´La perversión del doblaje´, Àngel Quintana

No creo que sea un tópico, pero, al querer averiguar las razones que han motivado la crisis del aprendizaje del inglés en la sociedad española, es inevitable ir a parar al cine. Quizás, en unos momentos en que el cine ha perdido la centralidad dentro de los discursos audiovisuales, pueda parecer innecesario. Incluso se puede argumentar que el interface del ordenador se ha convertido en una nueva puerta abierta hacia la omnipresencia del inglés. No obstante, el cine como vehículo de educación sentimental para una determinada generación o, simplemente, como sistema de construcción de un imaginario ha jugado una mala pasada al conocimiento del inglés. La culpa, sin embargo, no es el del cine, sino de una determinada institución que ha convertido el doblaje en algo incuestionable, en una especie de tabú que se ha ido perpetrando año tras año sin que nadie haya pensado en cómo pueden llegar a articularse medidas políticas para romper con dicho hábito.

El doblaje ha pervertido la posibilidad de una relación cotidiana con los idiomas extranjeros. Ha generado una tendencia a la comodidad y ha despreocupado a la gente de la posibilidad de oír, conocer y entender otras lenguas. La principal paradoja reside en que el doblaje no es una cuestión mayoritaria en el mundo. Dejando de lado el fenómeno anglosajón y su resistencia a cualquier producto no hablado en su propia lengua, existen muy pocos países en los que actualmente se doblen películas.

¿Por qué determinados países europeos se empeñan en continuar doblando sus películas? El doblaje es omnipresente en aquellos países en que hubo una dictadura fascista. En el caso europeo los tres países en los que se ha institucionalizado el doblaje han sido básicamente Italia, Alemania y España. En los tres casos, el doblaje se impuso por ley bajo la dictadura. En los años cuarenta fue prohibida la exhibición en España de cualquier película que no estuviera doblada, sólo el castellano podía ser utilizado como lengua franca del cine. Esta omnipresencia del castellano fue exclusivista hasta los años sesenta, en los que, con la excusa del turismo, se crearon salas de arte y ensayo que podían proyectar películas en versión original para atraer a los turistas que empezaban a llegar. El proyecto inicial preveía la creación de salas en la costa, cosa que nunca se realizó porque los turistas atraídos por el sol y la playa no querían encerrarse en los cines. Con los años el problema no ha residido únicamente en la presencia del doblaje en los cines, sino en el modo como se extendió al ámbito televisivo. En Portugal, por ejemplo, la situación siempre ha sido diferente. Para promocionar el incipiente cine portugués, el gobierno de Salazar prohibió las películas dobladas y actualmente, incluso las series infantiles de la televisión, se emiten con subtítulos en portugués.

15-IV-07, Àngel Quintana, profesor de Historia y Teoría del Cine (UdG), lavanguardia