29-III-11, negociant una sortida per a Gadafi?

Con la tecnología que existe hoy en día, la parte más fácil es arrojar las bombas. La parte más difícil es concretar el mensaje que hay detrás de ellas, dar coherencia intelectual y justificación moral - si acaso es posible-a una decisión tan contundente, con tantos daños colaterales y de efectos secundarios tan impredecibles.

Esto último, un auténtico desafío en vista de las divisiones existentes, es lo que ha pretendido conseguir la conferencia de Londres, donde ayer se acordó incrementar la presión diplomática y militar sobre Muamar el Gadafi y un régimen que "ha perdido completamente la legitimidad".

La cumbre de los cuarenta principales - la cuarentena de países con mayor o menor implicación detrás de los bombardeos al país norteafricano-subrayó "el compromiso de la comunidad internacional con la resolución 1973 de las Naciones Unidas", y se comprometió a proseguir su campaña hasta conseguir un alto el fuego, el acceso de la ayuda humanitaria, la asistencia a los desplazados y, ante todo, el fin de los ataques contra la población civil.

Lo que se ha bautizado como el grupo de contacto coordinará los esfuerzos políticos de la intervención (la primera reunión se celebrará en Qatar), al tiempo que se reforzarán las sanciones contra el régimen. "El pueblo de Libia debe ser libre para determinar su futuro", concluyó el comunicado final de la conferencia.

Los líderes de la coalición consideraron la iniciativa italiana de conceder inmunidad al coronel Gadafi y la posibilidad de que se exilie en un país a donde no llegue el largo brazo del Tribunal Penal Internacional, a cambio de que ponga fin al conflicto y haga las maletas. Aunque ese era el trasfondo, las declaraciones oficiales en la Lancaster House londinense, escenario del encuentro, utilizaron el lenguaje mucho más ambiguo de la diplomacia.

Los tres grandes objetivos de la reunión a nivel de ministros de Asuntos Exteriores, con el premier británico David Cameron como anfitrión, fueron ofrecer un frente unido tanto a nivel político como militar, contemplar las necesidades humanitarias de la población libia e imaginar un futuro post-Gadafi en un país cuyos recursos energéticos son importantes para Occidente. Tarea ingrata teniendo en cuenta la ambigüedad que ha mostrado Obama, las peleas hasta entre Londres y París sobre quién dirigía los bombardeos, y la reticencia de Rusia, Alemania, China, la Liga Árabey la Unión Africana.

La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, hizo evidente en seguida la estrategia del palo y la zanahoria, confirmando que los ataques aéreos continuarán hasta que Gadafi cumpla los términos de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU. "Sin embargo está claro - matizó justo después de que EE. UU. entregara las riendas de la misión a la OTAN-que la fuerza no va a bastar por sí sola para que el coronel entregue el poder después de cuarenta y dos años, y habrá que impulsar sanciones económicas y diplomáticas".

Tanto Obama como Cameron están empeñados en aprender las lecciones de una intervención en Iraq que tanto empañó la reputación de sus predecesores Bush y Blair, pero tienen enormes problemas a la hora de formular una ecuación clara y comprensible.

El primer ministro del Reino Unido, en un lenguaje parecido al que precedió a la invasión de Iraq, acusó a Gadafi de "incumplir de manera flagrante las demandas de la comunidad internacional". Pero escogió sus palabras con el máximo cuidado, sin repetir en público la oferta de un exilio dorado para el coronel que sus propios funcionarios mencionan abiertamente. Alemania, por su parte, se abstuvo sobre la imposición de la zona de exclusión aérea y no quiere saber nada de enviar tropas a Libia, y menos aún después de la derrota de la canciller Angela Merkel en las elecciones regionales de Baden-Württemberg.

Italia, dados sus vínculos y proximidad geográfica - e histórica: era su colonia-con Libia, teme una ola migratoria y quiere patrocinar un alto el fuego y el diálogo con grupos políticos y tribus rebeldes.

Sarkozy no quiere ceder a Berlusconi el liderazgo europeo, y ha llevado la iniciativa militar de los bombardeos junto al Reino Unido; la Liga Árabe,tras su apoyo inicial a la resolución 1973 de la ONU, dice que Occidente se ha excedido en su mandato y continúa sin tener una línea coherente para lidiar con los dictadores de su zona de influencia; Rusia ni siquiera ha acudido a la conferencia de Londres; muchos miembros de la Unión Africana estarían encantadas de un cambio de régimen, pero los millones del coronel Gadafi han ayudado durante mucho tiempo a financiar la organización.

Detrás de las buenas intenciones, las intervenciones en la conferencia de la Lancaster House por parte de los representantes de Kuwait, Líbano, Marruecos, Qatar, Túnez, los Emiratos ÁrabesUnidos o la Organización de la Conferencia Islámica reflejaron todos esos dilemas y contradicciones del multilateralismo.

El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, cuyo país es miembro de la OTAN, puso énfasis en "la perentoria necesidad de evitar un nuevo Iraq o Afganistán al precio que sea". Fuera de programa, el enviado especial del Consejo Nacional interino libio, Mahmud Jabril, mantuvo conversaciones con Hillary Clinton y David Cameron, en un claro respaldo aliado a los rebeldes. El primer ministro británico y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, dejaron de lado su rivalidad por ver quién lleva la iniciativa en la gestión de la crisis e hicieron un llamamiento conjunto al pueblo libio para que "abandone a Gadafi a su suerte y ayude a iniciar un proceso de transición que mantenga la unidad territorial del país magrebí".

Los líderes del eje franco-británico instaron al coronel a "marcharse inmediatamente porque ha perdido toda legitimidad y está llevando al país a la ruina".

El ministro de Exteriores de Qatar - único país árabe que junto con los Emiratos ÁrabesUnidos ha enviado aviones de combate a la misión contra Gadafi-reiteró desde Londres que la "única solución" es que Gadafi abandone el poder. "La razón por la que la guerra continúa en Libia es su presencia", recordó un diplomático occidental.

Pero palabras al margen, lo que se negocia detrás del telón es una oferta para que el dictador se vaya con su séquito y sus millones a un lugar remoto donde pueda disfrutar el resto de sus días sin dar cuentas a la justicia.

30-III-11, R. Ramos, lavanguardia