Elf, o l´esperit de la corrupció

Elf, o el espíritu de la corrupción.
LV, 23-XI, Justo Barranco.

Una antigua trotskista dispuesta a cualquier alianza, un submarino durmiente de la CIA con la misión de destruir uno de los pilares franceses del petróleo, una manipuladora cegada por el revanchismo social, sin fe ni ley. Son algunos de los venenosos retratos que los enemigos de Eva Joly han propalado sobre la magistrada que durante largos años ha instruido la causa contra la empresa petrolera Elf por el desvío de ingentes fondos y el pago de suculentas comisiones.

No resulta extraño que, ante estos ataques, la antigua magistrada francesa y ahora consejera del gobierno noruego –Joly tiene la nacionalidad de ambos países- haya escrito dos libros para restaurar su imagen y, sobre todo, para explicar el alcance real del caso que ha investigado y proponer medidas para que no sigan produciéndose impunemente cientos de casos de corrupción de esas dimensiones.

“Queremos realmente vivir en un mundo así?” es el título del último de los libros escritos por Joly y llega ahora a las librerías españolas con el prólogo de Baltasar Garzón, promotor junto a Joly de la declaración de París contra la corrupción a gran escala. El libro, cuya aparición en Francia estaba prevista para el 19 de junio, fecha de la firma de la Declaración de París, tuvo que esperar por decisión judicial hasta el 7 de julio para ver la luz en el país vecino.

Y es que, dice Joly, el caso Elf es el primero que amenaza de cerca el lado oculto de la República Francesa. Las cantidades en juego alcanzan una magnitud desconocida y las ramificaciones por todo el mundo, especialmente por la antigua África colonial francesa, son reveladoras de una diplomacia “industrial” paralela, de la cual Elf, nacida de la voluntad del general De Gaulle, ha sido su buque insignia. Por si fuera poco, el espectáculo en el que la prensa ha transformado durante estos años las actuaciones de la juez instructora ha sido mayúsculo, especialmente tras la aparición en la causa del ex ministro de Asuntos Exteriores Roland Dumas y de su ex amante, Christine Deviers-Joncour, conocida poco originalmente por los medios franceses como “la puta de la República”.

El juicio por el caso Elf comenzó por fin en marzo. En el proceso se deberá dilucidar el destino de, al menos, 190 millones de euros, y en él se mezcla el siempre lucrativo negocio del petróleo con la corrupción privada y de Estado y con la diplomacia paralela. Para instruirlo, han sido necesarios ocho duros años, los que relata ahora Eva Joly.

Narrado en ocasiones con tintes de novela policíaca, la franconoruega da cuenta de un rosario inacabable de intimidaciones, ejemplificadas en la recomendación de un alto magistrado: “No te acerques a las ventanas”. Pero también habla de un rastro de corrupción que no queda circunscrito al poder político y económico: los medios de comunicación aparecen como correas transmisoras del dinero. Varios inculpados en el caso llegaron a hablar descaradamente ante la juez de cómo iban a actuar contra un periodista que, contra la tónica general, había defendido a Joly en un artículo.

La larga instrucción reveló un mundo de cajas negras, lujo desopilante y abusos continuos. Pero la más preocupante para Joly es que mostró que ese era el mundo habitual de los grandes negocios. Que había una élite que vivía en la impunidad y la reivindicaba: como le advierten, “hay un 98% de los delitos que pueden ser juzgados, pero hay un 2% que la justicia no puede solucionar. Se los llama secretos de Estado”. Por supuesto, la razón de Estado puede extenderse a los asuntos que haga falta. Esta política provoca un ambiente de corrupción que llega a toda la sociedad.

Las consecuencias no son despreciables: Gabón, país implicado en el caso Elf, tiene una gran renta per cápita gracias al petróleo y sin embargo es uno de los países africanos donde la mortalidad bate récords. Y la banalización de la corrupción, escribe la magistrada, es un germen letal para la democracia, “el reverso de una sociedad mercantilista donde el dinero es el único criterio de valor y el único horizonte del individuo”. En tiempos de globalización, con la especulación desbocada, este ambiente y sus características estructurales –Joly cree que no se arbitran los mecanismos necesarios para acabar con los paraísos fiscales, porque, entre otras cosas, los políticos tiene mucho que tapar allí- llevan a casos como Elf o Enron.

El problema, para Joly, se puede abordar de dos maneras: berlusconianamente, esto es, cambiando la lay para que el delito deje de serlo, o en la línea de la declaración de París, que explica que la globalización judicial es indispensable para la globalización económica, que el crimen de las élites es un atentado contra los intereses superiores de la nación y, en resumen, que la transparencia es el corolario de la libertad.


“El presidente de Gabón, Omar Bongo, contribuye a enrarecer el ambiente. Firmando con pseudónimo, me injuria públicamente en el principal diario de su país denunciando ‘las historias de Elf-Loïk-Le Plouc-Tarallo-Jaffré y de su tipeja noruega, Eva Joly, que huele a bacalao... Los franceses corren el riesgo de tener que soportar esta nueva crisis franco-gabonesa’ (...). El caso Elf se va aproximando a la zona candente de las relaciones internacionales. Porque Gabón es un coto de caza de Francia. Estrictos convenios policiales y militares han ido reforzando con regularidad entre ambos países, desde hace más de 40 años. Además de aprovechar Elf y sus recursos petrolíferos mediante plataforma ‘offshore’, Francia ha adquirido un derecho prioritario sobre la explotación del uranio de Gabón, que garantiza perennemente la continuidad de su programa nuclear civil y militar.”
De “¿Queremos...”


Descriptors: corrupció, Declaració de Paris, França, Àfrica, petroli, raó d'Estat, jutge, mitjans de comunicació, secret, banalització democràcia, especulació, paradisos fiscals, globalització, urani.