´Daguestán, muchas etnias y una mafia´, Valentín Popescu

En el Cáucaso septentrional, bañada por el mar Caspio, se halla la república autónoma rusa del Daguestán. Es una tierra muy pobre, de historia terrible en el pasado y en el presente - de allá partieron las invasiones de, entre otros, los alanos (indoeuropeos) y los ávaros (turcomanos)-en la que un independentismo indomable sólo ha sido y es superado por la violencia. En lo uno y en lo otro anda pareja con su vecina Chechenia. Sólo que lo de Daguestán es mucho más enrevesado, ya que sus dos millones y medio largos de habitantes pertenecen a 16 etnias, hablan 14 idiomas con gramática propia pero practicados en 30 dialectos distintos. Y, para colmo, los del norte y los del sur del país tienen sus dificultades en identificarse como miembros de la misma nación. Los rusos, y en la edad media también los demás europeos que hablaban del Daguestán, lo citaban como la Albania caucásica.

Pero desde que el club de fútbol Anzhí de Majachkalá - la capital-fichó días atrás al ex barcelonista Samuel Eto´o por un salario de 20.000.000 de euros anuales, traspaso aparte, Daguestán adquirió protagonismo periodístico. Bueno, no del todo: porque apenas se ha explicado que si bien el Anzhí disputa sus partidos caseros en la capital daguestaní, la sede del club y de los jugadores así como el campo de entrenamiento están en... Moscú. Porque en la capital rusa la vida es más segura ¡y muchísimo más cara! Claro que esto es lo de menos, porque el Anzhí es propiedad de uno de los hombres más ricos y turbios de Rusia: Suleimán Kerímov, de 45 años. Este, miembro de la Cámara Alta rusa, hizo su fortuna con el comercio de materias primas, la construcción y, se dice, con una estructura mafiosa capaz de transformar en dinero cualquier actividad de Kerímov. El consorcio Uralkali, de su propiedad, es actualmente el patrocinador de todos los equipos nacionales de la Federación Rusa de Fútbol que participan en las distintas categorías deportivas.

Y si la organización de Kerímov transforma en oro sus negocios, también va camino de transformar en victorias la mayor parte de los partidos del Anzhí. Porque cuando las cosas no van bien para este equipo, su entrenador - Gadzhí Gadzhíyev-irrumpe a patadas en la cabina del árbitro y le explica lo mal que lo hace, con el balsámico efecto de que en la segunda parte acaba ganando el Anzhí.

También se cuenta que los hombres de Kerímov visitan de antemano a los rivales y, ¡qué curioso!, en la alineación contra el Anzhí suelen faltar luego las principales figuras del equipo rival. O si juegan, los futbolistas de los otros equipos brillan por una pasividad que habría hecho las delicias de Al Capone.

Claro que aún queda gente que no lo entiende - como la directiva del Lokomotiv de Moscú, que echó a su entrenador "por la dañina alineación presentada contra el Anzhí"-.Pero esta gente no cuenta. Lo que cuentan son los resultados reconocidos por la federación, y estos resultados van mejorando día a día desde que el presidente daguestaní, Magomedsalam Magomédov, decidió en enero regalarle a Kerímov el club de fútbol Anzhí, hasta entonces había sido propiedad de la República del Daguestán. La historia del nuevo Anzhí, el club nacional regalado a su hombre más rico, va camino de acabar como los cuentos de hadas a los que tan aficionados eran los caucásicos de hace cientos de años: ganando siempre los buenos, los de casa... de casa Kerímov, se entiende.

3-IX-11, Valentín Popescu, lavanguardia