assalt talibā a gran base militar paquistanesa

"No quieren salir vivos, han ido allí a abrazar el martirio", aclaró un portavoz habitual del Movimiento Talibán de Pakistán, Ahsanulah Ahsan, mientras varios de los suyos mantenían en jaque una base aérea de la Marina, en Karachi. La infiltración de un comando talibán en la base de Mehran se produjo anteanoche y se prolongó durante nada menos que diecisiete horas. Tal como había predicho Ahsan, no hubo ningún arresto y al menos diez militares pakistaníes - entre ellos un teniente-perdieron la vida al intentar sofocar el asalto, mientras que una veintena quedaron heridos. Seis instructores militares estadounidenses y once chinos, que se encontraban en el lugar, tuvieron que ser evacuados al iniciarse los combates.

Aunque a lo largo del día se habló de más de una docena de infiltrados, una vez peinada la base el ministro del Interior, Malik Rehman, redujo la cifra a cuatro terroristas muertos - dos a balazos, uno por su propio chaleco suicida y otro sepultado bajo los escombros-y dos que habrían logrado escapar. Los talibanes habían logrado penetrar en el recinto de alta seguridad sirviéndose de cizallas y escaleras, con tres hangares como objetivo de sus lanzagranadas. En los primeros compases, al menos dos flamantes P3C Orion - aviones de vigilancia marítima y antisubmarinos proporcionados por EE. UU.-habrían sido destruidos y un tercer avión habría sido dañado. Luego los asaltantes lograron hacerse fuertes en un edificio y se temía - erróneamente-que tomaran rehenes, como en el espectacular asalto de hace un año y medio al mismísimo cuartel general del ejército, en Rawalpindi.

Aunque las ojivas nucleares aire-tierra se encuentran en otra base de Karachi, la facilidad con la que los terroristas volvieron a adueñarse de una importante base militar durante casi un día pone los pelos de punta en las cancillerías. Para empeorar las cosas, la limpieza de la operación delata que los talibanes contaban con informadores dentro de las instalaciones. No es ajeno a ello que la base linde con un barrio humilde, notable por la presencia de elementos yihadistas. Por ello, el jefe de la Armada pakistaní ya ha declarado que dichas instalaciones serán reubicadas en áreas de más fácil protección.

Hay que tener en cuenta que Karachi es la ciudad más poblada del mundo musulmán, con grandes fracturas sociales y étnicas, y barrios donde la policía no se atreve a patrullar. Un foco perfecto para la infiltración talibán. La población pastún - siempre en aumento y en conflicto creciente con los mohayirs, los refugiados de India de tendencia laica que allí dominan la política y los negocios-se ha visto acrecentada por los refugiados de las operaciones antitalibanes en Swat o Waziristán, tanto civiles como guerrilleros dispuestos a volver a coger las armas cuando convenga.

Los talibanes reivindicaron el asalto de ayer como una nueva venganza por la muerte de Osama bin Laden. Y ya van tres. Que su objetivo fueran los aviones tiene que ver con que la bestia negra de los talibanes - y a decir verdad, de la opinión pública pakistaní-sean los aviones no tripulados de la CIA que bombardean las zonas tribales aproximadamente cada semana. La última vez, ayer mismo, con un saldo de al menos seis muertos. Pese a las ruidosas protestas oficiales de Pakistán, lo cierto es que por lo menos parte de estos aviones despegan desde bases del ejército, en territorio pakistaní. Sus estragos (más de mil muertos desde que Obama es presidente) nunca aparecen por televisión. Más difícil de entender es la fijación de los talibanes con la Marina (tres atentados en Karachi en poco más de un mes), ya que este arma no interviene en la intermitente lucha del ejército pakistaní contra esta facción pastún.

Por otro lado, la televisión afgana difundía ayer que el mulá Mohamad Omar, el máximo dirigente de los talibanes afganos, habría muerto, extremo rotundamente negado por sus adeptos. El rumor, lanzado por la inteligencia afgana, asegura que no hay noticias de Omar desde hace días y que habría sido eliminado mientras era escoltado por la inteligencia pakistaní desde su refugio de Quetta al Waziristán del Norte. Probablemente sea una nota de inteligente ironía afgana, el día en que el secretario de Exteriores pakistaní llegaba a Kabul para instar a Hamid Karzai a negociar, precisamente, con los talibanes de Omar. Es dudoso que el mulá Omar abandone la capital de Beluchistán - donde EE. UU. nunca se ha atrevido a bombardear-por Waziristán del Norte, donde cayeron 120 de los 127 cohetes lanzados por drones en el 2010.

El nuevo órdago talibán al ejército pakistaní ha echado una cortina de humo sobre el inicio, ayer en Chicago, del juicio a presuntos colaboradores del asalto terrorista a Bombay del 2008. La instrucción nombra hasta a cuatro oficiales de la inteligencia pakistaní como mentores de los diez terroristas que zarparon precisamente de Karachi para sembrar el pánico en la orilla india. Cuando el portavoz talibán alardeaba ayer de que los asaltantes de Karachi contaban con munición y provisiones para tres días, no por casualidad se encendieron los recuerdos de Bombay.

24-V-11, J.J. Baños, lavanguardia