la metamorfosi antinuclear de Merkel

"Siempre fui una de defensora de la energía nuclear. Pero tras Fukushima está claro que hay que repensar el concepto energético y abandonarla cuanto antes", decía estos días, sin presión electoral inminente, pero a las puertas del aniversario de la sacudida de Chernóbil.

Merkel tenía 31 años ese abril de 1986. Vivía en el Berlín oriental y ese año se doctoró. Llevaba cuatro años divorciada de su primer marido, Ulrich Merkel, estudiante de Física de quien conserva el apellido, y vivía ya con el catedrático de Química Joachim Sauer, su esposo desde 1998.

Tanto entorno científico no le hizo recelar de los peligros de esa fuente de energía. Mientras en la República Federal de Alemania se siguió con pavor el recorrido de la nube radioactiva, en la República Democrática Alemana, donde creció Merkel, se impuso la censura a la catástrofe.

Aún hoy, muchos de los ciudadanos de la RFA recuerdan claramente - o recrean a quien les escucha-dónde estaban el 1 de mayo de 1986 cuando cayó esa repentina y copiosa lluvia ácida. A la inversa, pocos ciudadanos de la RDA llegaron a tener conocimiento del fenómeno; si acaso, hasta mucho después. La propia Merkel ha recordado en alguna entrevista que lo único que percibió como raro fueron los consejos del jefe de Estado, Erich Honecker, recomendando que la ensalada se lavara dos veces.

21-IV-11, J. Serra, lavanguardia