´Contra los miedos´, Jordi Barbeta

La primavera trompetera ya llegó y con ella la consulta soberanista de Barcelona, que se va a celebrar hoy como una fiesta. Los organizadores han tenido la audacia de presentar la consulta con alegría y como algo simpático que no va contra nadie. Y si va contra algo, es contra el miedo. Contra el miedo a la libertad, por supuesto. Al fin y al cabo, la consulta no es más que un simulacro del ritual democrático de decidir. Cada día hay gente que se manifiesta en cualquier punto del planeta por causas muy nobles y nadie le hace caso, pero el hecho de que miles de ciudadanos depositen su voto en una urna es el ritual democrático por antonomasia, que en Catalunya se tiene que simular porque la democracia española impide hacerlo de verdad. He aquí la enorme paradoja que da dimensión internacional a la iniciativa.

Ahora bien, dicho todo lo dicho y reconociendo la buena fe de los organizadores de la consulta, también conviene plantear -al menos como reflexión- si el auge mediático del independentismo no está siendo utilizado como coartada para frenar algo más urgente, tal como está el patio, como es el concierto económico. Es de una evidencia aritmética que todos los ciudadanos de Catalunya, independientemente de cual sea su sentimiento nacional, su lengua materna o su club de fútbol, saldrían ganando si Catalunya tuviera la misma autonomía financiera que el País Vasco o Navarra. El déficit fiscal de Catalunya, es decir, lo que contribuyen los catalanes a sostener el Estado español se calcula entre 15.000 y 20.000 millones de euros anuales. Con el gasto sanitario de los vascos o de los extremeños, la sanidad catalana en vez de 850 millones de déficit tendría cerca de 2.000 millones de superávit. Y la sanidad pública la utilizan tanto los que son independentistas como los que no. No hay que confundir los sentimientos con el interés. La reivindicación del concierto económico o del pacto fiscal, como quiera llamársele, será interesada, pero no tiene nada de sentimental, ni de nacionalista. La prueba es que en el País Vasco y en Navarra defienden el concierto con uñas y dientes los socialistas, y el PP. En Catalunya en cambio, sólo lo defienden los partidos nacionalistas, y se oponen sistemáticamente el PSC, que va de catalanista, y el PP. Está claro que se oponen no porque quieran, sino porque no tienen más remedio. Y por eso les interesa identificar el concierto económico como si fuera el primer paso de los nacionalistas para la independencia de Catalunya. Dividiendo la sociedad según el sentimiento nacional de los ciudadanos, evitan tener que explicar porqué no defienden el interés material de la gente que les vota y que con la crisis está abriendo peligrosamente los ojos a la cruda realidad.

10-IV-11, Jordi Barbeta, lavanguardia