´La multipolar política exterior turca´, Mariano Aguirre

Desde que comenzaron los levantamientos en el mundo árabe, el modelo turco de democracia musulmana ha sido visto como una alternativa a las dictaduras prooccidentales y al autoritarismo iraní. El reciente triunfo del Partido por la Justicia y el Progreso (AKP) fortalecerá a Turquía como un país emergente. Pero las tendencias autoritarias en el Gobierno pueden deslegitimar ese posible modelo. Por otro lado, no es sencillo tener un papel de liderazgo en una región en crisis al tiempo que ser miembro de la OTAN.

El AKP ha modificado la imagen de Turquía, pasando de ser un régimen autoritario aliado de Occidente a una democracia de identidad musulmana con capacidad de acción global, convirtiéndose, según el profesor Kemal Kirisci, en un "efecto demostración". Las reticencias de EE. UU. debido a la negativa de Ankara a colaborar con la invasión de Iraq en el 2003 y la negativa de la UE a su integración de pleno derecho han llevado a Turquía a fortalecer exitosamente su política exterior y comercial en Asia y Oriente Medio.

El ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglu, lidera una diplomacia basada en la "profundidad estratégica": establecer vínculos con países más allá de las fronteras inmediatas usando inversiones, ayuda al desarrollo o mediación de conflictos en Oriente Medio, los Balcanes, el Cáucaso, Rusia, Afganistán, Pakistán y Brasil, sin abandonar Europa y Estados Unidos. Esta política exterior refleja también el balance de poder entre los intereses del AKP, los liberales proeuropeos, y los militares y empresarios que reivindican la herencia secular de Mustafa Kemal Atatürk, fundador del Estado moderno turco. Algunos expertos consideran que las ambiciones superan las posibilidades reales del país y que crisis como las de Libia y Siria están poniendo a prueba los límites de su diplomacia.

Turquía estableció buenas relaciones con Siria desde 1998. Medió entre Israel y el Gobierno de Damasco para negociar una posible retirada militar israelí de los altos del Golán. Las negociaciones no dieron resultado, pero establecieron un canal de comunicación. El interés turco era limitar el apoyo de Damasco a la guerrilla kurda a la vez que sentar las bases para un acuerdo de libre comercio y circulación con ese país, Irán, Iraq y Líbano. La actual violencia en Siriay el flujo de refugiados hacia Turquía han alterado estos cálculos.

En Turquía se teme que la minoría alauí que gobierna Siria aumente la represión sobre la mayoría suní y los kurdos. De hecho, hay una fuerte demanda social hacia el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan para "hacer algo" respecto de la represión en el país vecino, pero es difícil que pueda ir más allá de presionar para que cese la represión, se inicien reformas, y ampliar la ayuda humanitaria.

Aunque el problema kurdo no está resuelto, la cuestión armenia sigue pendiente y continúa el conflicto en Chipre, la diplomacia turca promociona el diálogo entre identidades. Turquía tiene mayoría suní, y Ankara ha estado financiando, por ejemplo, proyectos con las minorías chiíes, kurda y suní en Iraq.

En el caso de Israel, las relaciones se estropearon por el ataque sufrido el año pasado por la flotilla turca que se dirigía a Gaza. Turquía era parte de los aliados estratégicos de Israel desde los años 50 y se beneficiaba de acuerdos comerciales, militares y el turismo. Ambas partes tienen interés en restablecer los vínculos a medio plazo. Los obstáculos son el apoyo de Erdogan a la causa palestina y las buenas relaciones de Ankara con Irán, considerado un enemigo "existencial" por Israel. La causa palestina ha proporcionado a Turquía prestigio en la región, pero diversos expertos turcos critican al Gobierno por haber roto los vínculos con Israel.

Ankara tiene profundo interés en Afganistán. La posición turca es compleja al ser miembro de la OTAN. Su papel allí es cooperar al desarrollo civil y no participar en operaciones de combate. En el Ministerio de Exteriores turco dicen que practican el soft power,en referencia a la teoría según la cual un país puede ganar hegemonía por la promoción de sus valores, cultura y economía en vez del poder militar. Turquía y Afganistán tienen vínculos históricos, étnicos y religiosos. Davutoglu ha promocionado el acercamiento entre Pakistán y Afganistán y sus diplomáticos podrían desempeñar un papel en el diálogo entre el Gobierno afgano y los talibanes.

Turquía, 70 millones de habitantes, miembro del G-20, puede actuar en diversos espacios: entre Europa y Oriente Medio; como intersección del mundo árabe con EE. UU. y Europa; dialogando con Israel, Irán y Afganistán. Cuanto más avance en las reformas internas, mejor funcionará su "efecto demostración" en el nuevo mundo multipolar.

 

25-VII-11, Mariano Aguirre, director del Norwegian Peacebuilding Resource Centre, Oslo, lavanguardia