entrevista a Jordi Llovet, humanista

Jordi Llovet (Barcelona, 1947) publica un libro, Adéu a la Universitat (Galaxia Gutenberg), largamente esperado en los medios culturales y universitarios de Barcelona, porque en él debía explicar las razones de su alejamiento prematuro de la docencia. Tras una larga espera, el libro está ya en la calle y el lector encontrará un ensayo atípico, nada convencional, en el que relata divertidas andanzas del autor por Londres, París, Berlín o Nueva York, mezcladas con sus experiencias como alumno, su labor como traductor, iniciativas como el Col·legi de Filosofia, el porqué de su enemistad con Joaquim Molas, y sobre todo una durísima y argumentada crítica al abandono del proyecto ilustrado y humanista por parte de la universidad. Llovet, que era uno de los destinados a suceder a sabios como Blecua, Batllori, Vernet y Martín de Riquer, ama la docencia y dará contadas clases. Ha donado su biblioteca de 30.000 volúmenes, su discoteca y su pinacoteca a la Pompeu Fabra.

Su libro ha creado una gran expectación. Al final lo ha escrito sine ira et studio. ¿Respirarán tranquilos sus enemigos?

Mi libro no afecta a nadie especialmente, es una reflexión sobre el estado de humillación, decadencia e indignidad en que han caído las facultades de Humanidades; todo lo demás va de relleno. Lo que hay que hacer con los enemigos es lo que preconizaba Marco Aurelio: ser lo más distinto posible de ellos, comportarse al revés que ellos.

En el libro explica por qué dejó la universidad.

Los primeros apartados narran mi evolución intelectual, y los segundos son calas en problemas muy severos, que necesitan remedio de un modo acuciante: por qué las carreras humanísticas tienen una nota de corte de selectividad de un 5 pelado; cómo se promocionan los profesores; por qué no existe ya ninguna idea acerca de la jerarquía profesoral; por qué el lugar del saber ha desaparecido de las facultades humanísticas a favor de una profesionalidad muy angostada, casi estéril; por qué la universidad ha abandonado toda pretensión de formar cívicamente a su alumnado, y, por fin, por qué las nuevas tecnologías han convertido la enseñanza en una larga sesión de animación infantil y deslumbramiento.

¿Qué consecuencias cree que tendrá ese abandono de la formación universitaria?

La peor consecuencia de formar profesionales en las ramas más especializadas imaginables y no hombres y mujeres, en el sentido pleno de la palabra, acarreará una merma de los fundamentos mismos de la democracia: no se puede edificar una democracia sólida sin una población soberana desde el punto de vista intelectual. Las facultades técnicas y científicas darán al mercado todo lo que este necesita para perpetuar el espejismo del progreso, sin duda, pero las facultades humanísticas ya no van a generar, de momento, aquellos antiguos profesores con una vastísima cultura, que eran los que nos señalaban a los demás la verdadera salud del cuerpo social y político.

¿Somos menos cultos, luego más manipulables?

La sociedad nunca ha sido culta, salvo que entendamos, y es algo cierto, que hay otras formas de cultura enormemente importantes en la configuración de toda sociedad. Eso sí: una sociedad no puede prescindir de una élite culta. Poseer cultura (de la alta, se entiende) está hoy completamente desacreditado: parece una superchería y un acto de soberbia. Los que están muy acreditados son los futbolistas y Belén Esteban, ya me dirá. Hoy se cierne sobre todas las capas de la sociedad una enorme sospecha acerca de lo que sea un sabio, un gran profesor o un erudito. Si quienes han podido realizar estudios superiores poseen ya tan sólo una vaga cultura, toda la sociedad acusa este declive y se degrada. Si un hijo no discierne las opciones que tiene en el momento de emitir su voto electoral, es muy probable que no vote, o que vote a cualquiera que le parece más guapo que los demás, o que es antitaurino. Contra todo eso sólo cabe una solución: educación y más educación. Pero ningún gobierno ha abordado en España, en los últimos 35 años, una reforma sensata de la educación.

¿Qué efectos tiene el mal uso de las nuevas tecnologías?

Una veintena de profesores de todas las universidades discutimos con la ministra Garmendia, y luego con el ministro Gabilondo, acerca de la entrada indiscriminada de las nuevas tecnologías en las aulas. Las nuevas tecnologías se presentan a la civilización juvenil como un divertimento. La educación es un proceso lento, mediatizado, esforzado, que no puede jugar con las mismas armas que la cultura del ocio, porque entonces no saldrán de las escuelas personas educadas sino amigos de la diversión. Creo que eso es lo que está sucediendo. Los ministros no nos hicieron ningún caso, y dentro de pocos años veremos a toda una generación de estudiantes de secundaria convertidos en una especie de autómatas. Cuesta imaginar que se produzca algún avance en el terreno del conocimiento si la palabra se funde como una vela ante el viento huracanado del progreso y de la técnica. Martín de Riquer alertaba de este fenómeno, y decía, con mucha gracia, que no tardaríamos en sonarnos la nariz con las orejas.

4-IV-11, J. Massot, lavanguardia