la fòrmula (1) de Francisco Camps

Francisco Camps está a punto de pasarse de frenada con la F-1, en lo que puede ser un nuevo ejemplo de la España del despilfarro. El presidente valenciano está dispuesto a poner encima de la mesa más de 200 millones de euros para quedarse durante los próximos diez años el Gran Premio de España que organiza el Circuit de Catalunya desde 1991. Camps quiere aprovecharse de que su colega Artur Mas quiere renegociar el contrato con Bernie Ecclestone, que con excesiva alegría firmó Josep Lluís Carod-Rovira, para quitarle la F-1 a Barcelona. Mas dejó claro tras la última carrera en Montmeló que desea retener el Gran Premio pero no a cualquier precio, lo que es coherente con la política de ajustes que está realizando el Gobierno catalán. Ecclestone está encantado de ver cómo el presidente Camps y la alcaldesa Barberá no dudan en tirar la casa por la ventana para que la Malvarrosa huela a gasolina. Eso de ganarles el pulso a los catalanes siempre tiene rentabilidad política en Valencia y Bernie, que es el más listo de todos, se frota las manos ante el papanatismo de las autoridades levantinas.

 

Los medios valencianos más afines han empezado a hacerle la ola a Camps, después de una campaña ridícula para que el trazado de quita y pon de Valencia sumara más asistentes el pasado domingo que el circuito estable de Montmeló. Ecclestone se deshizo en elogios hacia Valencia mientras sus ojitos achinados brillaban como si hubiera visto oro. La Comunidad Valenciana compitiendo a golpe de talonario por una carrera automovilística cuando la UE está mirando cada movimiento de las autonomías resulta una irresponsabilidad.

Camps, que es un hombre pegado a una sonrisa - tanto cuando acude a su despacho como cuando se acerca a los tribunales-,puso la más amplia de todas ellas el pasado fin de semana cuando almorzó con el padrino de la F-1. No parece que estén los tiempos, ni las administraciones, para enriquecer aún más a magnates británicos que saben sacar rendimiento de las vanidades políticas. La deuda de la Comunidad Valenciana representa el 17,2% del PIB regional, porcentaje superior al de cualquier otra comunidad autónoma, habiendo alcanzado los 17.600 millones al cierre del ejercicio del 2010. Y por si estas cifras no empujaran a la prudencia, habría que recordar que es la tercera autonomía que más tiempo tarda en pagar las facturas, tras Castilla y León y Andalucía, con un retraso promedio superior a los 600 días. Habrá que ver cómo explica Camps que Ecclestone vaya a cobrar con más celeridad que los proveedores de la Generalitat que gobierna.

Estar en el podio de los mal pagadores no supone poder levantar trofeos. Ganar las elecciones no acarrea tener un cheque en blanco. Los gobiernos deberían querer llegar al final y no acabar tirados en la cuneta por culpa de errores de conducción de los pilotos.

3-VII-11, M. Carol, lavanguardia