´Per què en diuen amor quan volen dir sexe?´, Fernando Trías de Bes

La crisis de la deuda ha incorporado a nuestro vocabulario expresiones nuevas. Dicen que "quien determina el lenguaje logra el poder". Desde hace tiempo vengo observando que, mediante sutiles recursos lingüísticos, se está presentando una visión parcial de los hechos. El objetivo es decantar la opinión pública en una determinada dirección.

La economía se ha llenado de eufemismos. El más popular de ellos es "rescate". Claro, quien no rescata al prójimo es un miserable. Rescatar es una obligación moral y en accidentes de tráfico está incluso penado por la ley no hacerlo. Titular: "Alemania no apoya el segundo rescate de Grecia". Los alemanes son unos canallas y los griegos unos huérfanos.

La Generalitat decidió que los montañeros que, debido a una imprudencia, hubiese que rescatar, abonarían los gastos de helicóptero y asistencia. Los países que ahora piden ser rescatados han tenido dirigentes incapaces, permitido imprudentes prácticas bancarias y fomentado la economía especulativa. ¿Qué es eso de rescatar países?

Aun país no se le rescata, porque un país no es un bañista ni un montañero, sino un conjunto de instituciones que administran un territorio. Si en lugar de "rescate" hablásemos de "asunción del impago del país vecino", rescatar sería una opción y no una obligación moral.

Examinemos también la hipérbole "ataques a la deuda". Un atacante es un violento y un depredador. Resulta que cuando un fondo de inversión compra una gran partida de deuda pública de un país decimos que invierte y, por el contrario, cuando realiza una venta masiva, en lugar de desinvertir, decimos que ataca al país. Imagine que usted ha logrado apartar unos ahorros y decide comprar bonos del Tesoro. Al cabo de un tiempo oye hablar de una posible quita de tales bonos, así que los vende para preservar sus ahorros. ¿Qué pensaría si le dijeran que ataca la deuda de ese país? Si las ventas masivas de deuda se llamasen "ventas de inversor que protege su ahorro" veríamos las cosas de modo distinto.

Los tenedores de deuda no venden para atacar, sino para defenderse de un virtual impago de la deuda pública de un país en el que han confiado y que, pasado un tiempo, desconfían por cómo sus dirigentes políticos (incluyo Gobierno, oposición y agentes sociales) actúan. No niego que algunos movimientos financieros sean especulativos, pero ¿por qué la deuda alemana no es "atacada" por los especuladores? Si los mercados venden masivamente deuda pública de Italia y España es porque son susceptibles de ser "atacados".

Ya que hablamos de "mercados", estos son, nueva figura estilística, por antonomasia un conjunto de inversores o ahorradores en forma de, por ejemplo, planes de pensiones. Los "mercados" se nos han presentado como unos señores anónimos, de traje y gafas oscuras (tipo Matrix), forrados de dinero y dispuestos a crujir al inofensivo y feliz ciudadano mediterráneo.

Los mercados no son más que un conjunto de operadores que defienden los intereses de pequeños y grandes ahorradores. Esos mercados operan con el dinero que usted tiene en un fondo de inversión o con el de los planes de pensiones de muchos trabajadores o con el ahorro proveniente de países extranjeros. Lo que está en juego no es el fortunón de unos mercados, sino el ahorro de quienes apartan, con renuncia diaria y esfuerzo, lo que ganan con su trabajo y, lógicamente, tratan de invertir con mayor o menor riesgo.

Vayamos con la metáfora "la prima de riesgo se dispara". Los aumentos desbocados de la prima de riesgo son una consecuencia de algo habitual en las bolsas: el pánico. Lo que pasa es que no estamos acostumbrados a verlos en los mercados secundarios de deuda pública. ¿Por qué ahora oscila tanto la prima de países europeos y antes no? Pues estos países estaban antes saneados y ahora no.

Pero la metáfora "la prima se dispara" camufla la cobardía de la clase política e instituciones para tomar medidas impopulares, las prebendas, el excesivo número de funcionarios, un Estado de bienestar insostenible, un mercado laboral rígido y el afán por esconder pérdidas inmobiliarias en balances bancarios. Se sabe que va a haber un impago. Se ignora de cuánto. Pero los políticos sí están dirimiendo ¡qué injusticia! quién y cómo deberá repartirse la inevitable morosidad de ciertos países del euro. Los vaivenes de la prima de riesgo son más la viva expresión de las cábalas sobre las posibles decisiones políticas acerca de cómo repartir el impago.

CREATIVIDAD SEMÁNTICA
La creatividad semántica alcanza su máxima expresión al hablar de fondos de reordenación, fondos de estabilidad financiera o eurobonos y similares. ¿Por qué no hablamos de socialización de las pérdidas que deberían ser privadas? Alemania tiene razón: que cada inversor pierda lo que le toque en base a los riesgos que contrajo.

La manipulación del lenguaje es tan obvia que incluso se promueve explícitamente. El propio BCE exige a los inversores privados que renueven la deuda griega de forma voluntaria para evitar la palabra "impago". ¿Por qué lo llaman amor cuando, en realidad, es sexo?

Sutil es también el epíteto "países periféricos". Geográficamente, Irlanda, Portugal, España, Italia y Grecia ocupan la periferia del continente. Pero también Finlandia u Holanda y no se les incluye. ¿Por qué? Porque "periferia" es un término inocuo (es el espacio que rodea un núcleo), pero no así "periférico" (se define como algo secundario o de menor importancia). Se podía haber escogido la expresión "deuda de los países de la periferia", pero se ha optado por "deuda de los países periféricos", los países que sobran. El lenguaje ya nos prepara para ir asimilando que tal vez algunos países del euro sobren.

¿Y quién impone este lenguaje? Los mismos que no han sabido afrontar la crisis. Si los "mercados atacan la deuda de los países periféricos" en lugar de "los ahorradores se defienden de los dirigentes e instituciones incapaces", se obtiene el apoyo de la opinión pública. Y todos sabemos que el apoyo popular se canjea en los mercados de votos por una mayor cuota de poder, en este caso, el poder de distribuir y asignar quitas e impagos. Tal es el triunfo de haber convencido al ciudadano de a pie, mediante el lenguaje, que fue la codicia del ahorrador y no la incapacidad de las instituciones la que le abocó al desastre.

17-VII-11, Fernando Trías de Bes, lavanguardia