intel.lectuals contra fatwes

intelectuales contra fetuas

Puede un día un integrista egipcio hacer volar la esfinge y las pirámides de El Cairo? Eso han llegado a preguntarse algunos a raíz del encendido debate que sacude Egipto, sobre todo desde que, en el pasado mes de mayo, la pieza estrella del Museo Jardín Heshmat, un conocido centro de arte de la capital egipcia, fuera destruida, junto con otras dos obras, por una mujer vestida con niqab (totalmente cubierta de negro excepto en los ojos) al grito de "¡infieles, infieles!". La escultura El salto de la victoria,obra del artista que da nombre al museo y que conmemora "el heroísmo de las tropas egipcias" en la guerra de 1973 contra Israel, fue reducida a pedazos. La agresora, tras ser detenida, declaró: "Simplemente cumplí mi deber como musulmana, adheriéndome a la fetua dictada por el gran muftí de Egipto, Ali Gomaa". La fetua condenaba el uso decorativo de cualquier escultura que represente seres vivos, en especial humanos.

El caso podría ser una anécdota, pero, en un país sacudido por el azote terrorista contra su industria turística, todos lo señalan como la punta del iceberg de una lucha cada vez menos larvada entre el integrismo y los intelectuales partidarios del Estado laico. Por un lado, los ulemas de Al Azhar (una suerte de Vaticano suní, que comprende mezquita y universidad) y, por el otro, los llamados intelectuales liberales, "que están siendo progresivamente marginados", según el periodista Manal el-Jesri, de la revista Egypt Today.

Esa dualidad se refleja en las calles de El Cairo, donde, junto a mujeres que sólo muestran sus ojos a través de una rendija y caminan unos pasos detrás de su marido, hay otras con pantalones cortos y camisetas de tirantes. Nabil Abdel Fatal, del Centro de Estudios Políticos y Estratégicos Al Ahram, explica: "Vivimos un incremento del sentimiento islamista conservador. La islamización de la sociedad empezó por las clases más bajas, pero ahora ha alcanzado a las clases medias, con cada vez más doctores y abogados".

Aunque el muftí Gomaa, la máxima autoridad religiosa del país, ha puntualizado a posteriori que su fetua se refería únicamente a las estatuas que la gente tiene en sus casas, y ha recordado que él mismo se declaró en contra de la destrucción de los budas gigantes de Bamiyán, en Afganistán, por parte de los talibanes, las espadas están en alto. Recientemente, Gomaa descendió a la arena televisiva para debatir ante las cámaras con el poeta Ahmed Abdel Moeti Hagazi. En el programa, que batió récords de audiencia, Hagazi acusó a Al Azhar - que cuenta con 7.500 institutos en los que estudian un millón y medio de adolescentes, a los que hay que sumar medio millón de universitarios- de "alentar, indirectamente, el terror, en vez de constituirse en un elemento de moderación". "No creo que usted esté a favor del terrorismo, pero el discurso religioso predominante lo alimenta", criticó. El muftí, por su parte, intentó compaginar el contenido de la fetua con una actitud tolerante: "El alcohol no es aceptado por el islam, pero se vende en Egipto sin problemas. Tampoco aceptamos las apuestas, y la gente apuesta. Que las esculturas humanas sean condenadas no significa que la gente deba destruirlas. Tenemos que inculcar a nuestros hijos la idea de la coexistencia y la aceptación".

Aunque algunos escritores egipcios, como Anis Mansur, confían en que los líderes religiosos "están trabajando para adaptar su discurso a la sociedad" y se muestran optimistas, otros no ven posible la modernización si se continúan emitiendo fetuas en la línea dura. Varios son los autores que han sufrido el integrismo en los últimos años. Nasr Hamed Abu Zeid tuvo que abandonar Egipto, al ser condenado por apóstata a separarse de su mujer y recibir hostigamiento y amenazas de muerte. La escritora Nawal el Saadawi, tras un calvario judicial y una campaña internacional de solidaridad, consiguió ser absuelta de la misma acusación, pero sigue amenazada. Farag Fuda fue asesinado en 1992. Y el premio Nobel de literatura Naguib Mahfuz, de 94 años, ciego y casi sordo, fue apuñalado en la calle en 1994, lo que le impide escribir con su propia mano desde entonces, e incluso hoy no sale a la calle sin protección policial.

