īVisionarios ciegosī, Llātzer Moix

Castellón acaba de inaugurar un aeropuerto sin aviones ni permiso de navegación, que ha costado 150 millones de euros. Carlos Fabra, presidente de la Diputación castellonense e impulsor de la obra, disculpó la ausencia de aeronaves con un argumento pintoresco: “Cualquiera que lo desee puede visitar las pistas de aterrizaje, la terminal y la torre de control, cosa que no podría hacer si fueran a despegar aviones”.

La iniciativa de Fabra, un cargo público de maneras caciquiles que acumula causas judiciales e ingresos sin justificar, abre un insospechado abanico de posibilidades constructivas: puertos sin barcos, autopistas sin coches, vías sin trenes, paseos marítimos sin mar... Cualquiera de estos equipamientos
permitiría a los ociosos solazarse paseando por infraestructuras sin uso, como antes paseaban por el campo o la línea costera. “Eres un visionario”, piropeó el presidente valenciano, Francisco Camps, el día de la apertura del aeropuerto de Castellón, a un Fabra parapetado tras sus gafas de ciego. Y poco le faltó para añadir: ¿para cuándo el hotel sin camas, el museo sin arte, el restaurante sin cocina o los campos de golf sin agujeros? ¡Ya están tardando!

La idea aeroportuaria de Fabra –digámoslo todo– tiene precedentes. En lo que va de siglo se han construido en España cientos de miles de pisitos suburbiales, o frente al Mediterráneo, muchos de los cuales siguen intactos y desocupados porque eran innecesarios salvo para sus ávidos promotores. También se han edificado ciudades vacacionales –en marismas próximas al aeropuerto castellonense, por cierto– en las que además de playa, hoteles y apartamentos se perfilan canales venecianos, pistas de esquí, proyectos de campos de golf o de parques temáticos y una retahíla de equipamientos que, a la postre, se quedaron en el aire (sin necesidad, tampoco, de aviones).

Dicho esto, ya oigo a los fieles de Fabra tildándome de inmovilista: ¡Aváncese a su tiempo, hombre! ¡Sea visionario! ¿Se atrevería a criticar a Cerdà, que trazó un Eixample apto para máquinas de fuego (trenes), aunque luego lo cruzaron pocas? A lo que cabría responder: no es lo mismo un visionario que un codicioso, ni innovar por el bien futuro de la sociedad, cuando esta todavía no sabe imaginarlo, que
destrozar el común patrimonio natural para facilitar operaciones egoístas, oscuras e insostenibles.

Semanas atrás, cenando juntoa unconseller de la Generalitat valenciana, le anuncié el recorte del 10% que preparaba el Gobierno Mas para los presupuestos de la Generalitat. Y su respuesta, formulada en voz baja y con cara angustiada, fue esta: “Aquí estamos mucho peor, pero no decimos nada”... Algún día, más pronto que tarde, habrá que decir mucho del gasto público desenfrenado en general y de los aeropuertos sin aviones en particular. ¡Ay de ese día! ¡Ay de los visionarios cuando pierdan definitivamente la vista, cegados por la luz de los números!

3-IV-11, Llàtzer Moix, lavanguardia