Canadà, terra multicultural

Canadá, tierra multicultural.

Cada minuto y 44 segundos, la población canadiense aumenta en una persona. Estamos en un país que, en 1971, se convirtió en el primer Estado del mundo en declarar que el multiculturalismo es "una característica fundamental de nuestra sociedad" y en adoptar una decidida política al respecto. Traducido: la identidad nacional canadiense se basa nada menos que en el potenciamiento de la diversidad. Resultado: uno de cada cinco canadienses de pleno derecho ha nacido fuera del país (el doble si nos referimos a sus padres).
Marcel Dubé, por ejemplo, tiene en sus clases de francés para adultos en Montreal un alumnado muy diverso: el ruso Mark, la india Bhavini, el chino Ghoji, la moldava Innessa... Todos ellos son inmigrantes recién llegados a Canadá con intención de establecerse y, por tanto, tiene la obligación legal de saber francés, ya que en la región de Quebec esta lengua es la mayoritaria, además de cooficial con el inglés. Dubé es profesor de uno de los nueve 'carrefours' de integración que hay en Quebec, centros del Gobierno en los que se ofrece una gran cantidad de servicios a los recién llegados, entre ellos estas clases, que no se limitan al idioma: "Comparan sus valores con los nuestros. Les enseñamos nuestra legislación y costumbres sobre matrimonio, divorcio, educación, homosexualidad, violencia doméstica...". Además del profesor, cuentan con una monitora que realiza un seguimiento de cada alumno, y se organizan actividades como salidas al teatro o a patinar. "El francés se salvará gracias a los inmigrantes", afirman las autoridades quebequesas, que cada año se gastan 40 millones de dólares en su programa de ‘francofonización’ desde que consiguieron, en 1991, el traspaso de las competencias sobre inmigración, esto es, decidir a quiénes se concede la residencia en su territorio.
Gao Li, estudiante de Ingeniería de origen chino, nos cuenta: “Yo hablo cuatro lenguas. En la escuela aprendí inglés y francés como idiomas oficiales, y el italiano, como lengua extranjera; aparte, mis padres se han preocupado de que aprenda el chino”. A diferencia, por ejemplo, de lo que ocurre en España, los padres anglófonos o francófonos, aunque su lengua sea minoritaria en la província en la que viven, tiene derecho a que sus hijos sean educados también en ese idioma.
Canadá es multilingüe: sus ciudadanos poseen más de cien lenguas maternas diferentes y, tras el inglés y el francés, destaca el chino como tercera lengua en importancia del país. De momento hay 31 millones de habitantes, pero a un ritmo de más de 200.000 nuevos inmigrantes anuales (250.346 en el 2001), se calcula que llegará pronto a los 40 millones. Toronto, en el 2006, ya será más multiétnica que Nueva York y Londres. El ranking de los países desde los que llegan los inmigrantes está encabezado por China (16’1%), India (11’1%) y Pakistán (6’1%).
La idea es que la gente refuerce su identidad a la vez que, por ello, “experimenta un sentimiento de pertenencia a Canadá”. En palabras del primer ministro canadiense, Jean Chrétien: “queremos acomodar las diferencias en nuestro país, que las personas se sientan a gusto tal como son. Este ‘canadian way of life’ es nuestra aportación al mundo”. La novedad de los últimos diez años es que esta ‘diferencia’ es entendida también según criterios más amplios, no estrictamente étnicos: el género, la tendencia sexual...
El proceso es constante. Por ejemplo, las reivindicaciones de los inuit (esquimales), que se sentían poco reconocidos como minoría, consiguieron que, en el año 1999, se trazaran de nuevo las fronteras de los Territorios del Noroeste para crear una región de mayoría inuit: Nunavut es, desde entonces, el Quebec de los esquimales. Los inuit son sólo una parte de los diversos pueblos aborígenes, que componen exactamente el 3’3% de la población canadiense (en 1996 eran tan sólo el 2’8%).
No se trata tan sólo de meras declaraciones en documentos. Por ejemplo, la Broadcasting Act de 1991 obliga a los medios de comunicación a “servir las necesidades de una sociedad diversa y reflejar la naturaleza multirracial y multicultural del Canadá”. Pueden verse programas de televisión y escucharse emisoras de radio en español, italiano, alemán, chino, portugués... Y una extensa gama de periódicos -más de un centenar de cabeceras- se edita en lenguas no oficiales, como El Popular, decano de la prensa canadiense en español (se fundó en 1970).
En Montreal, hay contabilizados 80 grupos étnico-culturales, entre los que destacan los italianos (165.000) y los judíos (100.000). Los chinos (35.000) tienen su propio barrio, con las tiendas rotuladas en sus caracteres tradicionales, pero paradójcamente, “el poder mantener estas costumbres es lo que nos hace sentir orgullosos de ser canadienses”, afirma Gao Li.
Más cosas. El programa multiculturalista comprende un apartado de ayudas económicas para los jóvenes creadores en sus carreras artísticas. De ese programa se beneficiaron, cuando eran unos desconocidos, el cineasta de origen armenio Atom Egoyan (“Exotica”, “Ararat”...) o el novelista Nino Ricci.
Un amplio aparato legislativo protege la diversidad cultural, y en él se dirimen los problemas, que también los hay. Por ejemplo, una asociación de ucranianos denunció en el 2001 que se les aplicaban discriminatoriamente las normas de extranjería. O, en 1999, la hostilidad con que fueron recibidos 123 inmigrantes chinos que llegaron en barco a la costa oeste del país levantó una agria polémica.
La UNESCO ha citado la política multicultural del Canadá como un modelo para otros países, entre otras causas por su baja criminalidad y sus elevados porcentajes de amistades y matrimonios interétnicos. No es de extrañar que los alumnos de Marcel Dubé, a los pocos días de clase, ya se defiendan bien en francés... eso sí, con acento quebequés.