En su piso junto al Nilo, Mahfuz desmiente con rotundidad las noticias aparecidas en la prensa occidental sobre su posible acercamiento a Al Azhar. "Es rotundamente falso. Nunca he mantenido contactos con ellos. Mi novela Hijos de nuestro barrio,de 1959, recibió la condena religiosa y, por tanto, tuvo que imprimirse en Beirut. Cuando me plantearon recientemente la posibilidad de que se editara por primera vez en Egipto, me limité a apuntar que seguramente ello no era posible sin la aprobación de Al Azhar. Pero un escritor jamás debe pedir permiso a nadie para publicar, no se me ocurriría hacerlo".

Mahfuz es el símbolo de la lucha contra el fanatismo. Su amigo Mohamed Salmawy, presidente de la Asociación de Escritores, es redactor jefe del semanario en francés Al Ahram y autor de la primera obra teatral contra el terrorismo islámico, La cadena,que consiguió estar más de dos años en cartel y representarse en París. Salmawy apunta que "la literatura y toda la cultura están sujetas a una censura moral". "La atmósfera religiosa que vivimos impone restricciones a los escritores, artistas y dramaturgos, que pueden ser incluso más severas que las antiguas órdenes de censura, pues al menos éstas podían ser recurridas ante un tribunal", afirma. "Incluso vemos en televisión - lamenta el presidente de los escritores- películas de los sesenta con escenas censuradas. Es decir, en aquella época eran aceptables cosas que hoy no lo son". Hay novelas publicadas, por algunos editores, sin determinadas frases que los autores incluyeron, "porque creen que molestarían a la gente". Y tradiciones como la legendaria danza del vientre están en crisis y se confinan progresivamente en los hoteles para turistas.

Para Mahfuz, "la verdadera religión es el último refugio del hombre y no tiene nada que ver con todos estos problemas". "Estamos hablando de terrorismo y fanatismo", señala. El autor de El callejón de los milagros se muestra optimista: "Esas tendencias fundamentalistas son un caso excepcional; estoy muy preocupado pero a la vez convencido de que será un periodo que pasará. Cuando en Egipto haya más igualdad y justicia, habrá menos integrismo, se volverán más débiles".

Salmawy precisa que "luchamos contra algunas fetuas pero no son, como algunos occidentales creen, sentencias de muerte, al estilo de la que pesaba contra Salman Rushdie. Una fetua es un veredicto de la justicia religiosa, no necesariamente condenatorio".

"El islamismo no aumenta cada vez más - opina-. Lo parece porque vivimos un periodo con más libertad de expresión y los escuchamos más que nunca, pero nosotros también somos más libres para atacarlos, y también se nos oye más. No tienen el poder de hacernos callar. Los veo cada vez más a la defensiva. Le voy a dar un ejemplo: intentaron asesinar a Mahfuz en 1994 y, ahora, en su último cumpleaños, en diciembre, los Hermanos Musulmanes enviaron una delegación oficial a su casa para felicitarle. Eso es un avance".

Para Salmawy, "el islam es, por naturaleza, una religión flexible. Ya Omar ibn el Khattab, el segundo califa, suspendió penas como la de cortar la mano a los ladrones. Y algunos países han prohibido la poligamia. Yo defiendo la ijtihad (la lucha personal por el conocimiento y la comprensión) ante la yihad.Entre los siglos XIX y XX, se reformaron muchas cosas en Al Azhar. No puede ser que tengamos las mentes más cerradas ahora que hace cien años".

En la tertulia de intelectuales a la que acude Mahfuz todos las semanas, encontramos al doctor Fatehy Hazme, el médico que le acompañaba cuando sufrió el atentado de 1994 y que le salvó la vida al detener inmediatamente la hemorragia. Él cree que "se ha detenido la violencia contra los artistas, pero, en cambio, los integristas han entrado en la política, han descubierto cómo actuar dentro del sistema. Cuando sales a la calle, hay muchas más mujeres totalmente tapadas que hace quince años, y eso, para mí, es una mala señal".

El historiador, novelista y editor jefe del periódico del Ministerio de Cultura Al Qahira,Salah Eissa, cree que "los islamistas radicales han fracasado en su intento de penetrar en el mundo intelectual. No hay un solo artista o novelista importante que esté con ellos. Pero han ganado espacio mediático, y utilizan la televisión para inmiscuirse en terrenos que no son los suyos, como la política, la economía o la ciencia".

Para Said Askar, ulema en la mezquita de Al Azhar y miembro de los Hermanos Musulmanes - una fuerza que ha pasado de estar prohibida a contar con 88 escaños en el Parlamento-, es legítimo "intentar, por métodos pacíficos, que la ley islámica reine en Egipto, y creo que cada vez estamos más cerca de ello. Entiendo que a Occidente le preocupe, pero el gobierno secular ha fracasado".

Xavi Ayén, lavanguardia, 2-VII-06