Sarkozy don l´esquena al nacionalisme quebequois

La causa independentista ha contado siempre con el respaldo más o menos explícito de Francia, cuya política oficial se definía por la no interferencia (en los asuntos de Canadá) y la no indiferencia (ante las reclamaciones quebequesas).

Francia, dijo una vez el quebequés Pierre Trudeau, primer ministro de Canadá entre 1968 y 1984 (con un breve paréntesis), "siempre estaba lista para defender la causa de las minorías francesas en todo el mundo, excepto en Francia y en sus colonias".

Los soberanistas de Quebec han tenido algo de lo que carecen los soberanistas catalanes: un apoyo internacional de peso. Francia es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU y potencia nuclear.

El nacionalismo ha contado en el pasado con varias bazas. Una es la Caisse de dépôt et placement du Québec, La Caja,creada en 1965 por la Asamblea Nacional de Quebec: un gigante financiero (gestiona 151.700 millones de dólares canadienses en activos financieros netos y es uno de los diez mayores gestores inmobiliarios del mundo) que podría apuntalar económicamente la provincia en caso de secesión.

La otra baza es Hydro-Québec, propiedad del Gobierno de Quebec y producto de la nacionalización de los recursos hidroeléctricos en 1962.

En 1995, año del último referéndum, otra baza decisiva debía ser Francia. Si el día después de la secesión París hubiese reconocido el Québec libre,el dominó de reconocimientos podría haber sido imparable. Quizá Estados Unidos y Gran Bretaña se habrían resistido (Bill Clinton defendió la unidad de Canadá unos días antes del referéndum), pero Québec habría contado con aliados de peso. Sin embargo, el sí perdió por 52.000 votos y la independencia quebequesa desapareció de la agenda internacional...

En el 2008 y el 2009, recordaba entonces Common, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se pronunció varias veces sobre Quebec. En Montreal sus palabras, que algunos atribuyen a la influencia de su amigo el empresario quebequés Paul Desmarais, favorable a la unidad de Canadá, aún escuecen.

En mayo del 2008, la gobernadora general - representante en Canadá de la jefa de Estado, la reina de Inglaterra-visitó Normandía. Sarkozy aprovechó el acto para proclamar: "Los quebequeses son nuestros hermanos, pero los canadienses son nuestros amigos". Y añadió: "Sabe que estamos muy cerca de Quebec, pero debo decirle que también queremos mucho a Canadá".

El presidente francés desarrolló sus ideas sobre Québec en febrero del 2009, durante el acto de entrega de la Legión de Honor al primer ministro quebequés, el liberal Jean Charest. "¿De verdad creen que el mundo, con la crisis sin precedentes por la que está pasando, necesita más divisiones, más odios?", se preguntó.

"Quienes no lo entienden no creo que hayan entendido que en la esencia de la francofonía, en los valores universales que respetamos tanto en Québec como en Francia, está el rechazo del sectarismo, el rechazo de la división, el rechazo del encerrarse en sí mismo y de esta obligación de definir nuestra identidad propia a través de la oposición feroz al otro, porque si nuestra identidad es fuerte no es necesario ser agresivos", añadió Sarkozy.

Los soberanistas quedaron descolocados. Siempre habían considerado a Francia, y en particular al gaullismo, la familia política de la que proviene Sarkozy, como el principal amigo en el mundo.

"Si está hablando de nosotros, de los soberanistas, está demostrando su burda ignorancia de la situación política de Québec", dijo Gilles Duceppe, entonces líder del Bloque Quebequés, el partido con el que el soberanismo se presenta a las elecciones federales.

La ausencia de respaldo francés se suma a otras dificultades para el independentismo: un apoyo electoral incierto - el derrumbe en las elecciones canadienses del pasado 2 de mayo no tiene precedentes-que refleja un entusiasmo menguante por la causa.

Sin complicidades internacionales, crear un país nuevo resulta una misión casi imposible.

10-V-11, M. Bassets, lavanguardia