cómo las acampadas se habían multiplicado por cinco. Impresionaba ver miles de carritos de bebés y niños con globos que llevaban consignas como "queremos justicia social y la vuelta de la socialdemocracia" o "qué importa invertir en defensa si no hay dinero para el parvulario". No está claro quién lidera la protesta. Pero todo parece muy organizado.

Con temperaturas de 30 º C, un camión cargado repartía ventiladores a las tiendas de campaña. Escritores israelíes como Etgar Keret, Meri Shalev o David Grosman leen cuentos a los menores. Médicos, profesores y músicos desfilan codo con codo.

El principal partido del Gobierno, el Likud, que hace poco gozaba de una aparente estabilidad, se siente en peligro. "¡Las vueltas que da este país!", comentó a La Vanguardia un político. "Hace poco - dijo-,el temor de Netanyahu era el mes de septiembre, en el que los palestinos pedirán a la ONU que acepte un Estado independiente. Ahora, Netanyahu cuenta los días para que eso ocurra y haga olvidar el tsunami de los carritos de bebés".

1-VIII-11, H. Cymerman, lavanguardia

Casi medio millón de quienes se llaman "los nuevos israelíes" se manifestaron ayer en 20 ciudades para exigir al gobierno conservador de Beniamin Netanyahu más justicia social y una política económica más igualitaria. Las marchas son el punto culminante de mes y medio de protestas del mayor movimiento popular en la historia de Israel. La izquierda laborista y, por primera vez, el partido centrista Kadima, dieron su apoyo a los manifestantes y exigieron elecciones anticipadas. Están previstas para noviembre del 2013, pero la presión popular puede forzar un adelanto. El Gobierno, en un intento de superar la crisis, ha bajado el precio de la gasolina y ha anunciado promociones de vivienda social para parejas jóvenes. Las principales empresas alimentarias, que temen boicots, han rebajado un 20% el precio de varios productos básicos. Los analistas coinciden en que las reglas del juego político están cambiando y que en la calle hay mucho en juego.

4-IX-11, H. Cymerman, lavanguardia

La presidencia del Gobierno israelí se apresuró ayer a recoger el guante lanzado por los casi 450.000 nuevos israelíes que lograron organizar el sábado por la noche la mayor manifestación de la historia de Israel, en Tel Aviv, Jerusalén, Haifa y 17 poblaciones más. La cifra de manifestantes no tenía precedentes en un país muy acostumbrado a todo tipo de protestas públicas. "El mensaje fue recibido y se aprobará todo tipo de cambios", dijo el Gobierno. Beniamin Netanyahu y su partido, el Likud, temen que los jóvenes creen un nuevo partido o se sumen a la oposición, que les ha brindado su apoyo. En cualquier caso, la impresión es que de igual manera que nadie pudo prever esta explosión, por ahora es imposible augurar cómo afectará al mapa político. Los líderes de la protesta empezaron ayer a desmontar las tiendas de campaña en Tel Aviv y Jerusalén.

"El pueblo quiere justicia social", fue el lema que más se oía en las calles que conducen a la Kikar Hamedina en Tel Aviv, en la que la multitud se dio cita. Es la zona con las tiendas de las marcas nacionales e internacionales más caras. Dror Halevy empresario de 52 años, declaró a La Vanguardia:"Frente a Saint Laurent, Armani y Bulgari, no es difícil imaginar qué hubiese pasado a los escaparates de París en 1968 o de Atenas este año. En Tel Aviv no hay ira, sólo un intento de cambiar las prioridades. Por eso todo sigue intacto".

Llamó la atención un grupo de enfermos que estaban internados en el vecino hospital Ijilov y que al ver a las masas en las calles, salieron con la ropa del centro médico y los envases de suero conectados a las venas. "No podía quedarme en la cama en el hospital", explica Idan, asistente social de 34 años, operado dos días atrás. "Tenía que solidarizarme y prometo volver rápidamente a Ijilov".

Unas 300.000 personas se apiñaron en la plaza, empuñando carteles con la foto del primer ministro, Netanyahu, con el texto: "Estás despedido". La mayoría de los participantes eran jóvenes, algunos con sus hijos, aunque había también adultos que salían a la calle por primera vez. Se trata de la clase media israelí, que empezó sus acampadas, protestas y desfiles hace casi dos meses. "Es el verano más bello de la historia de Israel", declaró en su discurso Dafni Lif, estudiante de cine de 25 años, que inició el movimiento instalando una tienda de campaña en la céntrica avenida Rothschild. Los manifestantes rebautizaron la calle llamándole "Si yo fuera Rothschild".

Itzik Shmuli , presidente de la Asociación de Estudiantes, manifestó en su discurso, muy aplaudido: "Primer ministro: yo sé que usted está viéndonos ahora. Que sepa que no nos conoce. Somos ´los nuevos israelíes´ que continuaremos exigiendo un cambio real".

Era evidente que no todos los sectores de la sociedad estaban representados. Los 300.000 colonos de Cisjordania y los ultraortodoxos (8% de la sociedad con mucho poder en la coalición de gobierno) están ausentes de las protestas. Los primeros, porque creen que la mayoría de los jóvenes se opone a la inversión de fondos estatales en los asentamientos. Los segundos, porque este nuevo movimiento social les ataca, ya que muchos hombres estudian en las academias rabínicas a expensas del Estado, en vez de sumarse al mercado de trabajo. "En Israel, todo el peso recae sobre nosotros. Sólo un 57 % de los adultos trabajan, ya que parte de las mujeres árabes y de los ultraortodoxos no trabajan y por lo tanto no pagan impuestos", dijo Lif.

5-IX-11, H. Cymerman, lavanguardia